lunes, 5 de marzo de 2007

¿Ficción?

Ideas. Muchos eligieron dar la vida por El

Todo transcurre el día que muere Perón. Cuatro o cinco tipos, no sabemos si "por izquierda" o por orden de la Conducción, piensan que "hay un plan militar del sector más ortodoxo y gorila del Ejército" para secuestrar el cadáver del ex Presidente.
Hay plan, ideas, diálogos, tácticas, mesianismos, delirios, pero falta algo: el cuerpo. La materia hay que conseguirla; y, sobre todo, ponerla dentro del cajón para hacer el canje.
Variantes no quedan muchas y surge sola, naturalmente, al pulso de las lágrimas por la muerte del Presidente: sacrificar al viejo de un compañero.
A los visionarios les alcanza con dos o tres llamados. El "perejil" de turno -así se comunicaban entre ellos: "perejiles" les decían- mientras lamentaba con
su madre el viaje final del líder, sentía que la mujer también lloraba por la muerte del otro... el de su casa.
La escenografía no presentaba novedades. Sobre un rincón del salón, convertido en improvisada funeraria, dos amigos del sindicato discutían la muerte de su amigo, mientras un tercero intentaba escapar de lo que veía descorchando la tercera botella de Toro Viejo.
Del otro lado, junto a la ventana abierta por donde asomaba el aroma de la tierra mojada, la única chica del grupo sentía que el plan revolucionario cobraba trascendencia.
"Compañero, dada la circunstancia, por el bien de la patria y el movimiento, usted tiene el reto del destino de ser el nuevo hijo del General", infirió la mujer, de mirada pálida, con gestos de agotamiento.
El joven, viendo cómo venía la mano y pese a negarse inicialmente, no tardó en aceptar el pedido.
"Dale, Juancito. La vida de la patria puso
su destino en el cuerpo de tu familia. Nos llevamos a tu viejo, lo cambiamos antes que los gorilas, y vos vas a ser el hijo de Perón; Juancito, date cuenta", deliraban en coro.
Sin mucha alternativa, y por el sí de la vieja, convencida por los compañeros del pibe, Juancito cambió las acusaciones de "reaccionario y apátrida" por el reto final de ser para siempre el hijo de El.
Todos, entonces: los amigos, el barrio, los compañeros, coordinaron la idea para salvar el destino de la patria ante la invasión gorila. Salvo Juancito, que unas horas antes de convertirse para siempre en pariente de Perón, comprobó que su viejo había dado la vida por el extinto líder, pero ante la irrenunciable amenaza arma en mano de sus compañeros de movimiento.