sábado, 8 de noviembre de 2025

AFA: una historia de fallos y polémicas



La insólita y extendida en repudio sanción contra el Lobo jujeño tras los cuartos de final del Reducido de la B Nacional, un fallo sin antecedentes recientes que profundizó heridas por el accionar de la dirigencia de AFA bajo gestión Tapia. Back up de los casos más resonantes

Deportivo Madryn ya había amagado hacia el final de la temporada pasada: un empate en la última fecha contra Colón en Santa Fe lo había privado, por diferencia de gol, de asegurarse el primer puesto de su zona de la B Nacional 2024 y quedó en las puertas de disputar la final por el campeonato y el ascenso directo a Primera. Ese que, finalmente, se llevó Aldosivi de Mar del Plata dando el campanazo contra San Martín de Tucumán en el “Gigante de Arroyito”, en Rosario.
2025 no iba a ser la excepción. Se insinuaba. Lo había advertido, casi como presumiendo denuncia -aunque sin pruebas, claro-, hasta el propio periodismo. Fue Gustavo Grabia quien, antes de las fechas finales de la Primera Nacional 2024, remarcó el huelle arado por su “sorpresa” al ver la nueva composición de la Comisión Directiva de AFA para 2025, con la inclusión de Javier Trueque -huelgan los comentarios por la analogía y el capricho tautológico de su apellido- en la lista de nuevos vicepresidentes de AFA. Uno de esos “trueques” lo llevaron a canjear el histórico liderazgo en la Liga del Valle como dirigente de peso del Consejo Federal para estar en la lista top del fútbol asociacionista porteño, ahora en la AFA del Chiqui.
Madryn, “el que corre con el caballo del comisario”, a decir de quienes conocen los abarates semanales de la categoría, que en la jerga gaucha del fútbol criollo se traduciría en el -inexorable en el tiempo- ascenso del club chubutense a la Liga Profesional, como alguna vez sucedió con el Barracas Central de Tapia o el Riestra del ex “boga” de Diego Maradona: Víctor Stinfale. Sería el primer equipo patagónico, el más austral del país, en llegar a la Primera División de los equipos directamente afiliados a la AFA en toda la historia. Hubo solo seis casos desde la federalización masiva del fútbol argentino en 1967 de la mano de Valentín Suárez -Cipolletti de Río Negro, Deportivo Roca y Atlético Regina, de la provincia de Río Negro; Alianza Cutral Có, de Neuquén; y Huracán de Comodoro Rivadavia e Independiente de Trelew, de Chubut- pero todos clasificando desde los cupos directos que otorgaban las ligas regionales al Campeonato Nacional.

Javier Trueque: de la mano de Tapia, el "eslabón" del fútbol patagónico en AFA

El éxodo jujeño
Por el ordenamiento según las posiciones finales entre los clasificados de ambos grupos, Gimnasia y Esgrima de Jujuy debió enfrentar los cuartos de final del Reducido contra el perdedor de la final por el ascenso directo, el Deportivo Madryn, en la simpática “Tacita de Plata”. Cuando iban iguales en 0, el juez -Lucas Comesaña- dijo no ver un clárisimo penal para los locales por una mano adentro del área que se percibía desde Salta… Hubo reclamos, alguna tangana, insultos de los hinchas locales. Pero fue “siga y siga”. Pese al garfio, los jujeños lograrían la ventaja con un gol, sobre la hora del primer tiempo, de Alejandro Quintana: 1-0. Fue ahí cuando Comesaña denunció intimidaciones y una supuesta “apretada”. Según consta en el fallo del Tribunal de Disciplina publicado antes de la revancha, declaró que un directivo norteño los amenazó a gritos: "Salgan a dirigir bien (el segundo tiempo) porque de acá no se van: los meto a los cuatro presos y los dejo tres días detenidos en Jujuy", en referencia al juez principal, los asistentes y el cuarto árbitro.
Comesaña no dudó, no salió a dirigir el segundo tiempo y suspendió el partido. Denunció el hecho y el Tribunal actuó con una severidad pocas veces vista en los últimos años: partido perdido por 0-3 para el elenco local y distintas multas sobre el club y su estadio.
Con la desventaja, la revancha del pasado domingo fue apenas un casillero a completar a pedido de Trueque. Madryn ya superó la llave de cuartos y espera la serie de semifinales contra el granítico Deportivo Morón. ¿Habrá equivalencia? Duelos de Deportivos…


De los jueces británicos al descuento de puntos
Hurgando en la sinuosa historia asociacionista, terminado el campeonato superior de 1947, la AFA dispuso la contratación de árbitros británicos. Fueron ocho en total. Consecuencia de un gran devenir de años de acusaciones cruzadas y el siempre palpable favoritismo de los jueces locales para los intereses futbolísticos de los llamados “cinco clubes grandes”. ¿Sus nombres? David Gregory, James Provan, Aubrey Withe, Lionel Gibbs, Charles James Dean, Harry Hartles, John Cox y William Brown.
Lo vivieron de cerca los clubes locales: con Gimnasia, en el torneo de 1933, que protestó con la legendaria “sentada” en el campo de juego en un partido contra San Lorenzo, de visitante, por los escandalosos fallos del juez Alberto Rojo Miró a favor de los locales, que peleaban el campeonato mano a mano con los platenses. El Cuervo convirtió los goles sin resistencia, uno tras otro, y el árbitro lo frenó cuando ya ganaban 7-1. Un acto de honestidad y desobediencia sin precedentes que dejó el primer antecedente de rebeldía en la recientemente creada Liga Argentina Profesional. Como resume el colega Carlos Aira en su “Héroes de Tiento”: “El Expreso de 1933 inventó la categoría de campeón moral. ¿Pudo pelear el campeonato hasta la última fecha? Jamás lo sabremos: Gimnasia abrazó la inmortalidad moral, pero desistió de pelear hasta el final”.
Pero también con Estudiantes, que llegó a decretar “persona no grata” la presencia del árbitro internacional, José Bartolomé Macías, cada vez que era designado para dirigir a los albirrojos, como ante River en un partido clave del campeonato superior de 1935, cuando el colegiado ignoró un claro penal para el Pincha, le expulsó dos jugadores y le anuló un gol lícito por supuesto offside. La propia prensa local solía ilustrarlo, sin filtros, al tal Macías, con un sombrero de “bombero”, siempre atento el hombre a favorecer a los “grandes” del fútbol porteño.
Cuenta Alejandro Fabbri en uno de los tomos de “Historias Negras del Fútbol Argentino”, citando al diario El Mundo de 1936: “Lo concreto es que gran parte del periodismo se hizo eco de esta situación. El diario advertía que una falta absoluta de carácter se aprecia en la mayoría de los árbitros que actúan en las filas de la Asociación del Fútbol Argentino. No ignoran nada de lo que ocurre a su alrededor. Advierten gestos y oyen insultos. A pesar de que los ojos de millares de espectadores están controlando severamente sus procedimientos, no se les ve intervenir con la decisión y la energía que reclaman las circunstancias. Esa tolerancia ha traído como lógica consecuencia una terminante falta de respeto de parte de los jugadores quienes luego, al comprobar que sus incorrecciones no han merecido una sanción ejemplar, comentan risueñamente en los vestuarios la debilidad del espíritu del juez, que no se atrevió a expulsarlos. Culpables no son, por consiguiente, los futbolistas, sino los mismos referees que no saben imponer ni defender su autoridad”.
Pero las incongruencias del Tribunal de Disciplina de AFA son tan discutibles como extendidas en el tiempo. En 1940, Independiente se desligó del partido contra Atlanta de la última fecha y los Bohemios evitaron el descenso sin sanciones para los jugadores del Rojo. Una de las mayores “entregas” de la historia, se cuenta entre especialistas, contra un Independiente que venía de ganar el bicampeonato 38/39: Atlanta vencía 6-0 en el PT sin que mediara ninguna reacción de los visitantes (después, para matizar el despliegue, convirtieron cuatro y cayeron pero por 4-6) y se vio favorecido por el triunfo de San Lorenzo sobre Vélez, que finalmente quedó un punto por debajo de Atlanta y descendió por primera y única vez en su historia.
Lanús y Huracán definieron un descenso teniendo que desempatar en el Campeonato de Primera División de 1949. Fue un triunfo para cada uno y, en el tercer y decisivo partido, cuando iban 3-3, Huracán se retiró de la cancha disconforme con el arbitraje. El Reglamento era taxativo y preveía "la pérdida de puntos para el equipo que deje el campo de juego". Pero el mismo Tribunal de Penas dispuso que se jugara de nuevo, sin sancionar al Huracán de Ducó pese a las protestas de los Granates. Lo ganó el Globo y Lanús a la B. Tan insólito como condenable.


