miércoles, 19 de diciembre de 2012

La abuela de Nazareno


Por arriba y por abajo, desde el borde del asfalto, se olía calor. Venía de comprar el Página que en la tapa inmortalizaba parte de la historia contemporánea: un coreano saqueado la tarde anterior en la puerta de lo que sería insignia de la década por venir: los súper chinos.
Era un mediodía más.
Movimientos, trabajadores, muchos estudiantes postergando la vuelta al pago, militantes, de los clasistas y los reformistas -como definían aún ahí los primeros a los segundos-, juntos como nunca antes. Contra lo que se escribiría, la sensación policlasista dominante negaba la imagen excluyente de clase media y cacerola como vanguardia de la inminente rebeldía: el enemigo, ese verano, a esa hora aún sin muertos, vestía para todos un mismo uniforme. Consecuencia directa del final de ese día inquisidor de diciembre, no volvería a suceder.
De la primera fila llegaban los coros de los que llevaban la bandera grande: blanca, letras negras, desplegada horizontal a la altura de las rodillas. No había manera, ese 20 cuando amanecía la tarde, de disciplinar o regular nada. Todo se precipitaría: al es-ta-do-de-si-tio, clamaban, se lo meterían en el orto.
Se había acordado concentrar y caminar alrededor de la plaza. La "plaza" en La Plata es la San Martín; la del homenaje a Walsh; la que diez años después sigue descansando, sin embargo, a O'Higgins. La consigna era caminar y movilizarse: cualquier actitud que denotara movimiento. La decisión oficial de la noche anterior prohibía las reuniones.
No alcancé a percibir el principio de la Reacción, que impaciente de actuar avanzó sobre la puerta de Gobernación por 54. Dimos algunas vueltas por las calles y retrocedimos. Estaciona en la memoria un diálogo corto, una insinuación que sólo era un monólogo de orden, de varios milicos con algunas de las Abuelas o Madres que encabezaban la patriada. Instaban a desconcentrarse.
Fueron apenas unos minutos de distracción buscando el kiosco de la diagonal: Jijiji; un agua; una gaseosa. Se dispersó la vista por un póster
de Boca campeón en Japón, apenas enganchado y agitado por el viento que formaba la contracorriente de las puertas; y un pibito, de seis o siete años, con una excedida camiseta de Racing (un talle L voluntariamente obsequiado del cajón de algún hermano mayor) con la que días después, pese a todo, festejaría la vuelta olímpica de su equipo. La madre lo apuraba y no escuchaba. A esa edad y ante vital elección, la cabeza permite evitar o desoír ciertos contextos extremos: crema y chocolate, cucurucho o helado de agua.
Al volver, la fila se había desintegrado, saturada de corridas; las primeras, por 6 hasta Plaza Rocha. El refugio más cercano era la Facultad de Trabajo Social, que, se presumía, quedaría con las puertas abiertas. Los separaban más de diez cuadras.
Todavía apretaba en la mano derecha la botella sin pagar de minutos antes. El grupo grande subió por la rambla de 60. La avenida no estaba cortada. Aún ésto, no circulaban ni autos ni colectivos. Llegaron a 11 y doblaron. A mitad de cuadra, hacia 62, se asomó una señora, bajita, la edad necesaria para ser abuela, de un pasillo angosto con portón verde.
- "No pueden entrar, acá, de ninguna manera. Sigan (brotó un silencio brevísimo de duda)... los están mirando de ese auto".

Era un Fiat de chapa blanca, síntomas de recién pulido. Jamás retuvo el modelo.
La chica que lo acompañaba por casualidad de huida llevaba una remera clara. Decía "Hijos".
La mujer con edad para ser abuela y una vecina que llegó del primer piso, insistieron en sacarlos de ese pasillo que permitía evitar el presente. La pareja de ocasión ignoró palabra sobre el ocasional refugio.

Fue cuando la mujer lo sumergió en otro tiempo: era la que de pendejo, insistente, patrona de cuadra, los echaba -ese era su barrio, el de jugar al fútbol contra las paredes de la vereda con Diego, Manuel, Carlitos o Nazareno- a patear a la Plaza Tacuarí. Idéntica, años después, la vio con su hija y unas cacerolas del Campo en 7 y 50.
Era la mamá de Nazareno.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

El Interior


"Me gusta escuchar: viajar es, más que nada, un ejercicio de la escucha (...)
 Escuchar -no digo oir, digo escuchar-
necesita una atención muy especial:
esperar lo inesperado
todo el tiempo"
 El Interior, 2006

