martes, 11 de junio de 2024

Fundamentalistas de la resistencia


Los gestos se antojan elocuentes. Podrían hurgarse en el estribillo coreado a gritos hacia la mitad del recital ("La patria no se vende… no se vende") o en la remera que el streaming no oculta desde el primer plano que hace de la figura de Pablo Sbaraglia, una de las voces comodín en el universo transversal de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado post Indio Solari: el tecladista tiene una camiseta blanca en cuyo centro se destaca el logo de ARSAT, la empresa estatal de telecomunicaciones. Toda una declaración de principios que es parte de un combo espiritual mucho más estructural, como el señuelo de Benegas para la multitud cuando le pide "cuidar esta unidad" como punto de fuga para mancomunar en tiempos donde los de arriba "ponen el esfuerzo en dividirnos".
Gestos: simbólicos, de guarida afectiva. Y no tanto. Porque este Solari abandonó hace décadas la intransigencia en opiniones de coyuntura política que patentó su liderazgo en Los Redondos cuando solo hablaba a través de su obra, su lírica, su poesía. Y no dudó hace un mes herir de rabia al hoy presidente, al que calificó de "loco" en una entrevista con los periodistas Horacio Verbitsky y Marcelo Figueras: "Nunca pensé que un tipo con una motosierra pueda llegar a Presidente y pasara todos los filtros".
De vuelta al sábado 10 PM: si hay una búsqueda de ese variopinto público (¿ricotero, fundamentalista: los dos a la vez aún las insalvables distancias generacionales?) que volvió a llenar la única fecha 2024 de la banda en la ciudad faro del primer Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, está en ese "Y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta votó a Milei". Ese que los ricoteros, ya padres y/o abuelos, de la híper de Alfonsín y Menem sintetizaban, durante los ’90, en el "Yo sabía, yo sabía, a Bulacio lo mató la policía".
Pero también en ese buceo imperecedero, artístico, musical, que el grupo hace en su caminar poético. Como si Solari vía YouTube (el streaming gratuito que se ofrece del recital como festejada novedad empieza y termina con el directo de LFDAA desde la previa hasta los acordes finales, pasada ya la medianoche, en otro surco simbólico y antisistema made in ricotero para que no quede marca ninguna en la Nube ni indicios de posible comercialización) digitara los mantras de su monstruito moderno, cuando en el arranque del segundo set truena "Todos a los botes", tema de 2010 editado en El perfume de la tempestad que, en la voz de Gaspar Benegas (dúo de guitarras histórico en Los Fundamentalistas, junto a Baltasar Comotto), desafía con poesía a todo panfleto que quiera jubilar la lírica solariana: "¿Quién mueve, así, los hilos en los gobiernos? Locos de gran intensidad, por las verdades que ocultan…"
No hacen falta ni nombres ni hombres. Ni disfraces que exageren el volumen del pelo en rubio. Es la potencia lírica de una noche de resistencia, de un pasado que cree y desea volver, aunque quizás no se conozca, del todo, qué es aquello que se desea enterrar por fuera de estos buenos -y, digamos, entonces, o sea- leones herbívoros que volvieron y están rodando cine de terror.
Qué otra mueca cómplice se necesita, sino, para capitalizar toda aquella verba de combate antisistema que brindarle a las 50 mil o más personas que fueron al Único, este sábado, que rescatar del olvido un canon de Último bondi a Finisterre (anteúltimo disco de estudio de Los Redondos) como "Alien Duce", que un cuarto de siglo después parece escrito para la Argentina 23/24: "Va escribiendo su evangelio en los tickets de Carrefour. Es el pequeño gran matón de la Internet: el Alien Duce".
Todo un pasado que, aún así, carga, y no tan metafóricamente, con un capricho canicular en este bien entrado siglo XXI: aquel líder sin panfletos rigurosamente explicados pero con esas poesías que habilitan la riqueza de las múltiples interpretaciones de hoy, que se negaba a ser televisado cuando la tecnología apenas desarrollaba teléfonos monocromáticos para unos pocos o las Minolta de rollos 24/36 que la producción de la Negra Poly cancelaba en sus recitales porque la foto era eso que podía robarle "el alma a los indios"; o sea, al propio líder, a la magia del mito Redondos. Ese Solari parece, hoy, controlar todo eso desde su perpetua Luzbola (no por nada, Sbaraglia pedirá, promediando el recital, un saludo al Indio que "nos debe estar escuchando y mirando") como aquel líder omnipresente del distópico mundo Gran Hermano que todo lo vigila en 24 por 7 y durante los 365 días.
Y bien ganado que lo tendría como gurú artístico y guía espiritual de esta pyme comercial y emocional que absorbe toda esta resistencia condensada en las doce horas de previa y de show, tanto afuera como adentro. Ese mismo Solari que se convierte, vaya paradoja, en tributo de sí mismo mostrándose, con imágenes de archivo de sus performances en vivo, en la pantalla del escenario y "cantando" los temas enclave que la grey ricotera huele como punta de lanza de esa resistencia (de "Nuestro amo juega al esclavo" a "Queso ruso"), metiendo playback desde el video y sobre su propia banda. Modelo de equilibrio para que el cantante pueda estar aunque nunca lo veamos, acuñado tras la vuelta de la banda al vivo tras casi tres años, después del oscuro recital de Olavarría ’17 y por la conocida afección física que padece el propio Solari en sus vigentes 75 años.
Pero, claro: ¿a quién le importa toda esa guinda, si te sofoca y es puro veneno? Y, además, las máquinas vigías pasan, ¡ay!, volando el mundo; y también por el Único en  La Plata…
¡Ya es hora de levantarse querido!, parece inferir la multitud que le resiste a un sistema, que la apremia vociferando que la única ley, de ahora en más, es "mi ley", esa de las puertas del nuevo cielo que cuidan los mandarines de ayer, los de hoy y también los de mañana. Y fijate de qué lado de la mecha te encontrás, que cuanto más alto trepa el monito (¡así es la vida!) el culo más se le ve…

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.

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