jueves, 28 de junio de 2007

La escena del rock platense: entre la diversidad y la vigencia

Una identificación caprichosa del rock platense podría sugerir que en la diversidad artística de sus músicos y sus poetas se encuentra esa matriz estética que rompe la rigidez arquitectónica de la ciudad y sus habitantes, acostumbrados al ritmo semanal de la demanda laboral de oficinas públicas y comercios.
Es que si La Plata es, a su vez, una urbe moderna por adopción capitalina, también es una ciudad bucólica de espíritu que hace de ella y su Universidad el lugar donde se condensan las experiencias artísticas que convierten al rock platense en una escena de estilos diversos, pero homogénea a la vez.
Ocurre que lejos de anular las estéticas, la particularidad del rock local es que históricamente unificó y complementó a unas con otras, situación que permite percibir una variedad de propuestas musicales que forman parte del legado que le imprimieron las costumbres culturales del medio local al rock en particular. En principio, porque la esencia del rock platense integró desde siempre a la música, al cine y al teatro, fogoneado por el pulso de la vida universitaria en las calles y los rincones de la ciudad.
Un "estilo", como práctica y costumbre cultural, enmarcado en esa identidad juvenil y generacional propia, y casi única de La Plata, que rompe la monotonía y el letargo "pueblerino" de una ciudad encajonada por la ambigua postura de ser, a su vez, una capital provincial eclipsada por los sonidos del cosmos porteño.
Sin embargo, es ese rasgo, justamente, como apuntamos a partir de Sergio Pujol1, el que delimita y modela una forma de vida específica de los jóvenes platenses, no nativos en un gran número, que piensan y viven como comunidades, "propiciando la circulación de ideas" en forma de canción y poesía.
Siguiendo a Pujol, la característica del rock platense es que "no tuvo, como la Capital, una negación generacional que la rechazara"; porque no hubo, dice, una troupe de tangueros o jazzeros que mediaran, en los ‘60 y principios del ‘70, cuando se precipita la escena de la mano de La Cofradía y luego con Los Redondos (por citar los casos que trascendieron la frontera de la 32), para impedir la irrupción de la estética joven del rock local.
De esta forma, si se piensa que "La Plata es una escala y no un destino" porque el platense del interior siempre está en una situación de tránsito, la identidad poética y artística del rock local no se ve condicionada por el lugar; "no le canta a la nostalgia y el desarraigo", como el tango y el folklore, sino a "problemas universales y transnacionales que tienen que ver con una amplitud de miradas”.2
En otras palabras, se podría definir como un hilo conductor de la cultura joven de la ciudad que sigue la huella de las ganas de decir, cantar y experimentar, sintiéndose parte de un momento de la vida que para muchos es único: la juventud. Y con una particularidad que la distingue: una urbanidad que desde su misma arquitectura, estéticamente simétrica, hace imposible la incomunicación de las partes: a diferencia de la Capital, las distancias en La Plata no existen y el diálogo entre los sujetos está garantizado, integrando, noche a noche, a una gran cantidad de músicos, poetas, artistas, cineastas, periodistas y estudiantes.
La escena platense, de esta manera, se proyecta con una diversidad de estilos que se homologan sólo como marca identitaria, y le dan forma a un rasgo distintivo donde cada grupo busca imprimirle a su arte la ambigüedad y la ironía propias de las corrientes que salen de la declamación de la prosa de carácter explícito.
Se podría aventurar que si hay una tradición ineludible en el rock platense, desde La Cofradía,
Los Redondos y Virus, pasando en los '90 por los Gorriones, Estelares, Mister América o Pángaro; hasta hoy, con grupos como Norma, El Mató, Mostruo!, Nerd Kids, La Secta, Sr. Tomate o incluso Don Lunfardo, ya con una masividad distintiva dentro del rock nuestro, es la sensación de ir a contramano de la literalidad y la arenga estilística de eso que muchos llaman "rock chabón": ningún rincón de la ciudad donde resuenen los tonos de una guitarra tendrá "líderes" que inviten a escuchar la frase políticamente correcta, sino todo lo contrario: volverán a empezar siempre, para no dar nada por entendido porque sólo en la ambigüedad y la ironía parece percibirse el juego del rock.
Como apunta el periodista Oscar Jalil3, "el rock facturado en la ciudad no siempre acompañó el compromiso ideológico que exigía el momento político”; porque, mucho más atentos a un cambio personal y espiritual, “esa línea de pensamiento, a simple vista descomprometida, proyectó su arte a través de alegorías y metáforas".
A ojos “apolítico” para aquellos espacios que le reclaman al artista el lugar del comprometido social, el rock platense parece redundar siempre en el sarcasmo moderno y la ambigüedad poética, antes de orientarse hacia la arenga explícita. Una marca, a decir de Jalil, que atraviesa a la mayoría de los letristas del rock local, con una influencia cofrádica e independiente que fue retomada por Los Redondos y Virus; por la generación de recambio de finales de los ’80 y los ‘90, con
Las Canoplas, Los Gorriones o músicos como Moretti (Estelares), Astarita (Mister América) y Pángaro; hasta nuestros días, inspirándose en "el legado artístico de saberse independiente en lo creativo y poco sumiso a los dictados del negocio musical".
Sólo de esta forma, y pese a las categorizaciones de ese encasillamiento a veces cómodo denominado "subgénero" (el reggae de Encías Sangrantes o
La Ombú; el tecno-industrial de los mencionados La Secta; el "minimalismo" sonoro de Norma o El Mató; hasta el rock de guitarras más clásico de los Lunfardos o, con las distancias estéticas del caso, Mostruo!), parece comprenderse la vigencia actual de esa marca distintiva del rock platense, que es lo que cuenta en cada rincón de la ciudad, cada fin de semana.

Notas
1 Profesor, historiador e investigador de la UNLP. En: Revista
La Pulseada, noviembre de 2002.
2 Rosso, Alfredo. Idem.
3 Jalil, Oscar:
Rock Versión Tinta. Antología del rock platense de los '90. La Plata, Ediciones La Comuna, 2000.