miércoles, 23 de diciembre de 2020

Oscar


- ¿Qué vas a tomar?
Se lo escucha a Ramón, de fondo. Saluda desde la barra, vaso de Palermo por la mitad lleno de espuma y siempre en la derecha; en la otra, el pucho, armado con tabaco de ocasión por la escasez de Phillips.
- Ey… Rulito, me dan la bienvenida.
Entro por el pasillo esquivando las cajas todavía cerradas de Carcassonne. Apoyo la bici sobre la heladera dejando un hueco estrecho. Las panzas por venir notarán la diferencia del paso. Ya adentro, levanto el gesto al pasar por el palet y me acerco a las mesas.
- ¡¿Cómo va?!, disimulo. Le contesto a Oscar: Lo de siempre. Pero con limón y sin hielo. Acá le agrego soda, le digo.
Me siento, mientras, en el rincón más oscuro y dejo el pañuelo de barbijo sobre la mesa, debajo de una tele silenciada apuntada en Crónica. Deben ser doce y pico. Es martes. Se escucha más mullido que lo normal el paso raudo, por la bajaba de la 70, del 273 cartel verde ahora modernizado como los de neón. Todavía hay sol de verano, afuera, pero ya se te pega al cuerpo abrigado la molesta humedad de abril.
Adentro estamos casi a oscuras, apenas con el tubo blanco y el brillo que llega desde la puerta del patio que te manda al baño. Es leve, pero suma, además, la franja de luz horizontal que entra entre los veinte centímetros que separan el piso de mármol del zócalo donde apoya la persiana del frente.
- Fue idea del Bocha, comento.
- ¿Qué cosa?, indaga Ramón.
- Dejar el hueco.
- ¿Por los pulmones de este?, dice Roque y lo mira a Oscar, mientras cierra la boca y extiende la negación con una mueca de labios.
Somos cinco en ese espacio, todos ubicados como las puntas de un pentágono coronado por la presencia de pie, de Oscar, siempre a la derecha del mostrador con bisagras que se levanta para ir al patio y de allí al pequeño baño. La tabla se engancha de los bordes de la Villar. El viejo refrigerador supone auspiciar de barra, ganando adeptos cuando la multitud es norma.
- Pasame los hielos.
- ¿Le pongo uno o dos?, insiste Oscar.
- Deeejá que los pongo yo, viejo, se ríe Ramón.
- ¡Este viejo no cambia más!
Ríen todos y brindan a la distancia. Se siente abrir la puerta.
- Soy, yo: Petiso, dice.
- Pasá y poné la traba, dale.
El Petiso entra. Saluda y va rápido al baño. Vuelve, deja las llaves del auto sobre la mesa y saca dos hojas escritas llenas de números y una lapicera que lleva en la oreja.
- Doble al 14, dice el que se apoya sobre el otro Villar, el que está apagado del lado del patio.
- Yo, redoblona, la de siempre.
- Esto es tuyo. De ayer. Casi me olvido: perdoná, Bochita.
El Petiso le paga 1.200 en prolijos billetes de cien que saca del bolsillo derecho, donde tiene otra birome colgada. Se queda menos de cinco minutos. Toma un agua chica y sale rápido. Se va al Cementerio.
- Pago la última, dice el afortunado. Anotale una a cada uno.
Oscar se niega.
- ¿Por qué?, reniega el Bocha.
- Tengo que cerrar… tomar los remedios. Quedan pagas.
Las cinco copas que esperan ser consumidas o los tres meses desde esas siete palabras de Oscar. Dicen que no lo vieron, más, como a Molina, ese que dejó de pisar el bar de Pierrot.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Aquella tarde de Diego entre Pinchas y Triperos


Ya es leyenda. Y también aquel amistoso organizado un crudo invierno del ’97 a beneficio de la Cruz Roja. Maradona vino a la cancha del Lobo en helicóptero, se puso las camisetas oficiales de Estudiantes y Gimnasia en la previa y jugó un tiempo para cada uno. Tarde inolvidable para muchos que lo veían por primera vez adentro de una cancha


Los que limitan esa imaginaria línea temporal de los sub-40, quienes la superaron y me incluyo, difícilmente olviden qué estaban haciendo ayer, 13 y pico, cuando empezaron a llover los mensajes de texto en cada grupo de Whatsapp. Iván Noble lo definió ayer en un tuit: “Se acabó del todo la infancia”.
Teníamos 7, 8, 9 años, y nuestros viejos nos levantaban temprano los domingos para ver en directo los partidos del Nápoli que hacía historia en el Calcio, siempre reservado para los ”grandes del Norte”. Vimos en directo al Diego, siendo muy pibitos, haciendo esos goles que hoy recorren cualquier enlace de YouTube que recuerdan su en Italia con el modesto equipo de camiseta celeste del sur profundo. 1987, 1988, 1989, 1990…
Nos agarró con 10 años el Mundial ’90, que escuchábamos por viejas radios a pila en el patio del colegio Francisco Berra cuando no ponían un televisor colectivo en la biblioteca y suspendían las clases. Así fue la tarde de los penales contra Italia y el gol de Cani. Ese día sin necesidad de la radio. La diferencia horaria jugaba en contra para los de turno tarde y los partidos nocturnos en Italia nos caían acá a las 3 y media. A algunos nos dejaron faltar, como el viernes del partido inaugural contra Camerún.
A los 14, ya adolescentes, nos tocó el Mundial ’94, patinando “rateadas” en el patio del Nacional para ver a Maradona hacer con las piernas ese “flipper” mágico que Víctor Hugo sintetizó cuando vio la cantidad de pases, y la velocidad, que antecedieron al zapatazo de Diego en su último gol contra Grecia.
En toda nuestra infancia estuvo Maradona. Y podría seguir. Contando lo que costaba encontrar la de Diego para llenar el álbum de las Match o aquel que Puma sacó cuando estábamos en tercer o cuarto grado. Escribo de memoria. Iván Noble, tenés razón: “Se me acabó del todo la infancia”. Será, también, como dice un amigo, siempre como frase de cabecera. “Todo lo que hizo Maradona estuvo bien, sobre todo cuando estuvo mal”.