A Caparrós se le dio hace seis años por recorrer el país; cada uno de los múltiples sentidos que generan las regiones, a excepción forzada por editorial de La Pampa y Patagonia, en un R12 que, después sabría, había pertenecido a Osvaldo Soriano.
A mi se me dio, hace dos veranos, en principio por obra de la casualidad -si es que, por azar casual, entendemos encontrarse con una edición de segundamano del libro a mucho menos que el alto costo que tenía al salir-, diseccionar algunos de esos tramos a medida que divagaba en las bánquinas y pasaba las páginas del ejemplar en cuestión.
Sin saberlo, el borrador con algunas de las anotaciones había quedado en pausa; sin publicarse. Y entonces Tucumán, la que eligió por el voto popular al militar al mando del terrorismo de Estado en esa provincia; otra vez: la inocultable complicidad de la hegemonía político/judicial en la trata de personas al amparo de la "falta de méritos y pruebas": "El Interior".

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"Este país se ha especializado en dividirse. Pero he dado con una división que me interesa: están por un lado, al norte de Buenos Aires, las regiones que crearon la Argentina; y, por el otro, al sur, las regiones que la Argentina creó".

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"Algo que me llama mucho la atención es cómo los progres les piden a los indios que no progresen, que mantengan los usos y costumbres de sus bisabuelos y se perpetúen como estampas de buenos salvajes. En una circunstancia, a raíz de esto, le pregunté a una persona que no es aborigen y que vive en un pueblito del Chaco: ¿acaso vos te ponés polainas y galera y vas en sulky a la iglesia con tu mujer vestida con corsé y miriñaque? ¿Por qué ellos tienen que hacer, entonces, lo mismo que sus bisabuelos?"

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"Yo quise ver si hay cosas que nos hacen argentinos. Y creo que la conclusión más defendible a la que he llegado es que lo que más argentinos nos hace es esto (hace el gesto típico de quien pide un café en un bar). Un gesto con el que uno se puede hacer entender en cualquier rincón de la Argentina, pero no en Bogotá, París o Kishinau. Supongo que ese tipo de cosas, eventualmente, constituyen lo que somos los argentinos. Cosas en las que no dejo de ver una cierta pobreza".

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"Esta mañana, la quebrada que sale del valle de Tafí hacia la tierra chata tucumana, es una explosión de sol, de verdes y de chanchos sueltos. En el medio, un arroyito cantarín. Después de tantos días de aridez, el despilfarro de hojas se me hace casi obsceno. Tentados por tanta espesura -y por la supuesta combatividad de los habitantes al pie del monte- aquí trataron de instalarse hace treinta años militantes del ERP y de los Montoneros. Sus intentos de guerrilla tropical fueron un fracaso rápido y sangriento".


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"Lanata quiere ir a las selvas de los Yungas: está escribiendo un libro sobre unos muchachos guerrilleros que vinieron a morir a estos montes, año '62, y quiere conocer sus escenarios. La burbuja avanza, se mantiene. Nos han dado unos auriculares para taparnos los oídos; de todas formas, el ruido haría muy difícil cualquier conversación (...) De pronto, allá abajo, la cultura se acaba y el mundo se hace selva: árboles y más árboles y muchos más árboles, una textura verde imprenetrable y el suelo más allá, supuesto. Acá, hace cuarenta años, esos muchachos decidieron que iban a hacer una revolución en la Argentina. es raro, visto ahora, que creyeran que para hacerse con el país tenían que alejarse de él lo más posible, encerrarse en su lugar más inhumano. Muchos creían, en esos años, esas cosas".

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"Purmamarca es preciosa en medio de los cerros, con su plaza rodeada de casitas bajas, su iglesia encalada, sus árboles de siglos. Purmamarca siempre tuvo vocación de postal, sólo que hasta hace poco pocos querían sacar la foto. Ahora Purmamarca se ha vuelto un lugar bastante fashion: un pueblo boutique, un museo de sí mismo. Los locales están muy conmocionados: desde hace tres o cuatro años (N de R: 2002, 2003) resultó que lo que siempre habían tenido -y que no valía nada- se volvió mercancía muy vendible.
El pueblo se transformó. La mitad de las casas son bares, alojamientos varios, ventas de artesanías, comidas regionales. A una cuadra de la plaza, un albañil cincuentón está terminando el muro exterior de su casa de lajas (...) Me dice que desde que son patrimonio -dice: desde que somos patrimonio- tienen que hacer las casas igual a las de antes, con piedra y con adobe, de una sola planta, con su techo de barro -ni losa de chapa.
Ahora Purmamarca tiene que parecerse todo lo posible a lo que los forasteros imaginan de un pueblito quebradeño. Una cosa es mantener las tradiciones por convicción o por desgana; otra porque se venden bien.