Los promedios... a medida de los "grandes"
El fútbol moderno trajo mayores incongruencias y ninguna ingenua. Después de que San Lorenzo descendiera en 1981 al terminar entre los dos últimos del campeonato, y justo cuando River estuvo cerca de hacerlo en el Metropolitano 1983 (ese año terminó anteúltimo y con el viejo sistema de descensos por puntos hubiera descendido), se implantó nuevamente el sistema de promedios para determinar quiénes bajaban de categoría. Se tomaban las dos últimas campañas. Por este sistema zafó River, pero se perjudicó a Racing de Avellaneda, que en ese 1983 descendió por primera vez. Los promedios siguieron, pero el efecto sobre uno de los “grandes” (Racing) hizo modificar el sistema. Ya no se tomaría el promedio de las dos últimas temporadas, sino de las últimas tres temporadas. Más hándicap para “los grandes”.
Otro tanto en la segunda década de los 2000, cuando todavía se jugaban las atractivas promociones que podían determinar hasta cuatro descensos por temporada con campeonatos que se jugaban con 20 equipos en la categoría. Había dos descensos directos y otros dos posibles en las reválidas con los mejores clasificados de la Primera B Nacional. Algo que hoy suena a quimera, cuando proliferan las ligas de 30 equipos y se suspendieron los descensos de categoría en tres de las últimas seis temporadas.
Racing y San Lorenzo a punto estuvieron de repetir los descensos en 2008 y 2012, zafando en las respectivas promociones contra Belgrano e Instituto de Córdoba; pero sí lo hicieron River, en 2011, e Independiente, ya en 2013. Un año después, y antes de su fallecimiento, la idea de Julio Grondona se haría efectiva: los campeonatos pasaron de 20 a 30 equipos en la máxima categoría y, nunca más, “un grande” sufriría por pelear el descenso. Había pasado mucha agua bajo el puente. Y era suficiente...
Nada nuevo bajo el sol.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

La historia jamás contada del primero del Pincha


Un 5 de noviembre de 1905 jugó su primer partido en la ciudad, en la actual Plaza Malvinas, en 50 entre 19 y 20. Fue el predio que, de manera provisoria, utilizó desde su fundación hasta la aprobación oficial de su cancha de 57 y 1. Lo ganó Estudiantes 2-0 ante los juniors del Wanderers Nacional, con un adolescente Jorge Luis Hirschi como titular: el hombre del estadio UNO

Habían pasado apenas unos meses de la fundación de la institución platense que fue pensada para practicar y ser un club de fútbol: el por entonces “Club Atlético Estudiantes”. Y la historia se inscribe conocida: la noche del 4 de agosto de 1905, un grupo de pibes estudiantes -mayoritariamente socios y sportsman’s del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata- terminaron fusionando sus pasiones por el incipiente deporte de los “ingleses locos” y decidieron fundar un nuevo club en La Plata. Fueron veinte a una asamblea que, se conoce, comenzó la noche del 4 de agosto y terminó bien entrada la madrugada del 5 de agosto: Miguel Florentino Moreda, Carlos y Jorge Isla, Tomás Ismael Shedden, Ricardo Sancet, Saúl y Antonio Ferreiroa, Alejandro y Emilio Fernández, David Ramsay, Uberto Vignart, Hugo Ferrando, Raúl Salas, Antonio Mouzo, Joaquín Sesé, Horacio Tolosa, Carlos Sagastume, Jorge Contreras, Félix Díaz y Alfredo M. Lartigue.
Faltaban días, apenas, para que Gimnasia jugara su último partido de fútbol como local en la reconocida Plaza de Juegos Atléticos de 47 y 1; por el torneo de Tercera División, antes de la escisión definitiva de ese deporte del club, contra Catedral al Norte. Un 3-1 a favor jugado el 12 de agosto de 1905, meses antes de que allí se levantara la construcción de los edificios del futuro Colegio Nacional Rafael Hernández. Fue por eso que la CD albiazul debió ceder esos terrenos, que usufructuaba como campo deportivo, al nacionalizarse la universidad provincial: la hoy Universidad Nacional de La Plata.
Esa tarde, un tal Félix Díaz -el comerciante de avenida 7 que prestó su local para la primera reunión de los fundadores pincharratas- fue juez de línea y se alistaron en Gimnasia varios de los futuros futbolistas albirrojos: Alfredo Lartigue, Antonio Ferreiroa, Miguel Moreda, David Ramsay. El diario El Día no dudaba en vaticinar una “numerosa concurrencia en el field” para el “importante match de foot-ball” dado que sería “el último partido” a jugarse en el gran predio deportivo de avenida 1 y calle 47, en el por entonces Parque Iraola de la recién fundada ciudad de La Plata.
Pero habría uno más: Gimnasia enfrentaría su último partido oficial de la Argentine Football Association, ya el lunes 11 de septiembre, un mes antes del debut de Estudiantes, aunque, ya sin cancha propia, de locatario en el campo de juego que el Club Friend’s ocupaba en los terrenos del actual Parque Saavedra, en 13 entre 64 y 65. Fue contra Villa Ballester (derrota 1-3) y, otra vez, alistado con varios de los juveniles futbolistas que representarían a Estudiantes en su debut en la ciudad de Chivilcoy, el 22 de octubre de 1905.
El cordón umbilical, a relevo de pruebas, no terminaba de cortarse entre albiazules y futuros albirrojos, pese a que los partidos entre combinados interclubes, o hasta selecciones de diferentes ciudades, fuera una práctica usual y muy extendida en esa época dada las dificultades logísticas a la hora de concretar un partido.

El debut del fútbol Pincha: visitante en tierras bonaerenses
Con un gran encabezado en letras imprentas mayúsculas (“FOOT BALL”), el miércoles 18 de octubre de 1905, El Día anunciaba el acontecimiento fundacional del Club Estudiantes tras aceptar la invitación del comisionado local para decir presente en las fiestas patronales por el quincuagésimo primer aniversario de Chivilcoy: “El sábado próximo por el tren que sale de ésta a las 7 p.m. partirán para Chivilcoy los jugadores del primer team de estudiantes (sic) con el objeto de llevar a cabo el match de foot-ball concertado entre este team y el primero de gimnasia y esgrima (sic) de aquella localidad”.
El enfrentamiento deportivo venía a saldar el frustrado debut de Estudiantes en la ciudad de Lobos, donde el club platense había sido invitado para medirse con el Club Atlético Lobense el 24 de septiembre. Pero la lidia jamás pudo celebrarse, pese al esfuerzo de emprender el viaje desde la capital provincial, por las intensas lluvias que anegaron el precario campo deportivo local de esa localidad bonaerense.
En Chivilcoy, el rival no sería el citado (suple marcar aquí un error de origen del matutino local en el anuncio, ya que el Gimnasia de esa ciudad sería fundado recién en 1916) sino un Combinado de la Liga del Oeste conformado por jugadores del Sportivo Chivilcoy y de ciudades cercanas como Chacabuco, Mercedes y Suipacha. Los once futbolistas albirrojos que abordaron el tren hacia el interior bonaerense, en riguroso traje y sombrero, fueron: David Ramsay, Miguel Florentino Moreda, Alfredo Lartigue, Emilio Cortelezzi, Tomás Ismael Shedden, Eudosio Rodríguez, Carlos Isla, Leopoldo Gándara, Teófilo Henault, E. Silva y Antonio Ferreiroa. Once nombres para la historia.
El partido amistoso terminó en empate. Dos goles por lado. Y la remontada albirroja casi termina en triunfo y hazaña. Fue el capitán de Estudiantes el que propuso continuar el match tras los 90: una prórroga de 30 minutos para desempatar. Pero los locales desoyeron el canicular reclamo de los platenses, que querían alargar la brega para irse victoriosos en su esperado debut, y se negaron. Alrededor de la plaza atlética de Chivilcoy, a la hora del partido, ya se sentían los sonidos de los carruajes por el desfile del corso que luego cerraría con los bailes populares nocturnos en el salón municipal.