Aquella tarde del ’97 en el Bosque
Vuelvo después de esa catarsis. Tenía que hablar de aquel invierno del ’97. Para muchos era la primera vez para verlo ahí en vivo. Algunos pinchas y triperos lo habíamos visto en su vuelta a Boca del ’95, jornadas de la camiseta azul oscura marca Olan y la inolvidable franja amarilla de Diego sobre un corte de pelo casi al ras, contrastante con la histórica imagen de siempre de la melena y los rulos. En aquel Apertura ’95, el Lobo lo enfrentó una noche en Vélez. Lo mismo ocurrió para los pinchas, en las revanchas del ’96, la noche en La Bombonera que Estudiantes lo gana con dos de Palermo y enfrente estaba la Brujita Verón y Diego. Hoy, de seguro, muchos pinchas y triperos que bordean los 40 dirán que estuvieron en esos partidos. Vaya uno a saber.
Fue el 9 de junio de 1997. Invierno de los crudos. Era historia, fue leyenda, hoy es mito para los que estuvieron ese día en la cancha del Lobo. Sobreviven las anécdotas de aquella jornada: muchos hinchas, la mayoría de seguro de Estudiantes y Gimnasia, ocupando los sectores de cada uno: los pinchas en el costado lateral de 60 y los tripas en ambas cabeceras; la salida del 10 en helicóptero; el inicio del juego demorado casi una hora porque ganaba la desorganización y la gente que quería ver de cerca a Diego; una mujer (Florencia Romano) al mando del amistoso “Azules” contra “Rojos” para sintetizar el eufemismo de Estudiantes vs. Gimnasia… Anécdotas, decenas. Y sin incluir la propia, de quien esto escribe, que aún conserva el afiche y la entrada de aquel día mágico momento donde tuvimos a Maradona al alcance del alambrado.
La idea surgió para recaudar fondos para una ambulancia de “alta complejidad” de la Cruz Roja. Y Diego, cuándo no, aceptó el desafío.
Siempre dispuesto a dar una mano, el amistoso, además, le servía a Maradona en su puesta a punto mientras preparaba su segunda vuelta a Boca para jugar el Apertura ‘97. Sería, ese, su último campeonato oficial en Argentina, después de su retiro definitivo en la cancha de River.
Hubo un partido aquel día de la Cruz Roja: los equipos habituales de Estudiantes y Gimnasia en aquel Clausura ’97, con refuerzos de otros equipos. Y con Maradona, claro, un tiempo de cada lado. Terminó 2-2 y con mucha pica en las tribunas, con cantos propios de los clásicos platenses que ya anticipaban, pese a que era “Azules” contra “Rojos”, el derbi a jugarse en 1 y 55 semanas después por el campeonato oficial.
Diego jugó el primer tiempo para los “Azules”, que lo ganaban 1-0. Después lo darían vuelta los “Rojos”, ya con Maradona de “refuerzo” jugando el segundo tiempo, con goles de Giménez (figura de un Newell’s animador ese año) y De Vicente. Reggi, sobre el final, pondría el sello igualitario. 2-2.
En el segundo tiempo hubo muchos cambios y hasta el ingreso de jugadores desconocidos para la mayoría, como Castelazzi, un alto flaco de rulos que entró con la número 14 y se ganó la ovación y el recuerdo de todos los pinchas que estaban en la visitante y hasta pidieron por él como refuerzo. Había llegado de Junín, como amigo del Vasco Azcónzabal, de la liga regional. Después sobrevendría la invasión de cancha, hinchas corriendo y buscando al ídolo, y Maradona, ya visiblemente enojado por la organización desbordada, saliendo para abordar un helicóptero hacia Buenos Aires.
Fue leyenda. Es mito.

SÍNTESIS:
AZULES: Campagnuolo; Galvagni, Pereyra y Dopazo; Pablo Fernández, Majón, Manso, Piaggio y Mardona; Guillermo y Reggi.
ROJOS: Bossio; Sergio Castillo, Zapata y Azconzábal; De Vicente, Giustozzi, Verón y Bruno Giménez; Fúriga y Palermo.
Cambios: Leandro Román por Majón, Cristante por Campagnuolo, Jorge Fernández por Maradona, Oscar Olivera por Manso, Majón por Román, Maradona por La Grottería, Mauro Castelazzi por Castillo, Noguera por Bossio y José Luis Campi por Noguera.
Goles: Guillermo y Reggi (A); Bruno Giménez y De Vicente (R).
Cancha: Gimnasia.
Fecha: 9 de junio de 1997.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Morgada e Infante, pasión de franja y bastones


Quizás sean los dos casos emblemáticos. Leyendas de Gimnasia y Estudiantes, terminaron sus carreras en las veredas opuestas del bosque. Morgada, con la Pincha; “El Beto”, con la Tripera. Los que jugaron con las dos camisetas.