Pero peor fue la discusión interminable en un bar frente a la plaza de Tilcara con un criollazo de bigotes sombrero y pañuelito al cuello, que me explicó que pertenecer al pueblo indígena no es una cuestión de raza o de color sino que consiste en abrazar una visión del mundo; y que ese pensamiento indígena o visión cósmica se opone a las otras dos formas ideológicas, que son el individualismo o visión liberal y el homocentrismo o visión marxista, porque considera que es la naturaleza la que rige las cosas y el hombre debe respetar y adaptarse a los cuatro elementos -aire, tierra, agua, fuego- y que, como esos cuatro elementos no compiten entre sí sino que colaboran, el hombre de pensamiento indígena se organiza de forma comunitaria, todo lo cual sonaba muy amable hasta que me dijo que la concreción de ese ideal era Chalala. Y yo le pregunté si no le incomodaba que en Chalala hubiera mujeres tan pobres como Nelly, con dos piezas, velas y media hora de caminata para el agua junto con mujeres como Rosa -la casa grande con ventanas, el coche, generador de luz y tanque de agua. A partir de ahí todo desbarrancó, pero la caída duró más de dos horas. El criollazo me decía hermano todo el tiempo, nunca me contestaba una pregunta e insistía en que yo no entendía el pensamiento de ellos los indígenas; que entre los incas no había ninguna forma de poder más allá de la comunión con la naturaleza; que entre los incas no había guerras, aunque se hayan combatido tan brutalmente que Pizarro los encontró tan débiles que pudo conquistarlos; que el pensamiento indígena americano tenía sesenta mil años aunque ningún historiador piense que el hombre lleva más de veinte o treinta mil en estas tierras. Todo porque yo no era capaz de asimilar la visión indigenocósmica del mundo, porque yo estaba completamente atravesado por el liberalismo y el marxismo".

...

"La Falda es la patria peronista, el apogeo del turismo sindical. Recuerdo cuántas veces hablé o escuché hablar en mi adolescencia militante de los programas de La Falda y Huerta Grande, un conjunto de propuestas del peronismo revolucionario de los sesentas. Y nunca relacioné esa Falda con el pueblo dormido donde había pasado unos días bien chiquito.
La patria peronista es la que quiso edificarse contra esa idea de colonia inglesa: La Falda, desde abajo, pelea contra La Cumbre. En la entrada del pueblo hay un monumento a la Madre -busto de una mujer con un bebé colgándole del busto- y una avenida principal que parece de Munro. Es un paisaje muy urbano: el triunfo final de la ciudad sobre el lugar donde van los ciudadanos para olvidar que lo son. El problema de los lugares turísticos masivos en la Argentina es que se convirtieron en ciudades demasiado parecidas a las ciudades que sus visitantes dejaban para ir a disfrutarlos. El problema del peronismo en la Argentina es que se convirtió en un régimen demasiado parecido al que sus seguidores dejaron para sumarse a él".


viernes, 7 de diciembre de 2012

Quiero (oir) mi ciudad


I’m from La Plata
Compilado
(2012)