Antes de UNO, local en Plaza Malvinas
Estudiantes y el Racing Club de Avellaneda aún se “disputan” algunas marcas, narrativas de construcción de sentidos, en la historia del fútbol de AFA: desde ser “el primer campeón criollo” (ambos clubes coronaron en 1913, pero Estudiantes lo hizo unos días antes que “La Academia” aunque en la asociación disidente: la Federación Argentina de Football, la FAF) hasta la antigüedad como locatarios consecutivos en un mismo predio: 1906 fue el año en el que Estudiantes obtuvo las tierras del actual Paseo del Bosque para levantar su estadio en los terrenos que iban de 54 a 57 y de 1 a 115, en el mes de febrero, y Racing retornó ese mismo año a su histórico lugar, el de la intersección de las calles Alsina y Cordero. Allí, hoy, se levanta “El Cilindro de Avellaneda”. Pero en otro sector de la ubicación original del antiguo estadio de madera. De allí el debate y la disputa…
Sin embargo, antes, en esos meses fundacionales, la casa provisoria del albirrojo se ubicaba en la esquina de 19 y 50. La cancha se extendía de manera paralela a la calle 50, de 19 hacia 20, en terrenos de la familia Tettamanti, comerciantes y propietarios de la empresa de tranvías “El Nacional” que tenía su terminal en los galpones de 20 entre 49 y 50. Ese mismo inmueble que se usaba, en comodato, como vestuario y guarda de camisetas y pelotas y que décadas después sería, entre otras, la sede de la dirección de tránsito municipal, lindante al descampado donde se erguían los predios que los jóvenes platenses usaban para jugar al fútbol y que luego se transformarían en el Regimiento 7 de Infantería y, a fines del siglo XX, en la Plaza Malvinas Argentinas.
Allí, el 5 de noviembre de 1905, quedaría patentada para siempre la primera vez de Estudiantes jugando en su ciudad. El match se programó contra los porteños de Wanderers Nacional, que llegaron a La Plata con varios “refuerzos” de la división juniors del Club Atlético San Isidro. Fue una tarde soleada, dominada por el fuerte viento que, además, se incrementaba en ese sector “rural” de la ciudad hacia 1905. Eso favoreció al team albirrojo, que dominó en un lujurioso segundo tiempo y marcó la diferencia final: 2-0, con goles de H. Tolosa y Raúl Susini, un apellido familiar en la grey albirroja, ligado a los precursores de la radiofonía argentina en esas primeras décadas del siglo XX.
Las crónicas son difusas y plausibles de errores, ya que ninguna de las narrativas gráficas en prensa coinciden en esos once nombres fundacionales. Citan incluso como delantero al futbolista Tolosa (otro de pasado tripero) sin aclarar a cuál de los dos reconocidos hermanos se refería: Honorio u Horacio.
Arriesguemos, aquellos que jugaron por primera vez en La Plata representando a Estudiantes contra Wanderers Nacional y quedaron en la historia, serían: Alejandro Fernández, el goalkeeper; Emilio Cortelezzi y Julio F. Lavié, los backs; Raúl Susini, Raúl Salas y Julio Sánchez Viamonte, los halfs; Antonio Ferreiroa, J. Sala, H. Tolosa, E. Martínez y Jorge Luis Hirschi, los forwards. Y un pibe destacado sobre el resto, a días de cumplir sus 16 años, en la canónica crónica del diario El Día publicada el 6 de noviembre de 1905: “… entre los forwards sobresalió Hirks (sic) por sus buenos centros”.
Hirschi, Jorge Luis, el hombre del estadio: a 120 años de aquella tarde, comenzaba la leyenda…

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 0221.com.ar.

sábado, 18 de octubre de 2025

El olvidado clásico al que no fue nadie


En un país aún de marimba por el desafío político de Perón y su regreso a Argentina en noviembre, y a días de que el mundo se conmoviera por el rescate de unos rugbiers uruguayos accidentados en la inmensidad de la nieve cordillerana, Triperos y Pinchas jugaron por un Torneo de Reclasificación que definía los descensos de la temporada. El partido completó un miércoles 27 de diciembre de 1972, en Quilmes, con menos de 1.000 hinchas en las tribunas

Fue el periodista Osvaldo Tomatti, ese autodidacta de la tinta en papel que bajo el seudónimo “Mercurio” retrató mejor que nadie en las páginas del diario El Día la historia de la brega local, el que surcó este legado archivístico en una de sus últimas coberturas clásicas; en 1987, haciendo revisionismo sobre todos los duelos oficiales y amistosos que Estudiantes y Gimnasia lidiaron desde aquel primero de 1916 en el transcurrir del fútbol amateur.
De todos ellos, ninguno tan excepcional como el programado por la Asociación del Fútbol Argentino para el sábado 23 de diciembre de 1972, por la 4° fecha del Torneo de Reclasificación que definiría los dos descensos de categoría para la Primera B de 1973.  Sería, ese, el primer y único clásico oficial, de los 176 jugados hasta hoy por campeonatos regulares de Primera División entre el amateurismo y el profesionalismo, organizado en terreno neutral y fuera de las diagonales: el escenario elegido fue la antigua cancha de Quilmes, la de tablones de la esquina de Guido y Sarmiento que el Cervecero usara hasta 1995.
Hasta ahí, tres veces se habían enfrentado Estudiantes y Gimnasia durante 1972: dos por el Torneo Metropolitano y una por el Nacional. Y el último antecedente aún estaba fresco. Había sido por la 13ra. fecha del Nacional, el 10 de diciembre de aquel año y con goleada de Gimnasia en campo albirrojo, 4-1, con goles de Néstor Gómez, Marasco y doblete de Walter Durso.
Pero por esos “sinsentidos” tan recurrentes en la pendular historia reglamentaria y organizativa de la AFA, aún quedaba un casillero por completar. San Lorenzo ya se había consagrado bicampeón al meter doblete del Metropolitano y el Nacional -el equipo conducido por el “Toto”, Juan Carlos Lorenzo- y la temporada tenía puesta la tapa. Pero restaban definirse los dos descensos. Y la AFA había dispuesto que los últimos seis equipos del Metropolitano debían cruzarse, todos contra todos, a una rueda, sin revanchas y en canchas neutrales, recién a finales de diciembre y tras la definición del Torneo Nacional, para rubricar quiénes bajaban al oprobio del ascenso. Los últimos dos se iban a la B.
Estudiantes y Gimnasia habían terminado 13° y 15°, respectivamente, en el Metro, y quedaron obligados a jugar el extravagante Torneo Reclasificatorio que definiría algo que ya estaba definido de antemano. ¿La razón? Los puntos obtenidos por esos seis clubes (Estudiantes, Gimnasia, Atlanta, Ferro, Lanús y Banfield) en las 34 jornadas del Metropolitano se “arrastraban” en la suma total de unidades, como suele darse en torneos regulares de deportes como el básquet, y se adicionaban a la tabla final que se confeccionaría tras las cinco fechas del Reclasificación: a Banfield, el último del campeonato, se le habían descontado 36 puntos por un intento de soborno a los dirigentes de Ferro Carril Oeste en un partido que el Taladro debía ganar sí o sí al enfrentar a los de Caballito en 1971; y Lanús, anteúltimo en el Metropolitano, había sacado sólo 12 unidades en los 34 encuentros. Antes de empezar, por simple cálculo matemático, los descensos de los dos sureños ya estaban decretados. Y el Torneo Reclasificatorio debía jugarse igual. Tan insólito como inédito…

Partido, suspensión y cancha raleada
Es cierto, bramará el lector atento: tan excepcional este de 1972 como aquel de la segunda etapa del aislamiento social, preventivo y obligatorio (la ASPO) por la pandemia de covid-19, cuando la lidia de Estudiantes y Gimnasia se organizó, por primera vez en la historia, a puertas cerradas por el interzonal de la Copa de la Liga 2021 en 55 y 1.
Pero si el clásico no tuvo hinchas por obligación presidencial en ese abril de 2021, el que empezó a jugarse el 23 de diciembre de 1972 careció de todo interés pese a que las puertas estaban abiertas para ambas parcialidades en su traslado hasta la localidad de Quilmes.
1972: agosto fue el mes del frustrado escape de presos políticos del penal de Rawson que terminó en masacre, 19 fusilamientos y solo tres sobrevivientes; en noviembre, Juan Domingo Perón había regresado de su exilio español, tras 17 años, inmortalizado en la foto del paraguas negro sostenido por Rucci; y la misma mañana del olvidado clásico aquí narrado, los diarios daban cuenta del “Milagro de Los Andes”, con la foto en tapa de uno de los sobrevivientes, Fernando Parrada, y el rescate de los pibes uruguayos que iban a jugar rugby a Chile y sobrevivieron 72 helados días en la intemperie de la Cordillera.
El clásico no definía nada. Carecía de interés. Apenas otro ladrillo en la pared del historial para completar obligatoriamente el fixture y a sólo 48 horas de la Navidad, más allá de que la historia, implacable, deba decir que alguna vez, en 1972, las dos históricas escuadras platenses del fútbol asociacionista jugaron por un hexagonal que definía los descensos de categoría.
Es ese contexto, el sábado 23 de diciembre, en el viejo estadio de Quilmes, Estudiantes y Gimnasia disputaron la primera parte del partido olvidado: fueron sólo 62 minutos. Gimnasia, con la base de jugadores titulares que terminaron el Torneo Nacional y que habían goleado al Pincha dos semanas antes; Estudiantes, empero y no sin riesgo de catástrofe resultadista, con mayoría de juveniles: el plantel superior había sido licenciado para adelantar las vacaciones de verano.
Fue a los 17 minutos del complemento cuando el árbitro, Andrés Mateo, decidió la suspensión. Ganaba el Lobo, 2-1: el persistente aguacero había trasformado el césped quilmeño en un potrero con ínfulas de caballeriza. Eran tan pocos los espectadores, que incluso se les permitió a los hinchas de ambos clubes amontonarse en la platea techada para guarecerse de la lluvia. Se habían recaudado apenas 1.630 pesos ley. Y la comparación no deja lugar a las dudas: las boleterías juntaron veinte veces menos de dinero que lo que se había recaudado en el último clásico jugado por el Torneo Nacional, ese del triunfo tripero por 4-1 en predio albirrojo.
Si algo le faltaba al clásico del olvido era la suspensión y que Estudiantes y Gimnasia debieran reunirse para completar esos 28 minutos inconclusos del “menos oficial” de todos los derbis oficiales jugados en la historia. La AFA dispuso el mismo escenario, la cancha de Quilmes, el miércoles 27 de diciembre por la tarde. Se dividieron en dos tiempos de 14 minutos y Estudiantes, en voz titular del diario El Día, lograría “la hazaña del empate” con una corajeada hecha gol por el juvenil Oscar Suárez a los 3 minutos del segundo tiempo de la prórroga.
La historia contará la inusual camiseta alternativa usada por el Lobo en la reanudación, simulando el modelo del Ajax holandés con una ancha franja vertical blanca central sobre el pecho azul; los reproches del entrenador tripero, Oscar Montes, para sus dirigidos por no definir un clásico que parecía cerrado contra un rival repleto de elementos de divisiones juveniles; y la historia de aquel pibe pincharrata, Oscar Suárez, que logró el agónico empate en la inédita brega platense del Reclasificatorio ‘72, futbolista que, siendo promesa en Estudiantes, se había destapado en Temperley con destellos inolvidables como el doblete de gol que le metió al River bicampeón de Labruna y que durante una gira por África, ya siendo jugador de Talleres de Córdoba, en el verano de 1976, moriría, tras contraer paludismo en Zaire, en el Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora con apenas 23 años.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 0221.com.ar.

