viernes, 3 de mayo de 2013

“Todo lo que hicimos extramusicalmente boicoteó nuestra música”


Con el disco homónimo, coquetearon, con crudeza, el placer de los excesos con un anagrama de su propio nombre. Los Crema sentarían, así, las bases de una conducta social patentada en el grito de guerra de Espíritu de clase: “Negro de alma”, clamaron. Hoy proponen su Plan para Todos: Apostasía, tanto título como declaración de principios en la era del Papa criollo.

Hay una cama que no conoce. Recién cuando despierte notará que, ni esa madrugada ni las que vendrán, será la suya; tampoco la habitación: el techo del espacio que comienza a familiarizar tiene las medidas de un entrepiso que conduce, por una exigua escalera del lado izquierdo, a la parte de abajo. Allí hay dos personas que hablan; también un pequeño velador como centro de mesa y una luz tenue que se antoja desde la antecocina, tratando de disimular, para los ahora tres presentes, el sol otoñal que irremediable llega tipo seis y pico. El que se sumó último a la reunión no recuerda haber escuchado los temas del cierre de los Crema del Cielo la noche con Valle; respira la agitación y le agradece la gauchada al más alto de los dos que siguieron caminando la madrugada después de terminar el recital del Galpón.
“¿Qué gesto, hermano? Chabón, lo haría cualquiera”. El músico alardea; mira al compañero compinche de la seguidilla que ancló en la casa del entrepiso escaso, buscando complicidad en ese vértigo interno que el momento le exige.
“Tiene razón. Estabas agachado cerca de un cantero, con el móvil ahí cerca, regaladísimo. Te subimos al auto y te trajimos”, dirá Mauro.
Hay otros quiebres que pueden anticiparse, que no son de una noche o del corto plazo; son rupturas que se cocinan a fuego lento, como esa relación que resiste a lo irremediable de la separación hasta que lo que unía se corta por lo más ingrato. Ese necesario e irremediable cambio puede significar, también, una instancia vocacional de ir a más. “No creo que sea algo nuevo. Sólo nos enfocamos más en hacer música que en descontrolar. La vida de todos cambió; la de casi todos. Así que eso lleva a un cambio en lo general”, despunta el Boya, el cantante que supo pararse en una esquina céntrica de La Plata con un cartel oficialista, tan sincero como provocativo, en los primeros intentos de marcha campestre de 2008; es uno de los dos Rulli sentados alrededor de la mesa, en ese jardín al fondo de Meridiano V. El otro es Daniel, el percusionista: “Este vive como un rockero de los ‘60”, lo señala. “Yo, en cambio, vivo como un anciano de los 40 y sigo igual”.
Aunque prefieren no hablar de rupturas a secas, hubo una noche de 2011 de antes y después. Era viernes y, a las horas, Gimnasia se jugaba la permanencia en Primera frente a Boca. Fue la última vez, con el conocido desenlace de los partidos con los sanjuaninos, que nombraron al Lobo en directo. Ni tocaron los días del hincha por venir (Boya supondrá luego, contra su voluntad, que fue porque escasean las invitaciones). Primero fue un amague, después la concreción: el Rulli de los coros sacó una bandera con la franja azul frente a la batería, ya de Edu Carreras, el único pincha del grupo que, hasta su llegada, hacía del rojo y blanco lo más parecido al repelente.
Boya: Lo que está hecho, está hecho. Si me preguntás ahora si le pegaría de nuevo la cachetada a ese que le pegué la cachetada (NdR: el show con Mataplantas en el Pasaje Dardo Rocha donde los porteños alteraron la paciencia del vocalista) y fue un papelón para todo el mundo, le pegaría de nuevo. No cambiaría nada. Pensándolo un poco, más que un quiebre es un cambio dialéctico: pequeñas cosas que van variando en cada uno y eso hace que varíe todo en general. Son pequeñas cositas que un día dan un vuelco y de repente te das cuenta que las cosas funcionan de manera muy diferente a hace algunos años.

La personalidad y el “prontuario” del grupo siempre dijo más que su música o su poemario. No se hablaba de Crema desde la obra…
Boya: Eso siempre fue un boicot contra nuestra propia música.

El único que reconoce el espíritu autodestructivo que definió a la banda y empalagó los gustos musicales de tipos como Manuel Moretti, es el Laucha, el bajista del gorro con visera eterna, el hermano del Ramírez (el más grande: Mariano) de la radio comunitaria donde el grupo rozó la disolución; y de Nacho, siempre cercano a dar una mano por la banda. “Yo creo que en algún punto nosotros queríamos un poco todo eso”, acepta.
Daniel: No sé si lo queríamos. Pero somos responsables totalmente. Éramos muy desbocados con algunas cosas.
Boya: Fuera de joda. Y te lo digo a modo de título: todo lo que hicimos extramusicalmente boicoteó nuestra música. Se le prestó más atención a todas esas giladas que a las canciones. Pero la verdad es que no me arrepiento de eso: no tuve nunca una pose. Siempre hice lo que tenía ganas de hacer. Entonces no me puedo arrepentir, porque ahora estoy haciendo lo mismo.