En un viejo ensayo de Casas, Eugenio Montale replica a Pasolini cuando lo acusa de burgués por escribirle al paso del tiempo en lugar de reflejar con su arte las injusticias sociales: “Querido Malvolio, no hay que cambiar lo esencial por lo transitorio”. Debe haber excepciones, las hay. Acá (el compilado de bandas platenses producido desde Francia por el músico Marcelo Pilegi), ambas se homologan y complementan, más por convicción que por simple casualidad: lo trascendente hace de lo transitorio algo igualmente esencial.
Lo esencial, el disco, por contenido y forma: dieciséis canciones grabadas durante el último año y medio por varios de los grupos más representativos de eso ya patentado como “escena platense”, que serán recopiladas para su edición en… vinilo. Un doce pulgadas en la era de las descargas gratuitas, los enlaces y el mp3 en el oído. Y trascendente como ésto, lo transitorio, el lugar elegido para su presentación y financiamiento, en abril pasado, por las bandas que conformarán el disco de pronta edición europea: Pura Vida, uno de los primeros bares en clausurarse este año tras el despertar acelerado de controles municipales sobre los espacios culturales de La Plata.
Tal vez sea el reverso del Mickey Rourke de “La ley de la calle”, el retirado villano de la moto que se aleja de su hermano para que aprenda esas leyes barriales sin su reflejo. Pilegi dejó la batería de su banda, Crema del Cielo, se radicó en Bordeaux y llevó en adopción, con la anuencia de los padres, las mejores criaturas del rock local para replicarlas por otros continentes.
I’m from La Plata será el primer compilado de música independiente platense en difundirse y comercializarse en el extranjero. Enseguida, derivan de la mente ensayos similares como el homenaje a Virus o al disco Oktubre, editados la década pasada por FM Universidad; o aquel La Plata ‘99 de fin de siglo, una experiencia análoga pero con proyección limitada, que logró plasmar y difundir más allá de la 32 los primeros testimonios musicales del Mister América de Gustavo Astarita o la orquesta dandy de Sergio Pángaro.
En toda recopilación existe un “otro” inevitable: son trabajos sujetos a los gustos o criterios que el autor experimente al editar: que al LP lo llenen de contenido bandas que grabaron el último año es una buena instancia de partida y lo rescata de la crítica por las ineludibles ausencias.
Crema del Cielo, con su oda al turismo de los márgenes (“Playa negra”, de Espíritu de Clase), y normA (con “Frezzer”) destacan en el lado A por antecedentes, convocatoria y proyección: ambos lograron el premio Mister E al mejor disco nacional de música independiente. Siguen La Patrulla Espacial, Thes Siniestros, Villelisa, Güacho, los relanzados de The Falcons y la progresiva propuesta del directo de Radio Interstellar. Hay más: el B conjuga a Mostruo! (con tres discos y alcance porteño, otra referencia necesaria) con Hojas Secas, Shaman y los Hombres en Llamas, Camión, Milano, ex bajo en Canoplas, Hongo, Mono’s Giornos y Pérez, con el coreado “Libros y gente”.
Quizás sea momento, si no se ensayó aún -arriesgo que sí-, de despojarse de las clasificaciones musicales por lugar de origen o procedencia. Que se haga. Pero no así sobre la escena o el movimiento cultural que urbes como La Plata renuevan en vigencia por el carácter interdisciplinario de sus formas, sus ritos, sus ideas, y los eclécticos contenidos que mixturan los “inmigrantes” universitarios que la pueblan año a año. Y con una marca: sin prejuicios ni a la espera de la devolución políticamente correcta.
Le preguntaron al periodista Diego Morales, en Diagonales, por el ADN del rock platense: “La atmósfera que percibí siendo adolescente en la previa de La Rosa Cobre, la Trastienda de calle 45 o el Boulevard del Sol, es el mismo ambiente que percibí en un recital de El Mató hace pocas semanas, veinte años después. Aroma a libertad, identificación del público con la banda, curiosos encandilados, y la sensación de que esa noche iba a ser especial. Sólo música y gente disfrutándola, absorbiendo por los poros canciones y una mirada sin codicia de un momento cultural”. Eso mismo.

* Un escrito para el número cuatro de Estructura Mental a las Estrellas.

martes, 24 de julio de 2012

Día del Deporte


No encuadra otra acentuación valorativa para las conquistas de 2004 en las disciplinas de equipo más trascendentes del deporte: aquel doble oro de fútbol y básquet en los Juegos de Atenas. Décadas y contingencias de espera, la moneda exigió de las consagraciones la presencia de una misma tarde con escasas horas de diferencia, la del domingo 28 de agosto.
Fue cuando el fútbol, relevante en handicap y sin rivales en aristas de popularidad, revisó errores y saldó la cuenta de los mayores que habían soltado, semanas antes, la Copa América en los instantes finales ante el inevitable karma brasilero y los penales errados. Oro inédito, 52 años después, repetido luego con Messi y la redentora goleada de semifinales ante el mismo rival, Brasil, en Pekín 2008.
Pero el básquet convoca, por lo extraordinario de lo alcanzado y por aproximarse el último debut olímpico de la llamada Generación Dorada: el triunfo ante Italia para trepar al escalón dorado en Grecia, obliga, sin atajos, a considerarla la actuación más importante en la historia del deporte argentino.
Detrás de los éxitos, devino una camada de profesionales conducidos por Magnano y Hernández que, en Londres, cerrarán un círculo de participaciones mundiales y olímpicas con los resultados más destacados en más de un siglo de competencia nacional: oro en Atenas con la cuesta de doblegar a los norteamericanos por segunda vez (único país en vencerlo dos veces, hasta hoy, con plantel profesional NBA), impensado sin el envión del subcampeonato 2002, que era victoria a dos del final y con siete de ventaja, frente al multicampeón Yugoslavia y el guiño del peso FIBA en el manotazo del cierre contra Sconochini; el cuarto puesto en Japón 2006, con caída en la campana ante el campeón España en semifinales (74-75 con chance de triple para Nocioni); el bronce de Pekín 2008 ante Lituania; y el 5to. lugar en el último Mundial de Turquía. Aun "subestimando" para estas líneas las actuaciones en Preolímpicos de esta misma Generación, con subcampeonatos contra Estados Unidos y el título de 2011, de local, ante el ahora Brasil de Magnano.
Los calificativos abundan, son cliché, instan al escape en tiempos de sobreinformación mediática. La mayor expresión colectiva de la historia del deporte argentino, obliga: 28 de agosto, Día del Deporte.