sábado, 9 de agosto de 2025

Abismos en soledad


Fue con cerveza barata
de las que plástico
esas marrones
las de resaca inútil de bolsillo

Una madrugada en loop
algo de loop en esa angustia
fue

Y entre llamados sin atender
entre los dedos
del índice al táctil
(sólo se olía oscuridad)
Dijo: "Ops"
"No te va a abrazar ni tu mamá"
Es cierto
confesé 
ya de día
Murió en el '16

domingo, 22 de junio de 2025

El Mundial FIFA y el dato con la historia albirroja

Con el inicio de la 21º edición del máximo torneo de clubes de fútbol a nivel mundial, un barrido por la participación de los equipos nacionales. Estudiantes y un dato singular entre los únicos cuatro equipos argentinos que tuvieron el privilegio de disputarlo

Tres son los clubes sudamericanos que, hasta hoy, consumaron la hazaña de derrotar a los europeos en la final de la Copa Mundial de Clubes de la FIFA; y los tres brasileños: San Pablo e Internacional de Porto Alegre, que dieron cuenta de Liverpool y Barcelona en 2005 y 2006, y el tercero, Corinthians, con el récord para clubes asociados a Conmebol de ostentar un bicampeonato: le ganó la final de la primera edición (esa excepcional del verano 2000 organizada en Brasil, por única vez, como Campeonato Mundial de Clubes) al Vasco da Gama por penales y, en 2012, al Chelsea del español Rafa Benítez con un recordado gol del peruano Paolo Guerrero. Este, de 2012, es el último grito de un equipo no europeo en el Mundial de Clubes. Pasaron 13 años.
Las participaciones de los clubes argentinos se reducen a sólo cuatro a partir del cambio de formato, cuando en 2004 la histórica Copa Intercontinental, que desde 1960 solo jugaban los campeones europeos y sudamericanos, mutó al actual Mundial de Clubes con la extensión de participación a los equipos campeones del resto de las confederaciones mundiales de fútbol: Norte y Centro América, Oceanía, Asia y África.
Boca fue el primero en disputarlo, en 2007. Empezó en semifinales contra Étoile de Túnez (ganó 1-0) y cayó en la final (2-4) ante el Milan de Italia. Luego llegaría la épica del Pincha de Alejandro Sabella en la final contra el Barsa de Guardiola de la edición 2009. Estudiantes sacó en semis al Pohang coreano (victoria 2-1 con goles del Chino Benítez) y perdió la final en tiempo suplementario tras igualar 1-1 los 90 reglamentarios después del gol de Pedro a los 43 del ST. Es el único club argentino que logró empatar y forzar los 30 minutos de alargue en una final de Mundial de Clubes. Perdió 1-2, el 19 de diciembre de 2009, y a nada estuvo de llegar a los penales con un cabezazo final del Chavo Desábato que salió pegado al poste izquierdo de Valdés, portero catalán. Tan épica como dolorosa, aquella final para la grey albirroja.
Después de la experiencia pincharrata, pasarían cinco años sin representantes argentinos. Llegaría el desafío por duplicado para el River de Gallardo y la proeza del San Lorenzo de Edgardo Bauza. Experiencias, ambas, para el olvido. San Lorenzo fue dominado por el Real Madrid, que le hizo precio (0-2) en la final de Marruecos 2014, mientras que River perdió la edición 2015 por goleada (0-3) contra el Barcelona de Luis Enrique, Messi y compañía. Y ni siquiera accedió a la final en el Mundial de Clubes 2018, cuando claudicó en la semifinal, por penales, contra el Al-Ain de Emiratos Árabes Unidos, horas después del 9 de diciembre victorioso contra Boca en Madrid, en la inédita definición de la Libertadores disputada en Europa por primera y única vez.
Flamengo, de Brasil, en 2019, y Palmeiras, en la edición 2021 contra el Chelsea de Inglaterra, fueron los otros dos representantes sudamericanos que lograron empatar y, aún en la derrota, forzar la prórroga de 30 minutos como Estudiantes en 2009.
River perdió la edición 2015 por goleada (0-3) contra el Barcelona de Luis Enrique, Messi y compañía. Y ni siquiera accedió a la final en el Mundial de Clubes 2018, cuando claudicó en la semifinal, por penales, contra el Al-Ain de Emiratos Árabes Unidos.

Supremacía europea
Corinthians, de Brasil, tiene el privilegio de ser el único equipo sudamericano en contar con dos estrellas de la Copa Mundial de Clubes, y de ser el último en haber alzado el trofeo hace ya largos 13 años. Fue en 2012 ante el Chelsea. Desde 2013, cuando el Bayern Münich dio cuenta del Raja Casablanca de Marruecos en la final (2-0), todos los campeones fueron de UEFA. De las 20 ediciones, los clubes de UEFA ganaron 16 y, los de Conmebol, solo 4.
El Campeonato Mundial de Clubes de la FIFA, desde que sumó a los clubes campeones de todas las confederaciones, marcó un quiebre indisimulable en esta estadística, ya que con el antiguo formato de Copa Intercontinental (campeón de Libertadores versus campeón de Liga de Campeones de Europa) los ganadores del máximo trofeo se repartían entre los 22 de Sudamérica y los 21 de Europa, siendo Milan, Real Madrid, Boca, Peñarol y Nacional de Uruguay los máximos ganadores con tres copas cada uno.
Desde la instauración del Mundial de Clubes, la supremacía es europea y española, con las seis conquistas del Real Madrid, que lo ubican, largamente, como el máximo ganador histórico con 9 títulos mundiales, entre los logros de copas intercontinentales y mundiales de clubes.

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sábado, 21 de junio de 2025

Inéditos: Gimnasia de rojo, Estudiantes de azul


Los conjuntos alternativos constituyeron, muchas veces, un problema en los clubes hasta bien entrada la década del ’70. Así pasó en Gimnasia y Estudiantes

Sobran ejemplos. Bacán, si no, citar el caso por antonomasia del fútbol moderno ocurrido durante el Mundial Argentina 1978, cuando el seleccionado francés debió engayolar de urgencia la camiseta verde y blanca a bastones de Kimberley de Mar del Plata para enfrentar a Hungría. Situaciones parecidas vivieron Gimnasia y Estudiantes.
En referencia a lo ocurrido en la mencionada Copa del Mundo, un error en la logística de organización, la FIFA había sugerido que los equipos cambiaran sus atuendos tradicionales -el azul y el rojo de ambos países no se distinguían en transmisiones televisivas que mayormente eran para televisores en blanco y negro, en Argentina y en el resto del mundo- sin reparar que las alternativas de ambos eran blancas.
Las dos selecciones se presentaron con las Adidas claritas (canija picardía la de los galos, al parecer, que no querían jugar con la azul habitual y forzaron la situación) pero terminó siendo Francia, finalmente, quien coronó de historia, ante el mundo, al desconocido Kimberley oriundo de una ciudad balnearia de la costa atlántica argentina al usar su insignia.
De tal forma, según una parte de la biblioteca, la actual divisa de River, originalmente blanca, nacería de la necesidad de agregarle un distintivo rojo a la clásica casaca lisa en blanco que el Millonario lucía durante un partido en que su primer equipo se habría enfrentado con otro de similar color.
Que no es otro que el uniforme del elenco de Núñez con la banda roja cruzando el pecho de izquierda a derecha que conocemos desde los inicios de la era profesional, cuando el presidente Antonio Vespucio Liberti dispuso, en 1932, volver al uniforme original y retomar los colores de la época fundacional.
En los años del amateurismo, cuando River aún se identificaba con el apodo de “Darsenero” en su época bachicha del barrio La Boca, usaba la famosa casaca tricolor (roja, blanca y negra) a bastones que tantas reediciones tuvo a lo largo de su historia y que fue, hasta entrada la década de 1980, el uniforme suplente habitual del club que tiene su estadio en el porteño barrio de Belgrano.

