lunes, 23 de febrero de 2009

Setenta veces Engels

Imagen: niniapastelillo.blogspot.com

Engels prologó a Marx cuando se reeditaron los borradores que éste escribió para sus conferencias más conocidas: la de 1847, que direccionó a "Contribución a la crítica de la economía política", y aquella otra que profundizó escribiendo después los tomos definitivos de "El Capital".
Lo resumí y leí varias veces. Varias. Todo suena muy igual. Es 1891, cuando Engels prefiguró lo que vendría.

"... Con el estado actual de la producción, la fuerza humana del trabajo no sólo produce en un día más valor del que ella misma encierra y cuesta, sino que, con cada nuevo descubrimiento científico, con cada nuevo invento técnico, crece este remanente de su producción diaria sobre su coste diario, reduciéndose, por tanto, aquella parte de la jornada de trabajo en que el obrero produce el equivalente de su jornal, y alargándose, por otro lado, la parte de la jornada de trabajo en que tiene que regalar su trabajo al capitalista, sin que éste le pague nada. Tal es el régimen económico sobre el que descansa toda la sociedad actual: la clase obrera es la que produce todos los valores, pues el valor no es más que un término para expresar el trabajo, el término con que en nuestra actual sociedad capitalista se designa la cantidad de trabajo socialmente necesario encerrado en una determinada mercancía. Pero estos valores producidos por los obreros, no les pertenecen a ellos. Pertenecen a los propietarios de las materias primas, de las máquinas y herramientas y de los recursos anticipados que permiten a estos propietarios comprar la fuerza de trabajo de la clase obrera. Por tanto, de toda la masa de productos creados por ella, la clase obrera sólo recobra para sí una parte. Y, como acabamos de ver, la otra parte, la que retiene para sí la clase capitalista, viéndose a lo sumo obligada a compartirla con la clase de los terratenientes, se acrecienta con cada nuevo invento y cada nuevo descubrimiento, mientras que la parte correspondiente a la clase obrera (calculándola por persona), sólo aumenta muy lentamente y en proporciones insignificantes, cuando no se estanca o incluso disminuye, como acontece en algunas circunstancias. Pero estos descubrimientos e invenciones, este rendimiento del trabajo humano que va creciendo día tras día en proporciones antes insospechadas, acaban por crear un conflicto, en el que forzosamente tiene que desaparecer la actual sociedad capitalista. De un lado, riquezas inmensas y una plétora de productos que rebasan la capacidad de consumo del comprador. Del otro, la gran masa de la sociedad proletarizada, convertida en una masa de obreros asalariados, e incapacitada, por ello, a adquirir aquella plétora de productos. La división de la sociedad en una reducida clase fabulosamente rica y una enorme clase de asalariados que no poseen nada, hace que esta sociedad se asfixie en su propia abundancia, mientras la gran mayoría de sus individuos están apenas garantizados, o no lo están en absoluto, contra la más extrema penuria. Con cada día que pasa este estado de cosas va haciéndose más absurdo y más innecesario..."

Algo del prólogo a Trabajo asalariado y capital, publicado en Berlín sobre el final del siglo XIX.

1 comentario:

Ninia Pastelillo dijo...

hola el dibujo de bombita lo hice yo.

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podes poner un link de la imagen a mi pagina o sacar la imagen
gracias.