Derrotas de Estados Unidos en básquet con plantel NBA (1992-2011)
Mundial 2002: Argentina (Primera fase), Yugoslavia (Cuartos de final) y España (5to. puesto)
Atenas 2004: Puerto Rico* y Lituania (Primera fase); Argentina (Semifinal)
Mundial 2006: Grecia (Semifinal)

* Primera en la historia de los Juegos Olímpicos con jugadores profesionales, con los antecedentes de Munich 1972 y Seúl 1988 frente a Unión Soviética.











domingo, 15 de julio de 2012

7 de junio


Periodismo era agarrar las tarjetas del PRODE de la agencia Luisito y jugar en el patio de mi abuela a comentar los partidos que la boleta indicaba cada domingo. Porque se jugaban todos ahí, de tarde, a la misma hora, lloviera o no fuera a la cancha, como sucedió en el apretado final de las últimas temporadas.
Entonces, la imaginación de precoz relator radial que llevaba iba de un estadio a otro: del Bosque a Tucumán o de Santa Fe a La Boca; hasta que llegara mi abuelo del ritual de salchichas y chucrut que acompañaba con Imperial en La Modelo de 5 y 54, no sin antes obedecer la rutina de espiar algún salto de caballo del Club de Ajedrez de la esquina.
Después vino la Repman roja que le pedí a mi viejo como regalo de cumpleaños para ver el Mundial '90. Es que era así: se veía oyendo. Cuando la maestra no miraba y se distraía corrigiendo, nos sentábamos alrededor de ese aparato de antena corta para saber quién era un tal Higuita o la figurita difícil del arquero de Checoslovaquia que me faltaba para llenar el álbum.
Esas tardes alumbraron también otro descubrimiento: entre alfiles y tablas, a cien metros de aquella cervecería de inocentes visitas preadolescentes, un fusilado vivía y habría quien escucharía y narraría aquella masacre. Ahí supe, con ingenuidad, que iba a ser periodista.