El Lobo del ’62: del Santos de Pelé a Cambaceres
Fue el Gimnasia de 1962, el del nacimiento del apodo Lobo del ilustrador Julio César Trouet, que se vistió de rojo en varios partidos de esa temporada (hay antecedentes similares del mens sana durante el Campeonato de Primera División 1948) como uniforme suplente, aunque la historia canónica ubican una fecha exacta por la importancia de aquel acontecimiento canicular sucedido en avenida Iraola y 60: el 9 de febrero de 1962, por los festejos del 75° aniversario del club, el Santos de Brasil comandado por Pelé, que ese año ganaría la triple corona al campeonar en Brasileirao, la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental, vino a jugar al Estadio del Bosque, apenas empató 2-2 y el Lobo vistió de rojo.
Parece que esa noche, además de que los directivos triperos habrían solucionado el inconveniente por su estrecha relación con los dirigentes de Cambaceres, que les habrían ofrecido las remeras, Carlos Daniel Bayo fue figura en la férrea marca para anular al crack de la “10”, según el semblante pregonado en tinta en el diario El Día.
Sin embargo, aunque los medios gráficos confirmaron el uso del atuendo rojo esa noche, esta hipótesis que hermana al Lobo con el club de Ensenada no figura en los registros oficiales del Museo y Archivo Histórico de Gimnasia: “No tenemos constancia de ese posible préstamo extraordinario efectuado por Cambaceres para el partido con Santos”, confirma Jorge Babaglio, integrante e investigador del museo tripero.
Hubo otras excepciones con Gimnasia luciendo rojo como alternativo, pero en este caso en combinación azulgrana, tanto en una camiseta a bastones, idéntica a la de San Lorenzo de Almagro, como en otra con diseño romboidal con primacía del azul, en los ’40, como enumera la detallada investigación del historiador Ángelo Clerici contenida en gelp.org; además de una roja y negra a mitades verticales al estilo de Newell’s utilizada sólo dos veces, contra River y Huracán, en el torneo superior de 1937; alguna otra íntegramente celeste con bolsillo blanco y hasta una casaca del Everton de Parque San Martín usada en 1946, como si hubiera mutado en Atlanta o Rosario Central, entre otras inéditas y extraordinarias.

Las alternativas de emergencia: Gimnasia de rojo y Estudiantes de azul
Así como Gimnasia cambiaba de atuendo y colores (siempre a criterio del juez) cada vez que Vélez, Huracán, Quilmes o, hasta River, llegaban al Bosque, lo mismo sucedía en el Pincha cuando era visitado por Chacarita, San Lorenzo, Talleres de Escalada y, en el final de la era amateur, Barracas Central; o, más cerca en el tiempo, desde que se sumaron Unión de Santa Fe y el San Martín tucumano al fútbol porteño asociacionista.
Si bien la alternativa de Estudiantes ha sido históricamente blanca (hay documentos del museo oficial albirrojo que confirman su uso durante sus primeras temporadas en la Primera División de la FAF, entre 1913 y 1914); y, desde el inicio del profesionalismo hasta finales de los ‘60, calzando regularmente una roja con cuello blanco, tampoco fue excepción el uso del color emblema de su rival regional: así como Gimnasia se vistió de rojo, Estudiantes lo hizo excepcionalmente de azul con vivos rojos o blancos en varias temporadas oficiales enfrentando a River, Chacarita o San Lorenzo, entre las décadas del ’50 y del ‘60. ¿Una ecuanimidad que se antojaría prohibida, hoy, dado esos hinchas de ansiedad denunciatoria que tildan el minuto a minuto de su equipo en X, Facebook o Instagram?
Incluso, el Pincha supo vestir el celeste y blanco patrio a rayas verticales (aunque tricolor, porque los colores se escindían por rayas finas negras) como divisa alternativa en varios partidos de la temporada 1924 según reveló una minuciosa investigación del Museo Estudiantes; de rojinegro, portando una camiseta a cuadros moldeada como la titular del seleccionado croata, cuando brillaba en cancha la delantera de “Los Profesores”; y, más acá en el tiempo, de naranja ocre o de amarillo dorado, con las firmas Umbro y Topper, a partir de la imposición moderna de las marcas deportivas por el uso obligatorio de un tercer uniforme. Como, de la misma forma, el Lobo se ha vestido de verde en un supuesto homenaje de marketing al arbolado bosque que lo contiene como casa desde 1924.
“Lo primero a considerar, en este tema, es la cuestión estatutaria. Los clubes que se afiliaban debían presentarse ante la asociación oficial y elevar una moción con la propuesta de la indumentaria a utilizar en sus partidos. En el caso de Estudiantes, es conocida la historia que propone un diseño similar al de Alumni (NdR: roja y blanca a rayas verticales finas, como el modelo milrayita que luego adoptarían clubes como Los Andes, con hasta doce bastones de cada color sobre el pecho) que no le permitieron utilizar. Por ese motivo, y sobre todo porque aún no estaba el estadio terminado en 57 y 1, el club se mantuvo firme en su postura y no volvió a competir oficialmente sino hasta 1908. Ahí es el momento en el que se modifica el tamaño original de las bandas verticales, para hacerlas más anchas y diferenciarse de Alumni”, corrobora Guido Martinaschi, quien es presidente del museo oficial pincharrata. Y enumera, con relación a las camisetas alternativas:
“Desde los inicios, la indumentaria de entrenamiento era totalmente blanca, con lo cual se intuye que, en el caso de tener que cambiar los colores, que era algo que no estaba regulado justamente porque cada club debía tener un diseño propio y exclusivo, Estudiantes usaba la camiseta blanca que menciono. Algo que sucedió, claro, en esos primeros años, cuando el equipo principal jugó un amistoso en La Plata contra River Plate de Montevideo. Siendo un partido internacional, se chocaron los colores de los dos equipos y Estudiantes, al ser local, usó la casaca blanca como alternativa. ¿Pudo haber sucedido antes? De seguro, aunque no podamos documentarlo, pudo haber utilizado alguna camiseta suplente en algún otro partido amistoso de esos primeros años fundacionales.”
Se puede ensayar una explicación ligera y que se corresponde con una tendencia que era histórica a nivel mundial: los equipos con equiparaciones rojiblancas, sin tener a disposición el negro como tonalidad oscura primordial para el uniforme suplente por ser exclusivo de los árbitros hasta el Mundial 1994, se perfilaban por el azul (marino o eléctrico) como tono divergente más cercano para enfrentar a clubes que llevaran los mismos colores. ¿Ejemplos? Atlético de Madrid y Atlético de Bilbao, en España, el Ajax en Holanda o, en Argentina, Instituto de Córdoba, Unión de Santa Fe o Talleres de Remedios de Escalada. Roja y blanca a rayas verticales como titular oficial y la azul oscura como alternativa. Otros tiempos, donde las casacas se mantenían sin cambios de diseño hasta por lustros según la marca que patrocinara o lo que, por presupuesto institucional, pudieran conseguir los dirigentes para representar a su división superior en los torneos del ente oficial.

Estudiantes de Gutenberg
Ese inconveniente usual en los años que van desde el puntapié del fútbol amateur hasta las primeras décadas profesionales, para dar con un uniforme alternativo en caso de no tenerlo a mano, lo viviría Estudiantes en el campeonato de 1942 al recibir a San Lorenzo y Chacarita. Esas tardes, a sugerencia del juez, sortearon el desliz vistiendo una inédita camiseta de su combinado de básquet. Era blanca, de mangas cortísimas, aunque no musculosa, con dos finas líneas rojas cruzando el pecho. La titular a bastones rojiblancos y la alternativa más a mano que el club poseía en ese entonces (una roja con vivos blancos) no habían sido autorizadas por el juez al no distinguirse contraste con la azulgrana de los Cuervos y la tricolor histórica del Funebrero. De allí que, para evitar la suspensión del partido, la directiva pincha hubo de recurrir de apuro a las pilchas de otra disciplina.
“Hemos señalado, ya, que los lances no pueden iniciarse con puntualidad por lo tarde que comienzan los preliminares. Si a esto agregamos que, ayer, el referee Cángaro retrasó la brega principal al disponer recién el cambio de camisa a los locales cuando estaba por elegirse valla, tendremos que hacer menester corregir la hora en los lances de Tercera y obligar a los jueces a un mayor celo. El público merece mayor consideración”, se describía el mal de antaño en las páginas del matutino El Día.
Pero, si de extrañezas se trata, perfilan las tardes que Estudiantes recibió en 55 y 1 a Talleres de Escalada y Chacarita por el torneo profesional de la Liga Argentina en 1933. Domingos que, “de emergencia”, el elenco superior albirrojo usó la divisa albiverde a bastones de una institución señera de la liga local: Gutenberg, el club local que alquilaba la cancha de Circunvalación en el predio histórico que Gimnasia usufructuara hasta su arraigo definitivo en el Paseo del Bosque en 1924.
Los once pincharratas saltaron a la cancha con la camiseta original a rayas verticales en rojo punzó y blanco y el árbitro les pidió el cambio en el mismo campo de juego. Buscaba no demorar el inicio del partido mientras esperaban que llegaran los atuendos desde las instalaciones de Club Gutenberg en 12 y 71. Épocas donde el colegiado a cargo conocía la vestimenta que traía el equipo visitante minutos antes del horario oficial de inicio, claro.
Curiosa, también, fue la recomendación anti mufa del cronista luego de que el Pincha perdiera por goleada aquella tarde del 6 de agosto de 1933 contra Talleres de Escalada jugando de albiverde: en “Notas sueltas del partido”, sugería “no felicitar el acierto en la elección de camisetas por parte de Estudiantes: ¡usar la que usa Gutenberg! Eso es sencillamente desear la derrota porque ya es sabida la buena suerte que siempre ha tenido la entidad de la calle 12 y 71. Cuando después de mucho luchar, se gana el ascenso a la Asociación Argentina (NdR: Gutenberg había ascendido a la Primera Amateur tras un repechaje, y la reestructuración de 1933, y aún mantenía el litigio con la hoy AFA esperando la resolución administrativa que confirmara su ascenso) no lo quieren dejar subir” y recomendaba mirar para el Uruguay y optar para la próxima “por las camisetas celestes de los de la vecina orilla”.

