jueves, 22 de enero de 2015

La mística antes de la mística


Diez minutos restaban cuando Rulli la guapeó en la cancha de Lanús y evitó un descenso que era cosa juzgada. Fue justo un diciembre, en 1961. Ocho rojas y un empate a pura entrega que condenó al Grana a la B

Caprichos de la historia, destinos, Lanús en las instancias definitorias. Un rápido ejercicio: 1956 y 1961 para zafar del descenso en la última fecha, la “vendetta” granate y el desenlace negro del ’94 con el exiguo 3-3, o el gol de los jujeños a Instituto gritado en esa misma tribuna visitante, seis años más tarde, para esquivar la Promoción con Almagro tras un 0-1 con el anunciado penal blef de Casartelli atajado por Flores. Destinos: la misma cancha donde Estudiantes había mandado a la B a Gimnasia en el inolvidable ‘45. También hay de esas dulces: el 2-1 de Lanús a Boca con Bossio como proa albirroja para forzar la final del 2006.
El empate en la anteúltima fecha con Chacarita en 57 y 1 no le daba margen: Estudiantes se jugaría la categoría en el último partido de diciembre del ’61 y debía sacarle un empate al Grana en su cancha para seguir en Primera. Justo a Lanús, el otro amenazado: la nada o la gloria. Perder condenaba al Pincha a jugar en Segunda en el ‘62, si Atlanta no vencía a Ferro, la única posibilidad para no descender en caso de derrota… Y los de Caballito lograrían el punto que necesitaban.
Lanús preparó el partido tiempo antes. Era ganar como sea: repartieron panfletos, rebajaron las entradas y hasta regalaron otras tantas para que apoyaran los parciales de una entidad tan amiga como sureña… la barra de Banfield y con sus propias banderas. Hoy, ni en sueños.
Estudiantes tenía dos resultados a favor y el guiño de la historia reciente. Allí se había asegurado la permanencia la temporada posterior al ascenso: le ganó a Lanús en la Fortaleza, que llegaba invicto en su estadio en todo el torneo del ’55, y superó a Platense por tres puntos, cuando a falta de tres fechas el regreso a la B en sólo un año se presumía inevitable. Similar final sentenció el campeonato de 1956, cuando zafó de la B venciendo en la última al campeón, River, que llegó a 57 y 1 ya consagrado y sin compromisos.
Los ocho expulsados eximen de sopesar el trámite y la exigencia con que se jugó el partido. El árbitro expulsó a Díaz y Silvero casi en el arranque por agresión mutua; y minutos después, a Albrecht, por un topetazo contra Curia. Estudiantes aguantó el empate con uno menos durante buena parte del partido, hasta las expulsiones del complemento (Graziolo y Martina, en Lanús; Paulinho, en la visita) que equilibraron los equipos con ocho jugadores cada uno.
El local era desorden y presión porque el empate de Atlanta y Ferro no corría riesgos. Y le servía sólo el triunfo. El golpe llegó, inesperado, a 13 minutos del final: centro al área que no presumía peligro, complicidad a destiempo de Oleynicky y cabezazo de Reynoso para mover los cimientos. 1-0 y festejo por anticipado.
Estudiantes contestó rápido. El 0-1 lo mandaba a la B y la algarabía a Lanús le duró tres minutos. Un golpe letal. A los 35, Falcón gambeteó por izquierda y fue derribado entrando al área, sobre la línea de fondo. El uruguayo Fernández mandó un centro bajo, sorprendió a la defensa y Rulli (el mismo del Racing campeón del mundo) se anticipó a Yacopetti. Empate en uno, delirio y a guapearla los últimos diez, ya siete contra siete por las rojas a Reynoso y Castillo, para aguantar el empate que pagó Lanús con el descenso en su propia casa.
Delirio en la colmada visitante, sí; en los expulsados y el CT, que esquivaban los proyectiles de la platea local; y en el presidente, Mariano Mangano, que festejó la salvación como un título. Seis años después sería protagonista directo de otra historia.

* Publicado en el número de diciembre de Revista Animals!.

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