lunes, 28 de mayo de 2012

La escena del rock platense: entre la diversidad y la vigencia


Una identificación caprichosa del rock platense podría sugerir que en la diversidad artística de sus músicos y sus poetas se encuentra esa matriz estética que rompe la rigidez arquitectónica de la ciudad y sus habitantes, acostumbrados al ritmo semanal de la demanda laboral de oficinas públicas y comercios.
Es que si La Plata es, a su vez, una urbe moderna por adopción capitalina, también es una ciudad bucólica de espíritu que hace de ella y su Universidad el lugar donde se condensan las experiencias artísticas que convierten al rock platense en una escena de estilos diversos, pero homogénea a la vez.
Ocurre que lejos de anular las estéticas, la particularidad del rock local es que históricamente unificó y complementó a unas con otras, situación que permite percibir una variedad de propuestas musicales que forman parte del legado que le imprimieron, al rock en particular, las costumbres culturales del medio local. En principio, porque la esencia del rock platense integró desde siempre a la música, al cine y al teatro, fogoneado por el pulso de la vida universitaria en las calles y los rincones de la ciudad.
Un "estilo" enmarcado en esa identidad juvenil y generacional propia, y casi única de La Plata, que rompe la monotonía y el letargo "pueblerino" de una ciudad encajonada por la ambigua postura de ser, a su vez, una capital provincial eclipsada por los sonidos del cosmos porteño.
Sin embargo, es ese rasgo, justamente, como apunta Sergio Pujol1, el que delimita y modela una forma de vida específica de los jóvenes platenses, no nativos en un gran número, que piensan y viven como comunidades, "propiciando la circulación de ideas" en forma de canción y poesía.
Siguiendo a Pujol, la característica del rock platense es que "no tuvo, como la Capital, una negación generacional que la rechazara"; porque no hubo, dice, una troupe de tangueros o jazzeros que mediaran, en los ‘60 y los ‘70, cuando se precipita la escena de la mano de La Cofradía y luego con Los Redondos (por citar los casos que trascendieron la frontera de la 32), para impedir la irrupción de la estética joven del rock local.
De esta forma, si se piensa que "La Plata es una escala y no un destino" porque el platense del interior siempre está en una situación de tránsito, la identidad poética y artística de la escena no se ve condicionada por el lugar; "no le canta a la nostalgia y el desarraigo", como el tango y el folklore, sino a "problemas universales y transnacionales que tienen que ver con una amplitud de miradas”.2
Podría definirse entonces como un hilo conductor de la cultura joven de la ciudad que sigue la huella de las ganas de decir, cantar y experimentar, sintiéndose parte de un momento de la vida que para muchos es único: la juventud. Y con una particularidad que la distingue: una urbanidad que desde su misma arquitectura, estéticamente simétrica, hace imposible la incomunicación de las partes: a diferencia de la Capital, las distancias en La Plata no existen y el diálogo entre los sujetos está garantizado, integrando, noche a noche, a una gran cantidad de músicos, artistas, cineastas, periodistas y estudiantes.3
Siguiendo esa línea de análisis, el periodista Franco Ruiz la delimita desde dos marcas esenciales: su perfil netamente interdisciplinario y la falta de prejuicios de los actores que la integran y conforman a la vez. Y agregamos una, puerta para otro tipo de trabajo: la fuerte impronta social de clase media que aún sobrevive, reflejo indudable de su carácter receptor de vida universitaria.
En el cruce de alcurnias y trayectorias, ilustra Ruiz, “la escena platense se recrea a sí misma, y aparece el folklore superpuesto a las nuevas tendencias de la música electrónica; la chacarera y el hip-hop; el tango y el llamado "rock barrial"; los punks y los dj's; todos juntos, haciendo posible ir de una fiesta electrónica a una peña sin tantos prejuicios".4
La escena local, de esta manera, surca una diversidad de estilos que se homologan sólo como marca identitaria, y le dan forma a un rasgo distintivo donde cada grupo busca imprimirle a su arte la ambigüedad y la ironía propias de las corrientes que salen de la declamación explícita.
Y si hay una tradición ineludible en el rock platense, desde La Cofradía, Los Redondos y Virus, pasando en los ‘90 por los Gorriones, Estelares, Mister América o Pángaro; hasta hoy, con grupos como Norma, El Mató, Mostruo!, Nerd Kids, Crema del Cielo o Sr. Tomate, esa tradición es la sensación de ir a contramano de la literalidad y la arenga estilística de eso que muchos llaman "rock chabón": ningún rincón de la ciudad donde resuenen los tonos de una guitarra tendrá "líderes" que inviten a escuchar la frase políticamente correcta, sino todo lo contrario: volverán a empezar siempre, para no dar nada por entendido porque sólo en la ambigüedad y la ironía parece percibirse el juego del rock.

