Convocados por la
Fundación Eva Perón, en 1948, los equipos de Primera se enfrentaron amistosamente
con sus clásicos rivales. En 57 y 1, Estudiantes le ganó a Gimnasia 7 a 2: una paliza sin equivalencias y, acaso, la siembra histórica de 2006
Hay
contextos, impensados de antemano, que pueden determinar y modificar las características
de un acontecimiento y su posterior trascendencia. En el fútbol, esas
particularidades redundan en hechos extraordinarios que le abren el baúl a los mojones
y los hitos de la historia. ¿O Aldosivi, por caso, no sigue tipeando historia
grande con lo que debió ser un partido más de liga local cuando Alvarado lo
enfrentó en una última fecha y, paradoja del destino, necesitaba que su rival
lo venciera por goleada para repetir el título y habilitarle un repechaje para el
Regional? Insospechado, sí. Pero real: mandaron a la cancha un once de 4ta. y 5ta. y no hay pozo para
el arrepentimiento: fue 0-13.
“Picón”,
picado como en la plaza, “match vermouth destinado a despertar el apetito para
deglutir con más ganas el manjar por venir”, inferían los comentarios
periodísticos de época por lo fuera de lo común del encuentro, anticipando además
la revancha al caer por el campeonato, siendo que era el tercer partido
amistoso entre pinchas y triperos, que no se enfrentaban en esta condición
desde… 1917.
Amistoso
u oficial, Estudiantes jugó a sus anchas esa calurosa tarde y le puso fibrón rojo
al calendario del 17 de agosto de 1948, tanto por causalidad de presente como
por peso de la historia: hasta el lustro mágico del regreso de Verón y los
cinco al hilo con el 7-0 como punta de lanza, la del ’40 era la década de mayor
diferencia en el historial entre uno y otro (8 victorias y sólo dos derrotas, con
descenso incluido para el Lobo cayendo en la última del ’45 contra el Pincha en
Lanús) y había marcado un período de prepotentes donaciones con los logros en
las copas Escobar y República y el tercer puesto del ’44. Y, en adición, como
en extraña deuda, Estudiantes refrendaría el 7-2 tres semanas después, también
de local, con un 6-1 y otra goleada implacable a Gimnasia. Lee bien: 13 goles al
clásico en 18 días.
No
hubo equivalencias de ningún tipo: un equipo que llegaba al amistoso con el
Lobo con un Infante encumbrado en la tabla de goleadores, que peleaba el torneo
y había perdido el liderazgo sólo un par de fechas antes frente a River, y
marcaba la mejor campaña entre el hito de Los Profesores del ’31 y el inicio de
la gloria toda en el ’67; y otro que terminaría aquel 1948 en posición de
descenso, luego anulado tras la huelga de los profesionales que determinó la
suspensión del torneo y su continuidad con juveniles.
Además
de los siete goles, si algo extraordinario acumuló el partido, que se jugó a la
misma hora que los otros clásicos programados por la AFA y el Gobierno para colaborar
económicamente con el organismo de asistencia social del Estado, se dio por la
inusual fecha de disputa (feriado de martes por la tarde) y por la posibilidad de
cambios ilimitados que tuvieron los técnicos de ambos equipos, lo que obligó
(ver aparte) a suspender el tradicional partido de Reserva para cuidar
jugadores y mecharlos en Primera. Y
hay más: la ausencia del entrenador tripero en el banco de suplentes… el
mismísimo Nolo Ferreira, en una de las efímeras experiencias como entrenador que
tuvo el crack pincha del amateurismo, reemplazado ese día por el volante
central, Roberto Scarone, que trocó pilcha de futbolista por saco de DT, de
posterior y luminosa carrera como entrenador en el Peñarol de los ’60.
Ausentes
Ogando y Arbios en el albirrojo, y sólo el zaguero Charini en Gimnasia, los
equipos bajaron en cancha lo mejor disponible -aun habiendo jugado por
campeonato 48 horas antes- para no restarle interés a un partido cuyo objetivo era
lograr concurrencias de las amplias por su estricto sentido benéfico. Por eso
el triunfo y su trascendencia, pese a la inusual disposición de permitir suplentes
y el varieté de cambios: el 5-0 parcial del primer tiempo se produjo con las
formaciones base que uno y otro venían mostrando en el torneo oficial. Como en
2006, un año sin equivalencias…
El
primer gol llegó apenas iniciado el partido, sobre el arco del Industrial: una
asistencia pasada de Gagliardo, desde la derecha, sobró a Menella y Barreiro
cabeceó, sin marca, para el 1-0; el segundo, obra de Alberto Pogliani, titular
en lugar de Arbios, capturando un rebote largo del arquero Poggi; el tercero y
el cuarto, a través de centros sinónimos de Gagliardo, que, como en el primero,
hizo malabares con sus desbordes, abrió el espacio y cedió, respectivamente,
para Pelegrina e Infante, autor también del quinto con una atropellada
furibunda antes de terminado el primer tiempo.
El
complemento mostró a las dos escuadras con varias modificaciones y un
Estudiantes que, pensando en el domingo siguiente contra el animador Racing,
bajó la guardia en un clásico que se había cerrado en apenas 45 minutos. Garcerón
y Gagliardo aumentaron números, José Santiago descontó después por dos, pero
los goles triperos apenas sirvieron para decorar un 7-2 que, por momentos, midió
elevar la cifra y fundó un marcador reapropiado por los pinchas de ayer, y
extendido hasta hoy, como mandato místico.
* Un escrito para el número 81 de Animals!.
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