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viernes, 20 de junio de 2025

Lobo de Selección y el Pincha como Alumni


“El hincha es el alma de los colores; ese que no se ve, que da todo sin esperar nada”, sentenciaba Discépolo, lo cual no escapa a Gimnasia ni Estudiantes

La canónica liturgia del compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino, Enrique Santos Discépolo con respecto a los colores de los equipos de fútbol y la identificación del hincha, tuvo sus particularidades tanto con Gimnasia como con Estudiantes. Albiazules y albirrojos, han tenido históricas excepciones.
La historia es estricta en documentos institucionales, estatutos, actas de asambleas; lo puede ser en narraciones orales o en el complejísimo trabajo de investigadores, historiadores y revisionistas del fútbol argentino que se sustentan en archivos gráficos y visuales para comprobar cada una de sus hipótesis, los primeros indicios.
El Club de Gimnasia y Esgrima, aún sus albores cuando incorporan al fútbol como disciplina luciendo camiseta a rayas verticales celestes y blancas, al menos entre 1903 y 1904 a decir del trabajo de sus principales historiadores, mutaría enseguida por un diseño idéntico, pero con bastones que se reemplazaron por la prepotencia del azul y el blanco.
El modelo milrayitas que luego usarían equipos como Sportivo Barracas o Talleres, en Córdoba, y que supo brindar varias reediciones a lo largo de la historia tripera como atuendo alternativo de homenaje. Sucedió, por caso, en su primera participación de Copa Libertadores, en 2003, al enfrentar a Olimpia en Paraguay por la primera fase del certamen cuando al Lobo lo vestía Puma; y en la última reedición de la firma dinamarquesa Hummel, en 2022.
Luego llegaría la larga década de la institución abandonando la práctica del fútbol, entre 1905 y 1914, hasta que, al decidirse la fusión con el Club Independencia, volvió a tener representación en la disciplina y se reincorporó en la División Intermedia de AFA con indumentaria íntegramente blanca, respetando la divisa original de Independencia, que era la institución que se encontraba inscripta en la Asociación y a la cual se sumó Gimnasia.
Ya desde el ascenso y la llegada a la división mayor, la fusión debutaría un 26 de marzo de 1916 con la histórica blanca franjeada en azul sobre el pecho a la altura del tórax. La camiseta tripera que el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata utiliza hasta nuestros días.

Alumni, la inspiración de Estudiantes
Por su parte, el Club Atlético Estudiantes, bajo ese nombre fundado la noche del 4 de agosto de 1905, fue albirrojo desde sus primeros días. Lo es hasta hoy, a 120 años de aquella gesta en el negocio de avenida 7 entre 57 y 58.
Meses después, una asamblea de principios de 1906 dispondría el uso de su distintivo a rayas verticales en rojo punzó y blanco, imitando, homenajeando, la divisa representativa del portentoso Alumni de principios de siglo que nació de los egresados del English High School de Buenos Aires.

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sábado, 31 de mayo de 2025

El Eternauta: el fantasmagórico guiño a Platense


Una conexión de ilusión repentina, para el Calamar, como la célebre frase que atraviesa la serie: “Nadie se salva solo”. En el mes de su estreno en Netflix, el club de Vicente López, localidad donde se desarrolla el núcleo de la trama, camina sobre el umbral del momento más glorioso en sus 120 años de vida al definir la final del campeonato argentino por primera vez

La primera mención al fútbol en la historieta base de Oesterheld-Solano López, publicada en 1957 en Hora Cero Semanal, la hace el protagonista principal, Juan Salvo, en un monólogo. Está en silencio, con percepción de nostalgia. Piensa sobre el devenir del campeonato de Primera División ahora que todo se cubre de blanco; del deporte; de su River -cuadro del que es simpatizante- mientras ve caer la novedosa nevada en su casa de Vicente López.
¿En qué campeonato, inconcluso si la ficción hubiera sido real, se detiene Juan Salvo mientras traza alternativas de sobrevivencia junto a su íntimo amigo y profesor de física, Alfredo Favalli?
Estamos en 1963, año en el que transcurre la nevada mortal en el guion original de la historieta, torneo que jamás hubiera visto campeón al Independiente de Manuel Giúdice, ni goleador a su “9”: Luis Artime, ni Salvo hubiera visto perder a su River el campeonato de Primera División en la última fecha contra el Rojo.


A diferencia de la primera temporada del producto de Netflix, cuando el Monumental se asoma en el último capítulo en un plano de proyección visual de Ricardo Darín (Juan Salvo), en la historieta, el popular estadio es protagonista desde el segundo combate contra “Los Ellos”, los invasores que se ciernen en voraces y antropofágicos cascarudos. Es cuando los sobrevivientes, soldados camuflados de la nieve, llegan desde Vicente López y protagonizan el “Combate de la General Paz” en el Puente Saavedra, antes de que el pelotón armado ingrese por Avenida Cabildo.
En ese triángulo imaginario formado por Vicente López y los barrios de Núñez y Belgrano, donde se desarrolla El Eternauta, es en un remanso entre batallas que Juan Salvo recuerda, alzando los escalones del Monumental para divisar un posible contraataque cascarudo, su última vez allí: “Por fuerza, me encontré pensando en el pasado otra vez. ¿Cuánto tiempo hacía? Cuando yo subía aquellas gradas buscando un buen lugar. Fue cuando el homenaje a Labruna… era un jueves y el estadio estaba lleno a pesar del día hábil. Volvió a jugar la famosa delantera de Pedernera, Moreno y otros”, reflexiona Salvo, aquella noche de 1963. Sólo habían pasado dos décadas del fastuoso equipo de “La Máquina” de los años ’40 que el protagonista rememora con fidelidad de hincha en la viñeta de la historieta.
Porque, aún la arraigada creencia popular, la cancha del Millonario ancla el predio en Belgrano, en el límite sureste de la Avenida Udaondo, que divide a aquel barrio del de Núñez, frente al complejo del Tiro Federal.


“El asedio de River”
Tal lo vivido el pasado martes 20 de mayo: River y Platense jugaron, quizás, el partido más emotivo del Torneo Apertura de la Liga Profesional. Por el final con tiempo agregado en exceso, por el empate agónico de los locales, por el resultado que devolvieron los penales y la justicia divina que evitó los garfios del árbitro Falcón Pérez para ayudar a River. El guiño de ese triángulo zonal es un puente premonitorio de la historia arraigada en 1963 y adaptada para el formato audiovisual en 2025: Vicente López-Núñez-Belgrano, Platense y River, el mes de estreno de El Eternauta, protagonistas del mejor partido del campeonato y del triunfo más trascedente de la historia del fútbol calamar. Por instancia, por volumen del rival, por ser en el Monumental y de visitante. Luego llegaría el golpe final en la semifinal con San Lorenzo del pasado domingo, justo un 25 de mayo, ¡bingo!, cuando Platense celebró su aniversario 120.
Ruperto Mosca es el obsesivo historiador del dibujo de Solano López que todo lo registra, acompañando a la división de soldados en el avance sigiloso por la nevada de Buenos Aires en busca de los alienígenas. Pregunta, anota, sugiere registros para la posteridad de la humanidad si es que algo de lo conocido queda con vida. En el número 24 de Hora Cero, de febrero de 1958, Mosca imprime el título para la gran batalla por venir: “El asedio de River”, el consagrado asedio de Platense sobre el Millonario, invadiendo y venciendo en el Monumental en el combate deportivo de los cuartos de final del Apertura en el mayo de El Eternauta.