Salido de Berisso, de esa ciudad faro de principios del siglo XX que era sinónimo de prosperidad, progreso y laburo. De allí venían “los triperos”, hinchas del Lobo que aún no se reconocía con ese apodo, que bajaban en El Mondongo después de la jornada laboral. De allí vino Ismael Morgada. Jugó poquito en Independiente, un puñado de partidos en el torneo amateur de 1920. Y enseguida se marcó a fuego con la franja azul sobre la pilcha blanca.
Desde 1922 y hasta 1935, hizo en AFA 96 goles entre torneos y copas. Está en el top cinco de los que más jugaron en toda la historia. Uno de los símbolos, junto a Varallo, Minella y Maleanni, del campeón del Estímulo del ’29. Recordado goleador, además, del “Expreso” de 1933 que terminaría con la sentada de protesta la tarde de la goleada en contra frente a San Lorenzo en suelo porteño. Fue cuando el plantel tuvo esa inusual ocurrencia de época para “irse de huelga” contra los árbitros que sólo veían el guiño cómplice de los llamados “grandes”. Quiso la pirueta, que tanta identidad tripera terminara calzándose la camiseta albirroja. Sí: fue en 1937. Morgada, berissense y símbolo del Lobo, jugó cuatro partidos de los oficiales aquel año para el Pincha.
Le decía a la revista “El Gráfico” en 1929: “Yo no les tengo bronca a los pincharratas. Los muchachos de Estudiantes de La Plata son buenos amigos míos. Los que arman líos son los hinchas. Mejor sería que se suspendieran esos partidos. Originan muchas broncas. A veces estoy laburando de artista y cuando me dispongo a mandarme una versada, me gritan: ‘¡Tripero patadura!’ Calculate vos: me cortan el hilo y ya ni oigo al apunte. Todo eso es fulero”.

“El Beto”, tripero en 1961
Cruzando de vereda, el caso de Infante. Ricardo Roberto. Goleador letal de Estudiantes –en el podio histórico junto a Pelegrina y Zozaya- e inventor de la “rabona” para la FIFA con aquel gol en el arco de 57 contra Central, Infante, como Morgada, se dio ese gusto poco usual después de su larga y fructífera simbiosis con la historia albirroja: retirarse jugando para el Lobo…
Brilló en Estudiantes integrando la famosa línea delantera que incluía a Gagliardo, Negri, Arbios y Pelegrina. Ganó las copas Escobar y República del 44/45 y también jugó en la Selección. Fuemundialista en Suecia ’58 (aquel del 1-6 con Checoslovaquia y el primer baño derealidad para el orgullo del fútbol nuestro) y hasta le hizo el gol del triunfo a España, en una victoria amistosa de Argentina, en Madrid, en 1952. Este: https://www.youtube.com/watch?v=887cuZe9HBU.
Pero como alguna vez conté y la grey platense sabe de memoria, seducido por mandato paterno, el final de su carrera lo encontró en el Lobo. Se dice que para cumplir el sueño de siempre de su viejo, de verlo franjeado de azul con la histórica camiseta blanca tripera.Jugó 16 partidos y gritó seis goles en el Lobo, en 1961, cuando empezaba a macerarse el "Lobo del 62". Una gran marca, también en Gimnasia, para un jugador ya de 37 años.


Otros nombres
Por supuesto, y es demodé decirlo en las calles de La Plata, del cruce de vereda entre Estudiantes y Gimnasia nace, en sí, la gran pasión del derbi local. Fue el cisma de 1914 en el Pincha y la salida de varios del plantel amateur campeón de 1913, el que abrió la puerta al regreso del fútbol como disciplina al Club de Gimnasia y Esgrima La Plata. Emilio Fernández, el arquero pincha que hasta había debutado con la Selección siendo albirrojo, encabezó la partida de los jugadores hacia el Club Independencia que luego se fusionaría con Gimnasia.De la década de 1910 ala actualidad, el último nombre que se anotó en la lista de las dos veredas dela ciudad fue Sebastián Dubarbier, quien jugó en Estudiantes a partir de 2017 y había debutado con la del Lobo en el lejano Clausura 2006, en época de Pedro Troglio. Antes de "Duba", claro, Gastón Sessa (arquero de los dos arcos), Daniel Pighín, Lucho Malvarez, "Palito" Bertero,"Cuchillo" González, en los '80. Vidallé, el "León" Héctor Vargas, Delménico y siguen las firmas, que llegan hasta leyendas del calibre de Gagliardo y Héctor Antonio.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.

domingo, 25 de octubre de 2020

La "Banda de las Frazadas"


Fue en 2008. Los estigmatizaron. Les atribuyeron todos los delitos. Mientras el país se preparaba para el “no positivo” de Cobos, un grupo de pibes y pibas en situación de calle sobrevivía en Plaza San Martín con lo que tenían a mano

