viernes, 29 de agosto de 2014

Conurbano


Aún recurriendo al facilismo de "googlear" el nombre del libro, su autora y algún que otro dato, pocas son las críticas escritas sobre la historia en cuestión. Y todas se vuelcan insistiendo sobre el lugar común: los prejuicios sobre una autora ganadora del "Emecé" y el precio de saldo de la novela, instancia repetida en el mercado masivo de la literatura.
Después, se sabe, todo lo que venga será lectura: uno y el libro, nosotros y la historia, la implicancia con el devenir de la trama y las vivencias de personajes que, en este caso, fuerzan unidad en esteteotipos, a veces necesarios, dentro de una barriada del Gran Buenos Aires.
Entonces hay un momento en el que se aproxima el cierre del círculo, cien veinte páginas más adelante: "A veces pasan cosas así. Es sólo un instante en que todo cambia sin explicación. No son cambios que duren pero ilusionan en que todo va a empezar a andar mejor", incita la autora.
Un reencuentro, una noche de Reyes entre copas que parecía olvidada en la cotidianeidad de Turdera para Laura y Germán, el breve goce, la escapada a la Costa que se presume iniciática para la pareja, poco más; el enojo de Germán, su caminata en madrugada buscando la soledad de los bares, la ceguera inocente de Laura que prefiere oler insomnio en los gestos de una relación terminada...
Como se sospecha, la trama vuelve a los otros personajes. La autora invita a inferir el futuro de lo que omite con la facilidad de desentenderse en el nudo de la trama, cuando más actitud demandaba; y Laura y Germán, a mitad de camino. Poco y nada.

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