Se puede decir que la identidad es un rasgo distintivo
que delimita ciertas características, algunas comunes, en sociedad, y otras muy
propias y personales; que la identidad es un conjunto de pautas o conductas,
nunca estáticas, que se van configurando y alimentando por la propia dinámica
cultural de las personas que la ejercen y le inyectan esas características.
En el fútbol, o en los clubes, hay identidades mucho
menos permeables, fijas, las que hacen a una forma de ser histórica que a
medida que se construye va transmitiendo esos mismos valores de generación en
generación, reafirmando la identidad de sus antecesores. La camiseta, los
escudos, hasta los apodos, nacen y permanecen: es la identificación primaria y
la razón de ser. “La vida por los colores”, reza el himno.
Los colores en nuestro club fueron los mismos desde
siempre: desde principios de 1906, y en homenaje a los bravos ex colegiados del
Alumni imbatible, el rojo y blanco a bastones marcó el destino de Estudiantes,
otro tanto su apodo (“Pincharrata”) y también sus escudos, pese a algún
recurrente cambio en homenaje, para siempre retornar a los modelos
fundacionales.
Es loable para fundamentar la idea algún que otro
ejemplo europeo, allí donde el mercado y el marketing transforman al fútbol
como en ningún lado. El Madrid es el Real y siempre lo será “merengue”,
completamente de blanco; lo mismo el Barcelona, siempre de azul en sus medias y
en sus pantalones, salvo contadas excepciones; o mucho más al Bilbao,
empilchado a tono con pantalones y medias negras. ¿Alguien recuerda un Bilbao
de shorts blancos? Acá, se ve, el conjunto y la indumentaria lo es un todo,
desde la camiseta hasta los botines.
Lo mismo que reclamamos hoy como identidad de
Estudiantes: siempre como regla y no como excepción, los bastones en el pecho, pantalón
negro y medias oscuras (aunque también supo haber años gloriosos de medias
blanca), sean negras o algunas veces grises, como en los tiempos fundacionales
de indumentaria genérica común a muchos equipos: allí están las fotos de Los
Profesores, más atrás la de los campeones del amateurismo, o más acá los
dorados ’60 o el bicampeón de los ’80 para atestiguarlo.
Los casos citados arriba de Europa, pese a las siempre
recurrentes, pero excepcionales, terceras equiparaciones, siguen una norma
estricta para la vestimenta de sus representados. Decimos: si hay excepciones,
deberían ser eso: excepciones a una regla que debería ser cumplida, sin
ambigüedades, casi como un mandato estatutario no escrito. Estudiantes no sólo
es su manto a bastones rojo y blanco, lo es con su rico en gloria pantalón
negro y medias a tono. ¿Cuántas veces, sino, vemos a Boca con pantalón
amarillo, al Real difiriendo del blanco o un Barcelona jugando con su clásico
remera azulgrana y pantalones blancos o rojos? Nunca o contadas excepciones a
la regla. Si cuando por reglamento merengues o culés deben adecuar sus
pantalones y medias por un color igual a un rival eventual, la vestimenta la
modifican por completo: que alguien cite, sino, algún caso de Real Madrid con
pantalón blanco o Barcelona con otro color por fuera del azulgrana.
En el club, de seguro muchas veces por órdenes
reglamentarias, se sucede desde 2012 o 2013, un recurrente cambio en la
indumentaria que nos identificó y nos identificará, sin necesidad ni
obligación: ¿acaso Boca, por reglamento o por pedido de los jueces ante alguna
similitud en los tonos de la ropa, modifica sus pantalones (eventualmente, sí
sus medias, optando el amarillo sobre el azul) cuando Estudiantes visita la
Bombonera o, por caso, cuando lo hace River en cada clásico? Jamás. ¿Por qué
Estudiantes lo haría entonces, como el último sábado, debiendo jugar de blanco
sin que ninguna reglamentación lo obligase siendo que el rival viste de azul
oscuro y medias amarillas?
Sobran ejemplos en este torneo: Independiente visitando
a Rafaela con pantalones azules y los santafesinos usando su camiseta
tradicional junto a pantalones negros; otro tanto cuando Rosario Central juega
con River, y tanto uno como el otro no dejan de usar sus tradicionales
pantalones azules o negros.
Estudiantes debería tener una política institucional
mucho más rígida y menos contemplativa con relación a estas modificaciones que,
en otros clubes, no se cumplen nunca cuando la reglamentación no lo obliga.
Debería jugar de visitante utilizando siempre su camiseta tradicional con
pantalones negros y medias del tono (vale, acá, la mención a la vestimenta
usada, correctamente, en el empate último en Avellaneda, siendo Independiente
el obligado a modificarla), sin que ninguna norma o juez lo impidiese porque
así lo permite la reglamentación. Y, repetimos, salvo excepciones, debería
jugar de local con su camiseta tradicional y tratando de respetar a rajatabla
la utilización de sus pantalones negros salvo que se enfrente a un equipo que,
eventualmente, tenga éstos de ese mismo tono, como puede suceder cuando a La
Plata llegan River, Newell’s, Atlético Rafaela, Belgrano o, eventualmente,
Colón.
¿Por qué hacerlo, como hoy sucede más como regla que
como excepción, ante Boca, Tigre, Central o, como algunas veces, Godoy Cruz?
Ningún juez puede obligar al cambio cuando otros equipos no lo cumplen.
Hay fotos, recuerdos gloriosos, de Estudiantes usando
su camiseta titular con pantalones blancos (el título frente a Toluca, la Copa
contra Palmeiras o aquella noche de la palomita de la Bruja padre contra Racing
en el Monumental por la similitud, con la Academia, con la remera a bastones y
el monocromo de la televisación en blanco y negro). Pero siempre como excepción
lejana, nunca como regla.
Que la identidad del ADN nos guíe también a la hora de
vestirnos.
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