En ese momento vivía a cien metros, recuerdo. Recuerdo también aquella noche en la que uno de estos pibitos me interpeló sin remedio, con lo que tenía a mano, para pedirme una radio digital que conservaba “como oro”. Nos hablamos. Lo acompañé. Me la devolvió. Apenas un detalle para introducirme a narrar a estos chicos que en 2008 dormían en plaza San Martín y fueron estigmatizados por los medios de peso del cuadrado platense.
Allí estaban, a metros de esas madrugadas donde algunos pedían alguna que otra moneda “pal sanguche” en la puerta del pool Líbano; “o algo para comer, che”. Así de simple y doloroso. Pibitos apartados de todos los derechos básicos y elementales que empezaron a ser la excusa perfecta para el estigma y la inseguridad.
Tenían 8, 10, algunos 16. Niñas. Pibitos. Eso eran; de la periferia, que venían a “ranchear” al centro de La Plata. Dormían donde podían. Hasta que se instalaron en La Glorieta y quedó puesto el apodo: uno de ellos había querido, se dijo, afanar un celular de alguno que, tarde, cruzaba la plaza y le tiró una frazada encima para distraerlo. Era “La banda de las frazadas”.
Hace poco lo recordó el compañero Julián Axat, en una de sus aguafuertes, y bien vale la cita: “Minoridad y fabricación de estigmas van de la mano. Siempre basadas en rumores, fuentes policiales y cierta fascinación vecinal por lo monstruoso, se dan la mano en el folletín semanal donde se construye el sentido común de lo delictivo y la sociedad se queda tranquila con sus chivos expiatorios.
Aunque el tiempo es el que derriba todo ese castillo mítico de mentiras. Aunque el daño ya esté hecho, y –en cuestiones de infancia vulnerable– se torne algo irreparable. La llamada ‘banda de la frazada’ es la historia de un daño irreparable. De destinos que se pierden. De asesinatos selectivos, y de un crimen de Estado por olvido y deliberación.”
El Estado, en nombre de la policía, apuntó contra ellos el 25 de julio de 2008, cuando un grupo de policías de civil se metió en La Glorieta no sin cadenas ni armas. El estigma había hecho caldo; y las consecuencias, a la vista. Y el tema de “los pibes chorros que aguantan en La Glorieta” se hizo de repercusión nacional, después de la amplia cobertura –en tren de indignación ciudadana- que los diarios locales le daban al tema. Aparecieron en TN, en informes de Telefé, en Crónica.
En esas “historias de muertes anunciadas”, como bien nos recuerda Axat, quizás la paradigmática sea la del pibe Omar Cigarán, a quien año a año se lo recuerda en la plazoleta de 115 y diagonal 80, en el Barrio Hipódromo, con un gran mural donde su rostro de pibe le hace fuerza al “gatillo fácil” del que fue víctima hasta morir. Lo cuenta de forma exacta una colega, Mariana Sidoti Gigli, en su libro “Vivir sin justicia”. Cigarán fue baleado por el policía Diego Walter Flores, en 43 y 115, pero el tribunal de justicia decidió su absolución, sentencia que está apelada.
Mientras el “mito” crecía y todo delito o hurto era atribuido a la supuesta “Banda de Frazada” de los pibitos de la plaza, muchos abogados presentaron un amparo colectivo -la CPM, la Asociación Miguel Bru y otras organizaciones- a favor de los pibes que dormían en la Plaza San Martín y que en julio de 2008 habían sido atacados por los policías de civil.
“El amparo colectivo lo presentamos en 2008 cuando fue la represión que sufrieron los chicos y chicas que estaban en la Glorieta de Plaza San Martín. Los chicos estaban realmente viviendo situaciones de violencia policial y riesgo de muerte. En el camino, falleció un niño en la plaza, muchos de ellos contrajeron enfermedades terribles, otros están presos… Es decir: todo lo que pensábamos en aquel momento y por lo cual comenzamos a luchar desde la Asamblea Permanente por los Derechos de la Niñez (APDN), lamentablemente se cumplió”, le contaba en 2012, a la revista La Pulseada, una de las abogadas que había impulsado aquella medida de contención.
Recién en 2019 la Suprema Corte de la Provincia confirmaría un fallo del juez Arias, que había sido apelado, obligando al Estado a dar respuesta a los jóvenes en situación de calle.
Un año después de aquel 2008 -de ciudades invadidas por el humo campestre y empresarios del Agro en las rutas- poco se sabía de estos pibes y pibas, muchos los cuales hoy tendrán más de 20 años si es que lograron anteponerse, ante la siempre nula acción de contención del Estado, a una infancia que los expulsa y vulnera sus derechos de niñez más elementales.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.

jueves, 15 de octubre de 2020

Ateneo Popular: volver de a poco



La centenaria institución de Barrio Hipódromo retomó este mes las actividades autorizadas -vía protocolo- por el municipio local. Patín, taekwondo, gimnasia, a distancia y con pocos alumnos, como nueva normalidad

Un barrio de “los de antes”: anchas veredas, calles angostas todavía con el viejo empedrado y su musgo, caballos a mano de los cuidadores cortando el paso de los autos, el bingo cerrado por la pandemia, el Favero de 117 y suEstación Sur esperando la apertura completa. Postales, ventanas, links de este 2020 inédito que cuece sentido entre los tiempos de la nueva normalidad.


Pasan los cuidadores con sus yeguas ya desatadas, ahora que dieron campana de largada al galope en el hipódromo local. Volver de a poco…
“Tenemos todo cerrado. No hay otra forma. Recién ahora, en octubre, con el protocolo municipal, empezamos de a poco sólo con tres actividades –taekwondo, gimnasia y patín- de las tantas que tenemos; y con algunos chicos, separados y a distancia”, empieza la charla Oscar Abelardo, el secretario del Ateneo, no sin soltar cierta resignación en la respuesta que me da por teléfono.


La sede de Ateneo Popular, en 39 entre 115 y 116, cuenta con un gran salón, allí donde siempre se hicieron las actividades más importantes: fiestas, actos, eventos, talleres de tango y folklore, las clásicas milongas que convoca a muchísimo vecino adulto mayor que responde a esa tradición histórica, recitales de todos los géneros musicales, y deportes de salón; y otros espacios similares, aunque más chicos, que le permiten ahora al club a autorizar actividades en simultáneo.
“El municipio nos dio permiso de seis a ocho personas”, agrega Abelardo.
Pero, aún esto, las dificultades, como a tantos clubes que al menos perciben el subsidio estatal por tener una biblioteca pública, se dieron porque dejó de ingresar dinero por el cobro de la cuota social, por más “simbólica” que esta fuera en su valor. “La dejamos a voluntad. No podíamos hacer otra cosa, una vez que prohibieron abrir y se suspendió todo, siendo que los vecinos y los socios ya no podían hacer las actividades normalmente”, dice.


