
Pensaba si Walsh hubiera sido como él; casi la misma pregunta sobre Perón: ¿qué hubiera hecho en los '90? También me sorprendió no ver tanta freakseada; debían estar haciendo cola en el Bafici.
Enfrente, en la entrada a la sala Amarilla, se amontonaba un montón de gente. Dos minitas cortaban el aire con algo de feminidad. Eran dos contra casi veinte hombres: padres; solteros; caras de "qué carajo hago acá un domingo a las 7 de la tarde": estaban mirando CASLA-Chicago en el stand de Multicanal.
Es que todo en la Feria se mide por stand: stand de esto, de lo otro, de aquello; el que no tiene stand no está; no tiene entidad; casi que no existe. Por eso lo tiene Clarín, la Ñ, La Nación, Lanata, Savater: todos, todas; la llamada "cultura".
Después de muchos años esta vez fui con un mango: metí uno de Polimeni: "Bailando entre los escombros", una crítica de la historia del rock latinoamericano: de Mutantes y Matogroso, a Cazuza, Tacuba y Prisioneros; "Cuando el arte ataque", de Omar Emir; "Tartabul", de Viñas; y tantos otros.
Cuando me iba, en el pabellón Verde, otra dos minitas, igual que las dos de antes, las del partido, regalaban Fernet; y una vieja con pinta de gorila comentaba en voz baja "qué buena la charla de Horacio".
Libros caros, muy caros; otros baratos, muy baratos... algo de basura... Eso, la Feria del Libro.
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