Como la lógica futbolera aplicada a la música: ¿se toca como se vive?
Todos: Sí. Totalmente.
B: El momento que tenés de composición o de armar los temas, estás solo. No vas a estar yendo a buscar a tu hijo a la escuela y haciendo una canción. Así que básicamente eso no cambia mucho…
D: Igual eso no lo entiendo. Hay gente que se sube a un escenario y cambia de personalidad: ¿cómo funciona? Lo detesto. No quiero ni pensarlo. ¿Cómo puede ser que haya gente que para tocar sea de una manera y para vivir sea de otra?
B: Tiene que ver con el escenario…
El baterista interrumpe. Es el que más habla siempre después del grupo de hermanos. Será así a lo largo de la tarde: “Pará, pará (sic). ¡Ney Matogrosso se travestía para tocar y es un groso!”.
B: ¿Vos vas a ver a los Stones y qué preferís: a Keith Richards y Jagger con pelucas puestas o que aparezcan en silla de ruedas y pelados como están en la casa?
D: ¡Si no están en silla de ruedas y pelados…!
B: El pelo de Jagger no es real, dale… No se puede tener ese cabello a los 70 años. Lo nuestro no es hacer espectáculo; es hacer música, nada más.

En ese ida y vuelta de casi diez años, la resignificación de una inercia de ensayos, siempre en el límite de lo que toleran las noches que rompen en madrugadas, completó el combo y se trasladó al intento de otras búsquedas musicales. “Por eso no es un quiebre, sino una evolución. No es lo mismo componer a los 15 años que a los 40, porque a los 15 no tenés ninguna experiencia. Si me decís que compongo diferente que hace cuatro años, te digo que sí. Pero eso tiene que ver con el paso del tiempo y con las ganas o las necesidades que tenga uno. Mientras las cosas te fluyan… no te tenés que poner a pensar nada; sólo en componer”, sugiere el Boya. “Pero claaaro”, apura Eduardo. “Evolucionar también es eso: que lo que vos tengas para decir, lo digas de manera posta, lo traduzcas fielmente. Ser profesional no significa ser un ortiva: es organizarse y hacer las cosas. Nada más. Es eso. Estamos más enfocados en el arte y no en todo lo que lo rodea”. “Por eso. En el primer y segundo disco buscamos nuestro sonido. Ahora creo que estamos encontrando nuestra música más original; nuestro Crema del Cielo; más nosotros mismos y no tanto una repetición de cosas que venían, sino que eso maduró dialécticamente como para que ahora tengamos una identidad menos identificable con otras cosas”, suma el cantante.
La casa de la reunión tiene una pileta enrejada, algunos arbustos bajos que amagan dar sombra y, curiosamente, una medianera más corta de lo que aconseja el tiempo cotidiano filtrado por los medios con imagen; sobre la mesa, un Fernet del original, una tónica -también de la original, antes uruguaya- y algún cuelgue blando. Esa tarde, Cristina pasa en helicóptero hacia el regimiento de Arana para “supervisar ayuda para los inundados”. “Yeeeeeeeeegua”, imita el Laucha a los opositores con el sarcasmo propio de la banda. El que va más allá es, otra vez, el Rulli de los coros. Se imagina un 18A infiltrado como grupo soporte de las cacerolas. “De la única manera que podría tocar en un lugar así, sería con un cinturón lleno de explosivos; básicamente, para hacerlo detonar una vez terminado el acto sin ningún problema de entregar mi vida. En un 90% de lo que vi, era gente despreciable. Yo no tengo una postura decididamente oficialista, pero lo que más me convierte en oficialista es ver la gente que se manifiesta en contra del gobierno. Ese es el mejor aliado que tiene el kirchnerismo. Es gente desagradable y sin fundamento. Quise ir a sacar fotos y no pude porque me deschavo. Me cago a trompadas a los dos minutos”. Entre la risa general, el Boya sugiere no ser tan explícito. Pero se arrepiente: “Es que ahí correría riesgo tu vida. Podés reaccionar, pero te agarran entre 50 mil y te matan. Tenés que ir enfierrado y bajar a un par”.

Sí hay una marcada continuidad en cómo expresaron su lugar dentro de este contexto político, cada vez que han tenido que decir algo… ¿Compromiso, necesidad?
B: Cuando fui a la marcha del centro y aparecí en el diario con el cartel -contra mi voluntad, porque no había un periodista en ese momento- me acuerdo que me llamaron de una radio y les pedí que no dijeran que era el cantante de Crema del Cielo; que me hicieran una nota como un pibe que estaba ahí para contar la reacción violenta de esa gente. Quería mostrar el discurso vacío. No quería hacerme el héroe, ni que la gente me conozca por eso. Se suele mezclar con la banda porque pongo mucho el cuerpo. Pero no voy en nombre de Crema del cielo. Soy militante.