Los servicios que el club paga mensualmente, u otras facturas bimestrales, debieron empezar a solventarse con aportes originados en ahorros acumulados e, incluso, con colaboraciones directas de allegados y los responsables al mando de toda la gestión. A eso se suman los ingresos extras que dejaron de entrar en concepto de buffet -que funciona en un reducto tan bucólico como amable junto al patio central del inmueble- o por el alquiler de la canchita de fútbol 5 y el salón principal, para eventos, cumpleaños y actividades culturales de toda índole.
En el frente, del lado derecho de la puerta principal, la ventana muestra casi desmantelado el bar de cervezas artesanales que tenía la concesión de ese espacio, detenido en el tiempo desde aquellas últimas noches autorizadas de mediados de marzo. Una mesa grande deja ver varias herramientas sobre ella y envases vacíos de Stella, con el polvo de la época de la antigua normalidad. ¿La heladera? Desenchufada y vacía. Pero, dicen, la esperanza es lo último que se pierde. Y en eso están los clubes platenses azotados por deudas y falta de apoyo en plena crisis económica de pandemia.


Todavía se puede leer, en la página de Facebook del club, la imagen del afiche diseñado, en marzo, por la Peña Salamanca para celebrar lo que iba a ser el Carnaval Jujeño 2020 en el salón del Ateneo Popular, de seguro a lleno total: los nombres de los grupos -Coroico, Luis Bravo, Milena Salamanca- tapados por un improvisado banner cruzado de izquierda a derecha que reza “Evento Suspendido”. Comenzaba la cuarentena obligatoria por la pandemia. Siete meses atrás…

Ateneo, del Dique al Hipódromo
Ateneo Popular nació como institución en un inmueble mucho más modesto, del otro lado de la avenida 122 que hoy separa Ensenada de La Plata, en El Dique. Y recién en la década del ’40 se estableció en la sede actual de calle 39, donde más adelante se sumaría la renombrada Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, con más de 15 mil ejemplares a disposición de los lectores, orgullo de los atenienses de “sangre de buey y blanco”, como dice la leyenda son los colores que identifican a Ateneo Popular.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

El Quinto le pone "5ta" a la cuarentena


El popular club de Parque Saavedra no escapa a la realidad pos pandemia de otras instituciones de barrio de la ciudad. Solidaridad entre vecinos y socios, colectas comunitarias y el restaurant con menú a precios más que accesibles

“Para muestra, un botón”, esgrime el lunfardo para conocer la prenda sin desensillarla. Lo hace, así, el club en la portada de la web oficial, que no oculta las obvias necesidades surcando el ASPO con un gran banner que invita a pagar la cuota social a través de Mercado Pago bajo el lema “El Quinto nos necesita… más que nunca”.
Lo expresan, sin eufemismos, en un comunicado abierto a toda la comunidad, que, de alguna manera, resume el sentir político de esta institución, que no ahorra en campañas públicas recordando los 30 mil desaparecidos de la última dictadura cívico-militar, el Día de la Diversidad Sexual o el Día de la Niñez, sintetizando el aperturista clima de época.

“Gracias al apoyo y colaboración de socios y socias, deportistas, simpatizantes y familias que forman parte de nuestro querido Quinto, es que venimos haciendo frente a las dificultades que vivimos día a día desde que se definió el aislamiento social, preventivo y obligatorio (…) Cuando ustedes decidieron acercarse al Club, pudimos ofrecerles lo que somos: una institución de barrio que cree en el compromiso y el trabajo en equipo. Por eso sigue siendo, para nosotros y nosotras, construir y sostener lazos sólidos y fuertes, a pesar de la distancia y la imposibilidad de encontrarnos físicamente”, agradecen.
Trabajo en equipo aún a puertas cerradas, es lo que se vislumbra con las actividades paralizadas por el distanciamiento autoimpuesto. Se formaron diversos y cotidianos encuentros por Zoom entre los profesores y los deportistas del Club, a través de las redes sociales, para no perder ese principio rector que forma a la institución. Los jugadores de básquet, en sus distintas categorías pero sobre todo las mayores, por caso, fueron interactuando con videos y prácticas que pueden seguirse a través de la página del club en Facebook. Todo suma para no perder esos lazos…
Al básquet, la principal e histórica actividad con que se conoce al Meridiano V de calle 67 (que luce, orgulloso, ese doblete de campeón de la liga local 1959/1991) se le suman disciplinas como el taekwondo patín; y actividades recreativas como yoga y pilates. El Quinto también supo ser un gran receptor de fanáticos de las bochas, deporte en el que la institución logró números títulos en la liga platense. Sin olvidar otro logro del club de calle 67, el jardín de infantes, fundado en la década del ’60, que pese a las restricciones de la pandemia y las dificultades ya abrió las inscripciones para el ciclo 2021 en jardinmeridianov@gmail.com.