Si los humanos sobreviven y se las ingenian con inquebrantable espíritu de camaradería, es porque, como postula Galvani (1), “el grupo se mantiene unido y solidario. La desesperación y el ‘sálvese quien pueda’ llevan a los soldados a la muerte: en uno de los episodios donde aparece una máquina que produce alucinaciones, todos los soldados salen corriendo, desbandados, y quedan a merced de los cascarudos, que los estaban esperando con un rayo mortal. Todos, excepto los de la división de Juan Salvo (que, además, eran civiles reclutados), quienes se quedaron a auxiliar a Favalli que había quedado atrapado entre unos escombros”.
Como dice Favalli en la voz del actor uruguayo César Troncoso, en la escena de mayor strolls: “Lo viejo, funciona”. Y en el plantel de Platense se hace esencia logrando que el espíritu colectivo, de equipo, buscando el objetivo común (salvar la vida, en la serie; ser campeón, en el fútbol), sea mucho más que la suma o los arrebatos de las grandes individualidades que el mercado ofrece y que sobran en River.
Los guiños premonitorios al Calamar en el estreno de mayo de la serie: en el primer capítulo, cuando los amigos se trasladan a lo de Favalli en Vicente López para el clásico “viernes de truco”, cruzan por Avenida Cabildo, límite exacto de Núñez y Saavedra, el barrio con mayor identidad calamar, donde se erguía su histórico estadio (fue entre 1917 y 1971, en el cruce de Manuela Pedraza y Crámer) hasta la mudanza definitiva a Vicente López, del otro lado de la General Paz; y la camiseta de Platense que usa el joven Pablo (Aron Park) cuando Salvo y Elena (Carla Peterson) lo encuentran encerrado en el aula de la escuela, en la escena en la que el chico ve la muerte nevada de sus amigos por la ventana del patio, esos mismos que, paradójicamente, le salvan la vida haciéndole bullying.
Enseguida, y final, la reflexión de un soldado, en otra viñeta de la historieta: “Alcanzamos una victoria… pero… ¿qué es haber conquistado River Plate?”. Lo habrá hecho así plantel y cuerpo técnico calamar apenas consumada la hazaña del Monumental del 20 de mayo en “El asedio de River”, en un viaje en el tiempo de la ficción de 1963 a la realidad del fútbol argentino en 2025.
Y se vuelve a preguntar, el soldado: “¿Qué podríamos hacer nosotros contra semejante adversario?”
El domingo, contra Huracán, la respuesta al acertijo que mantiene detenido el tiempo de la historia de Platense y sus hinchas.

(1)    Galvani, Iván: “El Eternauta como representación de la masacre”, UNLP, UNSM.
(2)    El Eternauta: Juan Salvo era hincha de Platense y alentaba en Pedraza y Cramer, en la versión de Oesterheld y Alberto Breccia de 1969 para Revista Gente”, Saavedra Online, 2025 (https://www.saavedraonline.com.ar/el-eternauta-juan-salvo-era-hincha-de-platense-y-alentaba-en-pedraza-y-cramer-en-la-version-de-oesterheld-y-alberto-breccia-de-1969-para-revista-gente/ ).

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Cuando El Eternauta fue Calamar
Así como se infiere que Salvo es fanático de River en el guión original por su célebre reflexión sobre Labruna y la delantera de “La Máquina”, mientras su columna combate en el Monumental, la reversión publicada por la revista Gente en 1969, ya con dibujos de Alberto Breccia, tiene a un Juan Salvo hincha de Platense.
“O sea que somos apenas unos pocos cientos de hombres luchando contra lo desconocido. Sin saber siquiera si somos o no la última resistencia que se apaga. Qué poco me dura el optimismo de hace un momento (la victoria en Puente Saavedra en el “Combate de la General Paz”). Avanzamos unas veinte cuadras por Cabildo, el ya tan habitual paisaje de muertos de vehículos en cualquier posición. Hasta que, al llegar a la altura de Manuela Pedraza, allí donde tantas veces bajé del colectivo para ir a la cancha de Platense”, confiesa en un monólogo de la edición 213.
Otra premonición y la ruleta del inimaginable destino: en 1969, Salvo vive en Vicente López y es un conspicuo simpatizante de Platense, la ciudad donde el club estrenará su estadio y tendrá su arraigo bonaerense definitivo diez años después, en 1979, como porteños que invaden la Provincia cruzando la General Paz del otro lado del barrio de Saavedra…

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miércoles, 23 de abril de 2025

Gatti: los “locos” clásicos de una leyenda


La partida del histriónico futbolista dio región a una infinidad revisionista de estadísticas tras su extenso camino por el fútbol argentino. Siendo aún el arquero más longevo en atajar oficialmente en competencias de AFA, Hugo Orlando Gatti es, además, el jugador de Gimnasia que más veces defendió el arco albiazul en los lances locales contra Estudiantes

Un cafre del arco con sus récords en el fútbol argentino, Hugo Gatti: es el futbolista con más partidos en ese puesto en campeonatos de Primera División, el que más penales atajó y el más longevo en disputar un partido oficial por torneos de AFA, con 44 años y 21 días de edad, en las primeras fechas del Campeonato 1988/89 en un juego frente a Deportivo Armenio en La Bombonera. Ese récord puede ser superado por Jorge Carranza, de Aldosivi, durante el actual Torneo Apertura. Pero ese, de darse, será otro mito…
Jugó en Atlanta, River, Unión, Boca y, claro, en el Lobo: seis temporadas en el franjeado, entre 1969 y 1974, que marcaron a fuego una historia única de un arquero distinto a todos. Inventó “La de dios”, una jugada que consistía en tapar el remate del delantero rival, arrodillado, con los brazos extendidos a cada lado simulando un Cristo en el césped como hoy imita el “Dibu” y antes tantos otros; fue líbero cuando la posición era desconocida para casi todos, jugando adelantado a largos metros de su arco; confesó que en la nieve de Kiev tuvo “el mejor partido” de su vida porque jugó “en pedo” con una petaca al lado del poste para paliar el frío soviético en un duelo en el que la Selección Argentina de César Luis Menotti derrotó a los europeos por 1-0; y hasta hizo de delantero -jugó de “9”– en un amistoso de Boca en Norteamérica en el olvidable 1984 del Xeneize.


Completó 226 partidos en la Primera de Gimnasia -uno de los que más presencias tiene en ese puesto en el Lobo- y cimentó partidos inolvidables en sus enfrentamientos contra Estudiantes: es el arquero de la historia tripera que mayor cantidad de veces enfrentó al albirrojo. Fueron 24 duelos, entre los 15 oficiales y los 9 amistosos en los que participó entre 1970 y 1974.
El primero de todos los derbis lo jugó el 6 de abril de 1969, por el Metropolitano, y lo ganó. El partido se suspendió al caerse el alambrado de la tribuna de avenida 60 por una avalancha. Se siguió en la vieja cancha de Quilmes, el miércoles 16 de abril. Fue el primer triunfo tripero en lidias locales tras 5 años -no ganaba desde la primera rueda del Campeonato 1964- y por 2-0, victoria que además marcó la primera caída de Zubeldía dirigiendo al Pincha contra Gimnasia, con ese Estudiantes que llegaba siendo campeón vigente de América y del Mundo. El excéntrico festejo de Gatti colgado del alambrado cuando Pignani marcó la ventaja, releva pruebas para entender la importancia de aquel triunfo mens sana tras un lustro.
De los 15 lances oficiales, el “Loco” ganó y perdió la misma cantidad: 6, con tres empates. Y jugó el clásico 100 de la historia tomando la totalidad de partidos oficiales del tradicional duelo desde el primero de todos en 1916. Ese clásico 100 se jugó el 8 de septiembre de 1974 por la 8º fecha del Nacional. Ganó el Pincha 2-0 como local. Los dos goles se los hizo el “Hueso” Rubén Galletti. Fue derrota.


También fue titular la tarde que el Lobo le metió 4 a Estudiantes jugando en el hoy Estadio UNO. Un partido histórico aún hoy: es la mayor goleada (fue 4-1) de Gimnasia contra el albirrojo en su predio de 55 y 1, aunque el match reglamentariamente se disputó en condición de neutral al ser el único interzonal que preveía el Torneo Nacional de ese año. La mayor victoria como visitante de triperos contra pinchas sigue siendo la tarde del Clausura 2003: 4-2.
Así como tuvo de las maduras, también hubo de las verdes para “el Loco”. Una se dio en uno de esos nueve amistosos en los que dijo presente. Por el partido de ida de la Copa Diario El Día de 1972, la Bruja padre tuvo una noche de antología y le metió 4 en el 5-0 de Estudiantes sobre el Lobo. Juan Ramón hizo uno en el primer tiempo y tres en apenas cuatro minutos del complemento, entre el 35 y el 39.
“El duelo entre la zurda de Verón y la melena al viento del estupendo Gatti fue un espectáculo extra para el público”, cronicó el matutino al día siguiente sin ahorrar elogios para el “11” pincharrata: “Juan Ramón Verón, de actuación excepcional, resultó la gran figura”.


