martes, 8 de noviembre de 2016

Nada de "pachorra"

La final de la Sudamericana parecía un recuerdo lejano: habían pasado tres meses, el equipo con Astrada divagaba en torneo y Copa y el timonazo de la dirigencia puso proa a un pincha con raigambre en River como ayudante de Passarella: Sabella se hacía cargo en marzo de 2009 de un equipo sin rumbo y ya nada sería igual.
Tuvo la pizca de lo imprevisible del fútbol, en pleno arranque, cuando empató en el minuto 51 un clásico que parecía sentenciado (aquel de Sánchez Prette). Y le dio el sentido de pertenencia necesaria a un equipo que se armaba de memoria: identidad; valor al esfuerzo en equipo; y la preponderancia de lo colectivo por sobre lo individual, siempre. Ni más ni menos que el secreto de laboratorio de aquel equipo de Zubeldía trasladado generacionalmente de su mano. Trasladado tanto adentro, en resultados, como afuera de la cancha, en el respeto por el rival: aquella imagen del plantel subcampeón del Metro ’68 aplaudiendo, cara a cara, al San Lorenzo victorioso en el Monumental, es la foto de los Desabato o los Verón, con hidalguía, respetando la coronación del Barcelona en Dubai, ese partido que fue "casi perfecto". Los valores que transmitió Sabella en su preponderante y bisagra paso por el Club, ese donde lo logró todo, como jugador y como técnico.

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