Nueve décadas
Fue en junio de 1928, la fecha del primer día en que se reunieron los vecinos del barrio sur de la todavía incipiente La Plata. Así, recién un año después, los fundadores de esa próspera zona le dieron pie al viejo Centro de Fomento y Biblioteca Meridiano V, el 19 de abril de 1929. Conjuntamente, se fundó la Biblioteca Popular Ignacio de Castro Barros, que durante décadas fue una verdadera referencia cultural para el barrio y los alrededores.
Y si hablamos de básquet, el deporte insignia del club por afinidad y logros, fue en 1942 cuando el V se afilió a la Asociación Platense de Básquetbol, haciendo de ese deporte su actividad principal. Aquel torneo de 1959 lo marcó para siempre como el primer club “de barrio” en alcanzar el máximo logro del básquet regional en la asociación local oficial.

Delivery y take away
El restorán de Meridiano V, hoy a puertas cerradas (foto), sirve almuerzos en pandemia a sólo 280 pesos; es de mediodía, al teléfono 451-2711 o yendo en persona a la puerta del Club, en calle 67 número 1080.
Desde mayo, se hacen ñoquis todos los 29 y, de lunes a viernes, cazuela de carne con puré, pastel de papás, pastas (canelones, sorrentinos, fideos), bondiola braseada con papas y carne al horno con fritas. El menú, abundante, cuesta 280 pesos cada mediodía. El envío, en caso de pedirlo, se cobra por separado.


* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

sábado, 12 de septiembre de 2020

“Más que un club, una familia”: el Tense de 21


El Platense de plaza Malvinas se aferra a su tradicional lema para continuar con sus actividades y abrir el buffet en tiempos de pandemia. Deportes y clases por zoom, pizzas caseras para socios y vecinos y el restó con comidas para llevar

La propia página oficial del club denota de movida, en la portada y también en Facebook, la llamada “nueva normalidad” desde que a mediados de marzo el gobierno decretó la cuarentena, hoy un eufemismo práctico de un distanciamiento social casi voluntario: un afiche de la clase de yoga que la profesora Dalma Carrizo organiza, abierta para todo el público, a través de la aplicación meet de Google…
Del gimnasio y la gran cancha de básquet, a los tiempos de la pandemia, el ASPO y los deportes puertas adentro a través de una conexión audiovisual; lo mismo sucede con tantas otras actividades que se hacían hasta marzo en las instalaciones de calle 21 del “Tricolor”, incluidos los entrenamientos de su deporte más popular en sus distintas categorías: el básquet.
Pero hay más: la comisión directiva adaptó la forma de abonar la cuota social (voluntaria), por transferencia bancaria o por débito; o en efectivo, a través de pagos con distanciamiento social de manera presencial. También empezaron a hacer pizzas caseras, modalidad que repetirán este domingo 13 de septiembre a precios más que populares para ayudar con los gastos mensuales del club a partir de la suspensión obligatoria de las actividades sociales: “Pizzas del Tricolor”, le llamaron, con tres grandes de muzzarella e ingredientes a sólo 500 pesos

Un poco de historia
El orgullo del Club Platense se inscribe en grande, como reza el muro de la APB en su lista de campeones, como el “segundo ganador de barrio” de la Primera División de la asociación basquetbolística platense. Fue en 1976, en los dos torneos (Preparación y Oficial) para igualar el récord que, hasta ahí, sólo podía mostrar el club Meridiano V del Parque Saavedra…
Fundado en 1921, cuando todavía Platense jugaba fútbol entre sus principales actividades, supo cobijar de juvenil a un ensenadense que sería leyenda del fútbol argentino en la época quiebre del amateurismo al profesionalismo: un tal Herminio Masantonio… máximo goleador del Huracán de Parque Patricios, podio artillero de la era profesional, estrella y campeón con la Selección nacional en distintos sudamericanos…
Siempre en el barrio que lo vio nacer, en ese margen de rambla institucional que va por el circuito principal del cuadro platense de Malvinas a Parque San Martín, el club terminó construyendo su sede definitiva en unos terrenos de 21 entre 51 y 53, calle que hoy lo identifica con sus inagotables azul, rojo y blanco y la pelota naranja y los cestos como sus principales bastones deportivos.

El restó bar
En días donde el 2020 profundiza esa fusión de la oportunidad capitalista con el negociado depredador de “Pedidos Ya”, Johan sincera ese pequeño secreto que tuvieron a mano para meterle fichas al bodegón en el inicio de la cuarentena.
“Fue como arrancar de cero, como arrancar de nuevo. Porque no sabíamos ni cómo íbamos a pagar el alquiler, ni los servicios. Imaginate que veníamos con un ritmo, por ejemplo los viernes que había partidos de básquet del torneo provincial, a gimnasio y salón lleno. Y eso se cortó todo de golpe, de una, casi sin aviso… Hicimos publicidad, al principio, y usamos la aplicación del ‘Pedidos Ya’ pero, sobre todo, para capturar al cliente y convencerlo”
- ¿Cómo fue eso?
- Al principio los clientes te piden, por primera vez, desde la aplicación. Pero después uno busca conservarlo y que vuelva a llamar pero ya no a través de la aplicación. La forma fue capturar al cliente, que muchos son vecinos de acá cerca, del barrio, para que nos pidiera directamente. Y entonces en el ticket ya le aclaramos a la gente que si nos pide de manera directa a nosotros, se ahorra más del 30% en la compra, porque así evita el recargo de Pedidos Ya o las apps de deliverys…
¿Quién es Johan? Quien está a cargo del bar restó y de la concesión del buffet del Platense desde hace más de un año y medio, con varios años de antecedente gastronómico en el célebre Copetín de 18 esquina 59. Y aclara aún más la respuesta: “Por decirte un precio: un vino de buena calidad, acá, te sale 460 si lo pedís por la aplicación del delivery, pero 300 si nos lo pedís a nosotros de manera directa sin la intermediación”.
Abierto de lunes a domingo, por ahora siempre en horario nocturno, el restaurante en modo delivery del Club Platense ofrece milanesas de ternera y pollo, a la napo o con guarnición, pastas, pizzas, empanadas y distintas ensaladas con salteados de verdura o carne. ¿La milanesa? La gran oferta del lugar, con porciones de 320 pesos para dos personas de bien comer.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

sábado, 15 de agosto de 2020

El Aguirre, para obligada en San Lorenzo


Sigue la recorrida por los barrios y el obligado reacomodamiento de sus clubes por el distanciamiento obligatorio. Buffet delivery de lunes a sábado, menú diario a precios populares, las claves del Julián Aguirre en tiempos de ASPO