Pero si de amistosos se trata, ninguno como aquella noche en el partido de ida de la primera edición de la Copa Rucci, el 18 de febrero de 1970, cuando Gatti debió salir después de que fuera lesionado en el tabique por un canicular “tucumano” de Bilardo hacia su desprotegida nariz. Dicen, el “Loco” lo gozó por el triunfo tripero, Bilardo no le tuvo paciencia al arquero y la tangana posterior fue tal que el “Narigón” tuvo que salir escoltado en patrullero, rodeado de canas, de la vernácula noche de Iraola y 118.
La lesión de Gatti tuvo como consecuencia que la revancha, a las 48 horas, debiera atajarla el juvenil e inexperto Hutchinson, que quedó en la memoria de todos luego de que el defensor albirrojo, el mundialista Rubén Pagnanini, le metiera un gol de cabeza desde casi 40 metros, apenas pasada la mitad de la cancha, como aquel gol de Palermo a Montoya en un Boca-Vélez de 2009.

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domingo, 13 de abril de 2025

Los abriles de la tradicional brega

Mes propicio para el mens sana, abril. El Lobo facturó en 7 de los 17 derbis que se jugaron durante el otoñal mes. El Pincha ganó solo uno y hubo 9 igualdades. ¿El último en abril? El empate en cero por Copa de Liga 2021, sin público en las tribunas y el ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio) a causa del Covid como telón de fondo

Gimnasia y Estudiantes animarán, este domingo 13 de abril de 2025, en el tradicional horario de las 15,30, el clásico 230 del historial general desde que la tradicional lidia platense puso proa en la jornada 14 del Campeonato de Primera División de 1916, en épocas de fútbol amateur; 109 años de leyendas y relatos que acumulan 188 enfrentamientos oficiales entre campeonatos, copas domésticas e internacionales, y otros 41 derbis amistosos con el último antecedente de Mar del Plata en 2016.
Pinchas y triperos marcarán calendario de clásico en el otoñal mes de abril como no sucede desde la 10° fecha de la Copa de la Liga 2021. Ese día, en 55 y 1, fue 0-0 en un histórico partido: único en la extensa serie de triperos versus pinchas que se jugó a puertas cerradas, sin hinchas, por la extensión del ASPO a raíz de la pandemia de Covid-19.
Hasta 2025, Gimnasia y Estudiantes suman 17 enfrentamientos durante abril, desde el primero de todos en 1945. Hubo 7 plenos triperos, 9 empates y solo una victoria albirroja, con 16 duelos oficiales entre campeonatos y copas nacionales. Y un único amistoso celebrado en 1963 por la Copa Delovo-Pastor.

El debut: Copa de Competencia 1945
El 8 de abril de 1945 se enfrentaron en Avellaneda por la primera ronda de la Copa de Competencia en su versión “Británica”, por eso de que el trofeo puesto en juego por la AFA había sido donado por el embajador de las islas en Argentina.
Un concurso por eliminación directa que disputaban los clubes que participaban del campeonato regular de AFA, al estilo de la actual interdivisional Copa Argentina. Fue empate: 3-3. Pero aquel duelo quedó en la historia por ser el clásico platense más largo de todos los disputados. Se jugaron ¡139 minutos! El partido terminó 2-2 en los 90 reglamentarios. Luego hubo 30 de prórroga. Pero persistió la igualdad: ahora 3-3 por los goles finales de Roberto Rodríguez, para el Lobo, y de Julio Gagliardo, para Estudiantes. Entonces, como marcaba el reglamento de época, debió jugarse un nuevo alargue. Se disputaron sólo 19 de esos 30 minutos adicionales, hasta los 4 del complemento del segundo suplementario, cuando el árbitro Valentín Rey decidió suspenderlo porque no quedaban pelotas disponibles en el Cilindro de Racing Club.
Sí, el partido se quedó sin balones, en una tarde que además ya despuntaba noche y dificultaba la visión de los futbolistas al no haber luz artificial en el viejo estadio de madera del Racing Club. El desempate se jugaría recién en mayo, en la cancha de Gimnasia, con triunfo y clasificación albirroja.

Pasarían 8 años para el segundo enfrentamiento en abril, por la 2º fecha del torneo superior de 1953. Lo ganó Gimnasia, como visitante, 2-1 con goles de Rosales y Barci. También por una segunda fecha, pero por el campeonato de 1956, jugaron el 22 de abril de ese año, ahora con Gimnasia como anfitrión en un 2-2 que veía victorioso al Pincha por 2-0 (Arizaga y Monteserín) hasta que el Lobo lo igualó en el complemento con goles de Alfredo Martínez y Eduardo Víctor Domínguez.

El amistoso de abril: la Delovo-Pastor 1963
La cuarta vez que los tuvo cara a cara en el otoñal abril fue la revancha de la Copa Delovo-Pastor, competencia amistosa y de pretemporada que se organizaba desde 1962 homenajeando, con su nombre, a los dos legendarios zagueros de la brega local. Se jugó el domingo 14 de abril de ese año y lo ganó nuevamente Gimnasia, 1-0, con un gol del “Tanque” Alfredo Rojas. Aquel Gimnasia que llegaba de protagonizar el campeonato del año anterior que se recitaba de memoria en su línea delantera: Ciaccia, Prado, Rojas, Diego Bayo y Gómez Sánchez.
Llegaría luego el empate por el torneo superior de 1966 (0-0, en el Bosque, un 17 del 4); las victorias triperas del Metropolitano 1969 (2-0 con doblete de “Chirola” Pignani, en un partido que se suspendió cuando cedió el alambrado de la tribuna albirroja en Iraola y 118 y se completó en la cancha de Quilmes el miércoles 16 de abril), y del Metro 1974 (fecha 12, un 14 de abril, también en el Bosque, 1-0 con grito de Carlos Bulla, de penal). El último de la década del ’70 fue por la 6º fecha del Metropolitano 1977, en un recordado 3-3 fechado el 3 de abril de ese año en terreno tripero. Esa tarde hubo tres penales, dos expulsiones y la ráfaga de Hugo René Echauri para empatar definitivamente en tres un clásico que venía 1-3 y muy esquivo para Gimnasia.

Los ’90 y el único pleno pincha hasta hoy
El 25 de abril de 1990 hubo duelo tradicional por la 32º fecha del Campeonato 1989/90, en la cancha de Gimnasia, en un pringoso 1-1 con goles -entre el extendido fango del Bosque- del “Cabezón” Néstor Oscar Craviotto y de Jorge “el Negro” Merlo, los dos durante la primera parte. Un olvidable clásico que se recuerda mucho más por la cantidad de barro acumulado en las camisetas manga larga de los dos equipos que por lo visto en la cancha.
Claro que la grey tripera corea sin pruritos la lidia del 5 de abril de 1992, por la 7º fecha del Torneo Clausura. Tarde victoriosa para el franjeado, aquella del mito del “terremoto” por el grito de la parcialidad visitante en la popular del Industrial y el zapatazo del uruguayo Perdomo para batir a un inmóvil Marcelo Yorno, de tiro libre, en el arco de 55. 1-0 para el Lobo de Gregorio Pérez de retro camiseta Adidas y la publicidad de Pegamax sobre el pecho.
Otra victoria se anotó Gimnasia, en la cancha de Estudiantes, el 2 de abril de 2000. Gritos de Facundo Sava y del uruguayo Alonso para dar vuelta el derbi e imponerse 2-1 en rodeo ajeno, como también sucedería en el 4-2 del Clausura 2003, un 20 de abril, en el domingo consagratorio de Guillermo Sanguinetti, defensor y goleador de aquel último campanazo tripero sobre Estudiantes en condición de visitante. Pasaron ya 22 años de aquel último grito albiazul en el predio albirrojo de 55 y 1.
La temporada posterior tuvo como protagonistas a los entrenadores, dos “pesos pesados” en la historia de ambas instituciones que volvían a cruzarse pero dirigiendo en el clásico platense. Carlos Salvador Bilardo, en el banco de Estudiantes, y Carlos Timoteo Griguol en el de Gimnasia, la tarde del 4 de abril de 2004 en el Bosque, por la 8º del Clausura. Lo ganaba Estudiantes, 2-0, con bombas de Cardozo y Carrusca en el arco de avenida 60. Pero el Lobo tuvo su ráfaga de cuatro minutos en el segundo tiempo y logró el 2-2 final con gritos de Goux y Scotti.
¿El único del León en abril? Vigente campeón argentino, el Estudiantes del “Cholo” Simeone lo dio vuelta en el Clausura 2007 (lo perdía 1-0 con gol de Landa) jugando con uno menos (expulsión de Calderón a los 4 minutos del PT) y facturación por duplicado de un intratable Mariano Pavone. Lluviosa y oscura tarde de otoño aquella del 22 de abril de 2007 en el Estadio Único, donde pinchas y triperos habían trasladado la pasión de la lidia, del Paseo del Bosque al nuevo estadio de 25 y 532 que los cobijaría, aunque no regularmente, entre 2006 y 2019.
Los últimos tres en abril fueron igualdades. Por el Clausura 2009, cuando Sánchez Prette salvó el inicio del ciclo Sabella y, de zurda, clavó un gol “imposible” en el minuto 51 del segundo tiempo para un festejado y extendido empate pincha, en el Único, contra el Lobo de Madelón; un anodino 0-0 de abril por el Campeonato de Transición 2016, que después de décadas se volvió a disputar en horario nocturno, y el reseñado empate en cero por la Copa de la Liga 2021.

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