miércoles, 25 de marzo de 2015

Redimir la historia


El hat-trick de Carrillo saldó la cuenta pendiente contra el Barcelona ecuatoriano, aquel de “La hazaña de La Plata” que hizo hito al quitarle el invicto, en 57 y 1, al tricampeón de América de Zubeldía

El récord se defendía sólo, sin necesidad de alegatos que redundaran lo inobjetable de los números: diez triunfos y un solo empate -contra el Millonarios colombiano en la Copa del ’68- chapeaba de local Estudiantes en sus primeras tres participaciones de Libertadores. Una verdadera fortaleza, donde se había hecho del 95% de los puntos, clave a la hora de enumerar razones para el inédito tricampeonato sudamericano: ninguno lo había logrado, de manera consecutiva, en toda la historia. Independiente, River, Universitario, Palmeiras, Peñarol o Nacional, entre tantos, sucumbieron en 57 y 1 sin contemplaciones.
Campeón del ’70 contra el Carbonero en el Centenario, el Pincha se benefició nuevamente con el ingreso directo en el cuadro semifinal de la Libertadores ‘71. De un lado, el Nacional uruguayo, Palmeiras y la U de Perú; del otro, la Unión Española de Chile y Barcelona de Guayaquil, clasificado después de un 3-0 a su clásico rival, Emelec, en el desempate del Grupo 5.
Es cierto que el invicto pertenecía en exclusiva al máximo trofeo de la CSF. Estudiantes tenía tres antecedentes de derrotas en el Hirschi: el partido de vuelta de la Interamericana ’69, contra los mexicanos del Toluca, y los dos choques por la fase de grupos de la Supercopa de Campeones Intercontinentales de aquel mismo ’69, contra Peñarol y Racing Club. Una copa, al tiempo oficializada por la Confederación, a la que Estudiantes no le puso el ojo suficiente por el escaso calendario en el que se jugó.
Basurco, así son “s”, es el nombre, resonante como desconocido por fuera del mundo fútbol, que quedó en la leyenda del fútbol ecuatoriano con el campanazo del Barcelona, el 29 de abril de 1971, contra el tricampeón de América en su tierra y en su casa. Novato en convocatoria y organización (el profesionalismo apenas contaba quince temporadas), la historia le reservó para siempre un lugar en el podio más alto del fútbol de aquel país hasta la clasificación del Seleccionado de Darío Gómez al Mundial de 2002. Hasta Wikipedia lo incluye en un artículo: “La hazaña de La Plata”, tal la magnitud de aquel 1-0 del ’71 contra los invencibles de Zubeldía.
Juan Manuel Basurco Ulacia, español de origen vasco, combinaba el fútbol amateur con los seminarios y el estudio sacerdocio. Recibido y con vocación tercermundista, se hizo misionero en América Latina. De la parroquia y la invocación católica, sin dejar nunca de practicar el deporte que lo llamaba como principal afición, pasó a la incipiente Primera División profesional, contratado por la LDU de Portoviejo. Sí, como se lee: un cura futbolista en una liga sudamericana. Barcelona le vio cualidades y lo fichó para jugar en la temporada ’71. Una corta carrera y un promisorio currículum: ocho partidos y dos goles; uno de ellos, el que coronó sobre el arco de 55 ese 29 de abril después de una jugada por izquierda con el legendario Alberto Spencer -aún hoy máximo goleador de la Copa, de regreso a Ecuador pos paso victorioso por el Peñarol de los ’60- para transformarse en “el padre de los botines benditos”. Ni siquiera su popularidad en Ecuador por la trascendente conquista amainó la equivocada manera de describir su apellido: para todos, Basurco era, y será, con “z”.
Con la serie a favor de diez triunfos y un empate, sumando la victoria de Estudiantes en el partido de ida, el pleno contra Barcelona en 57 y 1 se descontaba obvio, notorio. La revista El Gráfico, en la previa y con la firma de Ardizzone, arriesgaba el resto: “… Por ahí Barcelona es un equipo de tercera categoría, donde el maestro Spencer está jugando la última parada de su gran carrera goleadora (…) En Guayaquil, resolvieron el partido más que con organización para encararlo; con la seguridad y serenidad del equipo que sabe lo que quiere. Que sabe que en este tipo de confrontaciones no se gana sobrando aunque el rival sea de tercera categoría (…) Ya sé que Barcelona es un equipo de tercera categoría, pero el partido era allá, con las tribunas de Guayaquil y con los 35 grados de Guayaquil”.
Nada de eso sucedió. Aunque la clasificación del equipo que ya dirigía Kistenmacher, a las finales con Nacional, hicieron más rápido que pronto borrón y cuenta nueva de este lado del continente. Estudiantes cerró la semifinal venciendo en ida y vuelta a Unión Española. Después, la historia recordada de Lima y la caída en el desempate con los uruguayos.
No sólo se cuenta la plusmarca de tener, hoy, el mejor porcentaje de puntos en la historia de la Copa entre aquellos clubes que disputaron más de una edición (supera, por escaso margen, a los brasileños Cruzeiro y Santos): la serie favorable con Independiente del Valle y la tripleta de Carrillo con Barcelona, aumentó a 42 las victorias como local, en 53 partidos, con 8 empates y sólo tres caídas, aquella con el Torero ecuatoriano en el ’71, otra con Olimpia en la Libertadores 1984 y la más reciente con Cruzeiro en la edición 2011. Una marca tan envidiable como inigualable, todavía hoy.

* Publicado en el número de marzo de Revista Animals!.

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