Hay un pool en inmejorable estado, ahora recubierto para ponerlo a resguardo de la tierra que se acumula en tiempos de cuarentena. El paño punzó, tapado, le sirve al cronista como improvisada mesa. Ahí está Ricky, que convida y llega de la cocina con una pequeña cazuela de garbanzos con ají y tostadas a la provenzal. Acompañan la charla junto al bullicio de fondo que llega desde la ventana del frente. Es el primer cliente del mediodía, el que habla.
“Nos empezamos a acomodar el 6 de mayo. Creo era un miércoles. Ahí volvimos a sacarle la llave a todo esto. Parecía todo arrasado. Y arrancamos como todos, con delivery, como ves –marca la ventana abierta de la foto por donde despachan el morfi-, para ir saliendo. No nos quedaba otra”, cuenta Ricky.
“Dos pascualinas”, se escucha a parte de la escuadra, el gran llamador del lugar, con tartas individuales a sólo 120 pesos pero tamaño porción para dos. ¿La escuadra? La familia de Ricky, que tiene a cargo la concesión del club y le puso el cuerpo en pandemia teniendo que incluso que mudarse.
“Así solo sirve para subsistir. Como concesión rendía, claro, imaginate que estamos desde principios del ‘18. Pero, hoy por hoy, por los ingresos que tuvimos en estos tiempos, y los alquileres, nos tuvimos que venir a vivir acá –acá es propio club- con toda la familia”, grafica.
El Julián Aguirre abre de lunes a sábado, en doble horario; al mediodía, hasta las 14. Y de 18 a 22. Ofrece todos los días un único menú, que se repite en el doble turno: puede ser pollo, pastas con fideos, canelones o ñoquis; también albóndigas. Todo casero. El menú es a 220 pesos y en cuantiosa cantidad. Y, al paso, siempre para llevar, hay pascualinas y tartas, empanadas, milanesas, pizzas y porciones de matambre o fiambre.
No hay dudas de las dificultades para ponerle el cuerpo cuando todo parecía cerrarse, dice Ricky, mientras prepara el menjunje para unas carnes que servirá el sábado.
“El inicio de la cuarentena, esos casi dos meses, fueron durísimos. Nos gastamos todos los ahorros que teníamos. Pero, bueno, con ayuda de los familiares, también, empezamos a salir. Hasta el 6 de mayo no hubo ningún ingreso de nada; casi dos meses”.
Sumado, claro, que las actividades propias del club, como los talleres de tango, danzas o peluquería, quedaron suspendidos hasta nuevo aviso de reunión, eventos que siempre son otro foco de paso de gente y eventual consumo en la barra del buffet del Julián Aguirre, el conocido club de fútbol infantil de Altos de San Lorenzo que empodera a decenas de pibes con la camiseta del Vélez porteño jugando en LISFI o LIFIPA todos los sábados.

Julián Aguirre atiende en 25 entre 73 y 74, por la ventana, con comidas para llevar; al WhatsApp: 221 591 4206 / 221 5053874; o al fijo: 426 4253.





* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

viernes, 14 de agosto de 2020

Meridiano V: pandemia, paredón y después…


Polo gastronómico del cuadrado platense, de seguro el barrio donde mayor incidencia tuvo el aislamiento por la pandemia. Negocios reconvertidos, subsistencia sin clientes caminando sus empedrados y una fisonomía inédita y solitaria a cinco meses del ASPO

“¿Que sería del fútbol sin el hincha? El hincha es todo en la vida…” se pregunta Discépolo en la célebre “El Hincha”, más como queja que como irreverencia. ¿Qué sería de Meridiano V sin sus calles llenas los fines de semana, sus cervecerías al paso o sus ferias tradicionales?
Pregunta imposible de imaginar durante el último verano, cuando el covid parecía una peste lejana como tantas de países que creemos ajenos, el barrio que agrupa a miles de personas todos los fines de semana cumple cinco meses sin los tambores por el empedrado, sin la cultura abierta de la Estación Provincial, sin las tardes de música y cervezas…
La fisonomía no varía, de lunes a lunes, con su tradicional cotidiano hasta bien entrada la tarde: los pocos usuarios del TALP que viajan hacia el Conurbano o el norte de la ciudad; el Banco Provincia de 17 y 70, y el cajero, con los movimientos habituales; y los supermercados con una clientela mayor de la esperada para los tiempos que corren.
El ritmo cansino apenas varía después de las 18, en un barrio que con el correr de los años se fue transformado en un faro de la cultura y gastronomía de La Plata; sobre todo a partir de la explosión que vino de la mano de los años pos 2001 y la recuperación económica que mutó para siempre la vieja barriada del ferrocarril abandonado…
Con las actividades artísticas y musicales impulsadas por la gestión cultural del Centro Cultural Estación Provincial, la esquina de 17 y 71 se fue convirtiendo en referencia cultural indiscutible. Sus ya célebres recuerdos de carnavales con miles en las calles, las fiestas de la cerveza artesanal que por su magnitud se trasladaron desde el interior de la Estación a la calle abarrotada de clientes, los inolvidables Ciudad Alterna que marcaron un hito en La Plata… Y tantos otros eventos que impulsaron la cultural y el sustento gastronómico del barrio, con tardes de verano a lleno total en sus calles hasta ayer nomás, hasta mediados de marzo, cuando el clima precuarentena acompañaba para disfrutar de sus veredas.