"Rock chabón” y después
Sin pretender un análisis que exceda el marco ensayístico, lo primero es desenmascararse de cualquier limitación etnocéntrica, clasista y hasta nostálgica, propia de muchos escritores, periodistas o investigadores, que refieren a este tipo de categorizaciones. Lo que no sugiere, que quede claro, ser imparcial con respecto al comportamiento de sus actores (músicos/público) y las estéticas que los interpelan e identifican.
Si el punto de partida es sociológico, anclando en el público en tanto sujeto que conforma su identidad, el “rock chabón” se inserta como la expresión suburbana de las clases populares juveniles, sumergidas en un contexto de degradación social y cultural profundizado en los ’905, que se sienten representadas con los patrones emancipatorios de su simbología.
El rock chabón se desprende, así, como una nueva forma de interpelación e intención crítica de los sectores populares hacia la sociedad y el orden dado: Semán y Vila exponen la emergencia de un rock “neocontestatario” (como etapa posterior al “rock de protesta” de la tradición rockera del ‘60 y el ‘70), popular, que procesa la festividad y la diversión en clave crítica e inaugura inéditas formas de oposición a “ese mundo de consumo y confort siempre más prometido que accesible”.6
Otras miradas sobre el mismo eje, pero que ponen el acento en el contenido y la poética de las experiencias artísticas musicales, como la de Esteban Rodríguez7, procesan las costumbres del rock argentino en clave estética. Lejos de cualquier foco peyorativo sobre el componente social del llamado “rock chabón”, el autor desanda la actitud artística del cancionero y la poética “chabona”, en oposición a esa otra corriente rockera que caracteriza como “pop elegante”.
La lírica del rock chabón, asegura, cae en un conjunto de lugares comunes y frases hechas que suponen una gran subestimación del público que lo sigue y que se desentiende de las dos tradiciones genéricas del rock argentino: aquella que vertebra de Manal y Moris, hasta Los Redondos y Sumo; y la otra, que nace con Los Gatos, Almendra y Spinetta, y se prolonga con Charly o Cerati.
A esa poética que Rodríguez etiqueta como oportunista, previsible y literal, que se abre a la obviedad y el lenguaje televisivo, se eclipsa la incertidumbre lírica del “pop elegante”, que vuelve sobre el legado de Los Redondos y tiene en Virus a uno de sus referentes más importantes: el rock que insiste en la elegancia, la sensualidad y el deseo que apela al placer de la ironía y el enigma más sutil, sin perder en muchos casos la crudeza que se le reclama al género.
En estos últimos es donde se configura la escena local, como enfoca el periodista Oscar Jalil8: "el rock facturado en la ciudad no siempre acompañó el compromiso ideológico que exigía el momento político”. Mucho más atentos a cambios personales y espirituales, desliza, “esa línea de pensamiento, a simple vista descomprometida, proyectó su arte a través de alegorías y metáforas".
A ojos “apolítico” para aquellos espacios que le reclaman al artista el estrado del compromiso social, el rock platense parece redundar siempre en el sarcasmo moderno y la ambigüedad poética, más que orientarse hacia la arenga explícita y previsible. Una marca, a decir de Jalil, que atraviesa a la mayoría de los letristas del rock local, con una influencia cofrádica e independiente que fue retomada por Los Redondos y Virus; por la generación de recambio de finales de los ’80 y los ‘90, con Las Canoplas, Los Gorriones o músicos como Moretti, Astarita y Pángaro; hasta nuestros días, inspirándose en "el legado artístico de saberse independiente en lo creativo y poco sumiso a los dictados del negocio musical".
Sólo de esta forma, y pese a las categorizaciones de ese encasillamiento a veces cómodo llamado "subgénero" (el reggae de Encías Sangrantes o La Ombú; el tecno-industrial de La Secta; el "minimalismo" sonoro de Norma o El Mató; hasta el rock de guitarras más clásico de los Lunfardos o, con las distancias estéticas del caso, Mostruo!), parece comprenderse la vigencia actual de esa marca distintiva del rock platense, que es lo que cuenta en cada rincón de la ciudad, cada fin de semana.

* Un escrito de 2008 para el número dos de la revista El Agitador.

Notas
1 Profesor, historiador e investigador de la UNLP. En: Revista “La Pulseada”, noviembre de 2002.
2 Rosso, Alfredo. Idem.
3 Ese cruce interdisciplinario y artístico de la escena se potencia con el rol vinculante de emisoras como Universidad (107,5), y de otras comunitarias como Radio Estación Sur (91,7), sumado a la consolidación de sellos que promocionan y alientan la producción de bandas independientes y/o universitarias (Laptra o Cala Discos); y a la aparición, hace poco más de un año, de un diario (De Garage) editado íntegramente por y para la escena del rock local.
4 Ruiz, Franco: “El legado de una música con luz propia. La escena platense de los años ‘90”. Revista Tram(p)as de la Comunicación y la Cultura, mayo de 2007.
5 Semán, Pablo; Vila, Pablo: “Rock chabón e identidad juvenil en la Argentina neoliberal”. En: Entre santos, cumbias y piquetes, 2000.
6 Idem, p.256. Cinco años después, con la bisagra Cromañón a cuestas, Sergio Marchi (”El rock perdido: de los hippies a la cultura chabona”, 2005) dirá que esa “degradación” social y cultural ya no sólo interpela al rock chabón, sino que forma parte de su identidad constitutiva hasta en el mismísimo ritual; y lo simboliza sin eufemismos: banda y bandas, público y músicos, complotando en rebeldía para entrar y prender candelas en un lugar cerrado y con material altamente inflamable sobre el escenario.
7 Rodríguez, Esteban: “Entre la elegancia del pop y el rock chabón”, octubre de 2005. En: www.rodriguezesteban.blogspot.com
8 Jalil, Oscar: “Rock Versión Tinta. Antología del rock platense de los ‘90”. La Plata. Ediciones La Comuna, 2000.

