miércoles, 4 de julio de 2007

Lejos de la percusión

En la sala Ocre, Verbitsky presentaba con Pigna y un limado de voz gruesa algo como "Cristo vence". Me enteré porque se lo promocionó en su diario (calificativo que usó durante la conferencia para hablar de, justamente, "su" diario). Lo escuché ser crítico del Gobierno, pero construye hacia el movimiento y le marca errores a la gestión como forma de superarlos.
Pensaba si Walsh hubiera sido como él; casi la misma pregunta sobre Perón: ¿qué hubiera hecho en los '90? También me sorprendió no ver tanta
freakseada; debían estar haciendo cola en el Bafici.
Enfrente, en la entrada a la sala Amarilla, se amontonaba un montón de gente. Dos minitas cortaban el aire con algo de feminidad. Eran dos contra casi veinte hombres: padres; solteros; caras de "qué carajo hago acá un domingo a las 7 de la tarde": estaban mirando CASLA-Chicago en el stand de Multicanal.
Es que todo en la Feria se mide por stand: stand de esto, de lo otro, de aquello; el que no tiene stand no está; no tiene entidad; casi que no existe. Por eso lo tiene Clarín, la Ñ, La Nación, Lanata, Savater: todos, todas; la llamada "cultura".
Después de muchos años esta vez fui con un
mango: metí uno de Polimeni: "Bailando entre los escombros", una crítica de la historia del rock latinoamericano: de Mutantes y Matogroso, a Cazuza, Tacuba y Prisioneros; "Cuando el arte ataque", de Omar Emir; "Tartabul", de Viñas; y tantos otros.
Cuando me iba, en el pabellón Verde, otra dos minitas, igual que las dos de antes, las del partido, regalaban Fernet; y una vieja con pinta de
gorila comentaba en voz baja "qué buena la charla de Horacio".
Libros caros, muy caros; otros baratos, muy baratos... algo de basura... Eso, la Feria del Libro.

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