Aceptabas, aunque sin remordiendo sino todo lo contrario, que siempre se dijo más de ustedes por lo extramusical que por la obra. ¿Cómo logran, entonces, no “contaminarla” por afuera?
B: … Es que se va a contaminar igual. No me quiero comparar, pero Discépolo era un genio y los antiperonistas lo mataron, lo hicieron concha. ¿Y qué iba a hacer Discépolo: escribir otras canciones o decir otras cosas para dejar contentos a todos? Si hacés eso, no sos un artista. No tenés personalidad…
D: Hay gente que escribe la música pensando en a quién le va a desagradar o a quién se la va a vender. Lo que más tenemos al alcance es eso. Las bandas que uno reconoce como grandes acá en Argentina lo hacen. ¿Qué dudas hay?
B: Lo que no puedo ponerme a pensar, es eso: cómo actuar para agradarle a los demás. No puedo detenerme en eso. No me sale. No lo voy a hacer nunca.

“Apostasía” tuvo un nombre sustituto que quedó en la nada (El hipotético “Pinamar” coincidió con los trámites de desfinanciamiento colectivo de la Iglesia iniciados por los hermanos Rulli) y su anticipo causal, vía web, el pasado 18 de abril. Horas antes, la marcha. Horas después, como Estelares o Encías Sangrantes en Duro de Domar, “Volver en taxi” (“Se puede fantasear llamando la protesta ‘popular’ con cuadra y media de cola para volver en taxi…”) se convirtió en el fondo sonoro de los informes por venir en 678. “Apareces”, “Día a día”, “Proyecto tu”, “Plaza Sarmiento”, “Un éxito” (“México” de cuando era aún inédito), “Palabras”, “Occidente” y “Entra en pánico” se sumarán a la lista total de trece temas. “Más o menos compusimos veinte y quedaron once”, dice Fernando. Glombovsky es el guitarrista de apellido estridente y el que durante la entrevista apenas dirá algo más que el ausente que completa el sexteto: Leo Giordano, el de las teclas. El disco tendrá su presentación durante junio o julio, dos temas instrumentales y los aportes de Manza Esaín (Valle de Muñecas), Shaman Herrera y la ex Lumilagro, Valeria LaFerrara, en voces; y la gráfica, de la que no adelantan conceptos, para el ex Crema, Marcelo Pilegui (“Convivió con nosotros tres años. Conoce nuestro entorno y nuestra historia. Sabe todo”, fundamenta Boya), hoy instalado en Francia, con el que registraron “Espíritu de clase”.

¿Cómo los interpela la Catedral?
B: Yo tomé la comunión y la confirmación.
L: Con Fernando quisimos entrar a robar de noche (risas), pero no nos llevamos nada. Subimos hasta la cruz y pusimos un deseo cada uno; era una cosa que queríamos para nuestra vida. Escribimos “Lobo campeón” y “Noe te amo por siempre”. Y, hasta ahora, Gimnasia nunca salió campeón y Noelia se casó siete veces…

Oriundos de la ciudad donde han hecho toda su experiencia musical, con excepción de giras por Córdoba o alguna localidad bonaerense, siguen viendo como una cuenta a saldar la difusión más allá de la 32. “Para eso se necesita que nos hagan contactos, salir y poder intercambiar fechas”, ensaya una respuesta Dani. De esas pocas salidas, hubo una que se multiplicó sin límites precisos; un “secreto de sumario” que prefieren llevarse a una tumba alejada de Los Toldos y que sólo tiene a favor el recuerdo sarcástico del Laucha: “La pasé bomba”.
B: Fue la definición de lo que es el infierno. Dame ese día y esa combi todos los días de mi vida y eso es el infierno… A la ida comimos con un mono; el Laucha le mostraba el culo a los gauchos…
D: Se puso así en la barra (actúa una pose, se pone de espaldas en 90 grados, gira la cabeza hacia el grupo e imita una bajada de pantalones con ambas manos) y le mostraba el culo a los gauchos…
B: Después a la noche nos trajeron un lechón adentro de una caja de cartón sin cubiertos y lo comimos con la mano. Así nomás, ahhhh, desquiciados, sin un repasador y con todas nuestras barbas largas engrasadas con cerdo. Tocaba una banda heavy atrás de otra. Era como el infierno; un club de motoqueros que daban vueltas; un calvario. Hacían “buabuabuabuabua” y giraban, iban y venían…
E: Cantaban “rock duro, rock duro, a esos wachiturros me los como crudos…”.

El Boya deja la entrevista. Aprovechará el Laucha, entonces, para retomar la noche del CCC de 42 que Crema pudo no ser Crema por un bardo traducido en enojo con el sonido de los organizadores. “Le dijimos: ‘vamos a ser Los Pericos sin el Bahiano. Andate’. Ese día fue el peor…”, se ríe. “Pero tuvimos otros: fuimos a tocar para no sé qué mierda, a un acto, y estaban con todos los bombos afuera. Tuvimos que ir a pedirles que paren. No se escuchaba nada”. “En todos los actos de militancia peronista que tocamos nos mete él”, carga Dani, entre bromas generales, con la complicidad de Eduardo. “Definitivamente, en los peores lugares donde tocamos siempre nos metió Gabriel Rulli”.

* Un escrito para el número 62 del Diario De Garage.