martes, 13 de marzo de 2012

La guerra por otros medios


"Era el peor momento de la joven democracia y el comienzo de una era dorada para Clarín".
La cita simplifica una escena de tantas del estallido de junio de 1989, cuando Menem despuntaba el camino de la desregulación moderna con el anticipado fin alfonsinista.
Graciela Mochkofsky, autora de Pecado original: Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder, ensaya una genealogía de vínculos políticos e intereses económicos, detrás de la construcción de poder siempre ascendente del Grupo; desde la dictadura hasta los gobiernos constitucionales del nuevo siglo; y una reflexión, menos coyuntural que existencial, y a largo plazo, sobre las políticas de comunicación de los medios públicos en tiempos kirchneristas. En el último Le Monde Diplomatique y a través de Blog de Contenidos, el (mejor) espacio 2.0 sobre medios, del periodista Juan Pablo Mansilla.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Giannuzzi: 8 años


Mi hija se viste y sale
El perfume nocturno instala su cuerpo
en una segunda perfección de lo natural.
Por la gracia de su vida
la noche comienza y el cuarto iluminado
es una palpitación de joven felino.
Ahora se pone el vestido
con una fe que no puedo imaginar
y un susurro de seda la recorre hasta los pies.
Entonces gira
sobre el eje del espejo, sometida
a la contemplación de un presente absoluto.
El instante se desplaza hacia otro,
un dulce desorden se inmoviliza en torno
hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse
anuncia que todas mis opciones están resueltas.
Ella sale del cuarto, ingresa
a una víspera de música incesante
y todo lo que yo no soy la acompaña.

Poética
La poesía no nace.
Está allí, al alcance
de toda boca
para ser doblada, repetida, citada
total y textualmente.
Usted, al despertar esta mañana,
vio cosas, aquí y allá,
objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo.

Noticias
Cuando la comedia humana se pone movida
los periódicos abundan en golpes de estado, huelgas generales
crímenes, bodas, insurrecciones y muertes terribles.
Del basurero de la historia no colman la medida.
Sin embargo
¿quién consagró esos hechos?
Esta mañana el viento
golpeó en algunas ventanas.
Un perro y un hombre cruzaron la calle.
María reclinó la cabeza a las tres de la tarde.
Nadie contó estas verdades.
No hay sucesos pequeños.
En el taller de mi esquina, cuando amanecía
un obrero puso en marcha un motor.
Nadie habló de ese gesto oscuro.
Pero a partir de entonces
infinitas cosas se pusieron a funcionar a causa suya.
Así, de simple y rico,
y tan fecundo hacia distintas direcciones
el menor movimiento de tu mano

Fulgor en el subte
Los jóvenes amantes se lamían
las caras y las manos, desnudando
en la pública luz
la energía de la creación, la mutua
penetración de la materia viva.
Entonces los señores y tristes pasajeros
se irguieron esperando que el incendio
estallara hacia todas direcciones y destinos:
dejando que esa fuerza
se filtrara en ellos y cavara
en ropas, carnes, metales y maderas,
hasta un liberado resplandor.

Los destinos
Cuando esa noche el teléfono
sonó en la casa de pensión
el mundo extendió en el aire
un abanico de presagios diversos.
Pero el llamado no era para mí.
Otro hombre salió de su habitación
y sonoliento se encaminó al encuentro
de una oportunidad que a mí se negaba.
El hombre regresó con los ojos brillantes
y yo me senté y bostecé en la cama
esperando mi turno en la confusión
de una lotería abyecta

Por alguna razón
Compré café, cigarrillos, fósforos.
Fumé, bebí
y fiel a mi retórica particular
puse los pies sobre la mesa.
Cincuenta años y una certeza de condenado.
Como casi todo el mundo fracasé sin hacer ruido;
bostezando al caer la noche murmuré mis decepciones,
escupí sobre mi sombra antes de ir a la cama.
Esta fue toda la respuesta que pude ofrecer a un mundo
que reclamaba de mí un estilo que posiblemente no me
correspondía.
O puede ser que se trate de otra cosa. Quizás
hubo un proyecto distinto para mí
en alguna probable lotería
y mi número no salió.
Quizá nadie resuelva un destino estrictamente privado.
Quizás la marea histórica lo resuelva por uno y por todos.
Me queda esto.
Una porción de vida que me cansó de antemano,
un poema paralizado en mitad de camino
hacia una conclusión desconocida;
un resto de café en la taza
que por alguna razón
nunca me atreví a apurar hasta el fondo.

* Excepto "Mi hija se viste y sale" (Principios de incertidumbre, 1980) y "Fulgor en el subte" (Apuestas en lo oscuro, 2000), el poemario que completa fue publicado originalmente en Señales de una causa personal, de 1977.