jueves, 12 de junio de 2008

Off


Neustadt será siempre el fondo de pantalla de interminables discusiones de las que de a poco dejaba de ignorar su razón; el gesto ampuloso del tipo que se creía llamado a ser el moderador mediático de la nuevas verdades. Pero sobre todo eso: la puerta que descubrió en el adolescente el poco sincronismo del pensamiento hogareño.
Se murió. Queda como consuelo saber que lo único que respiraba hace años eran las migajas de efímeras obsecuencias.
Con él huye una parte de esa infancia. Se lleva de la mano el sutil mérito de haber ideologizado el sentido común que Doña Rosa transformaba en opinión pública; y la pluma añeja que presagiaba el apocalipsis nacional. Nada más; las charlas con Massera y algún que otro personaje de su tropa; su formación al servicio del poder económico; y esa obsesión que lo persiguió hasta su último mediodía y no necesita respuesta: dónde estaban los colegas amigos que nunca pudo encontrar.

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