La “reconversión” de Meridiano
La siempre calurosa y soleada esquina que limita Altos de San Lorenzo del cuadrado platense, en 19 y 72, muestra mucho más movimiento que el habitual. Hay vendedores de huevo, otros de aceite y papa, algún “trapito” que se la rebusca con los parabrisas en ambas manos, changarines que hasta piden un mango por barrer la vereda, chulengos con choripanes al paso o la novedad de churros rellenos por docena.
Hay un extranjero, también, colombiano él -uno por ignorancia lo asociará al éxodo de venezolanos como quien confunde a un argentino con un uruguayo bajo el paraguas genérico del “rioplatense”- que por subsistencia toca su instrumento de viento en los casi 50 segundos que permite el cambio de luces del semáforo. Me dice que “no le queda” otra. No hay circuitos, ni bares para pasar la gorra y el mango se gana también así. Todo sirve en tiempos de distanciamiento obligatorio.
Hacia adentro del barrio, la reconversión se manifiesta sobre todo durante todas sus noches. Se extraña el paso tamboril de la legendaria “Minga” desde Circunvalación hasta la entrada de “La Grieta”, a puro chico y repique, o sentarse en la vereda del Club de Cerveza, en 18 entre 70 y 71, tomando una de las mejores artesanales en plaza y a precios más que populares.
Los negocios, aquellos que subsisten y se le animaron al “take away” (sic), tienen todos la impronta de los nuevos tiempos: un cartel pequeño, impregnado de rojo y una gran “P” en blanco, que marca el nuevo monopolio de la pandemia: “Pedidos Ya”. Grandes y millonarios beneficiarios del negocio del delivery, que a fuerza de hegemonía y mercado casi que han obligado a los restaurantes, pizzerías y cervecerías, a adoptarlo como “solución”. Nadie se sorprende ya, como crónica de época, ver esa infinidad de motos estacionadas en la puerta de Loco Ponte (18 y 70), de Mozquito o la Chorizería (17 y 70), con decenas de pibes cargados con la mochila roja de la empresa a la espera de llevar el pedido por unos pocos pesos de ganancia y un negocio redondo para la empresa que parece haber barrido con Glovo o Rapi.
El Club de Cerveza sigue siendo una de las plazas más económicas en materia de artesanales y reconvirtió su negocio a fuerza de cuarentena: litro de cerveza para llevar, con envase del cliente, a sólo 150 pesos y pizzas artesanales a menos de 250 pesos la grande; otro tanto Loco Ponte, acostumbrado a sus veredas saturadas, ahora obligado al encierro y con promociones para llevar a domicilio. Otro no pudieron: Osornio, en 17 y 69, mutó y alquiló el local. Lo mismo la célebre esquina de 17 y 71 y Mira Pampa, lleno hasta ayer nomás y hoy apenas un recuerdo; también Patagonia, en 12 y 69.
Queda el recuerdo de “Lo de Edgardo”, como si hubiera presagiado cierto futuro oscuro, que le puso fin a su bodegón de celebridades y napolitanas rellenas en marzo del ’19, justo un año antes de la epidemia. “Un visionario”, me comenta un gastronómico detrás de la barra, mientras prepara las muzzarellas que espera el motoquero en la puerta.
Queda, también, la esperanza de la subsistencia y los meses calurosos por venir que abran las calles y sus veredas al consumo para recuperar tantos meses de pérdida económica. El barrio tiene con qué…











* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

martes, 4 de agosto de 2020

115


De aquellos pioneros que crearon un club para jugar al fútbol en La Plata, al presente con la vuelta a “1”, un repaso por los hitos futbolísticos de la vida pincharrata

Querían seguir pateando -jugando al fútbol, bah- aquellos veinte inspirados socios fundadores que durante el transcurso del viernes 4 de agosto de 1905 fundaron el por entonces “Club Atlético Estudiantes”. Muchos eran socios de Gimnasia y jugaban en sus distintas divisiones. Pero, al Lobo, la Provincia le reclamó los terrenos de la hoy Facultad de Ingeniería, en 1 y 47, y aquellos pibes se quedaron sin cancha para practicar… Fue entonces que Gimnasia optó por abandonar el fútbol como disciplina para volver a sus aires fundacionales de los juegos de salón.
Su primer presidente, Miguel Gutiérrez, fue elegido la noche de la constitución del acta fundacional, redactada por el primer socio albirrojo de la entidad, Alfredo Lartigue. Jorge Contreras, Félix Díaz (el designado primer presidente), Alberto Fernández, Emilio Fernández, Hugo Ferrando, Antonio Ferreiroa, Saúl Ferreiroa, Carlos Alfredo Isla, Jorge Isla, Alfredo Lartigue, Florentino Moreda, Antonio Mouzo, David Ramsay, Carlos Sagastume, Raúl Salas, Ricardo Sancet, Joaquin Sesé, Tomás Ismael Shedden, Horacio Tolosa, Uberto Vignart, los veinte primeros socios que pusieron la firma…
Enseguida llegaría la localía provisoria en la hoy plaza Malvinas, la decisión de usar los colores rojo punzó y blanco del mítico Alumni, y el debut futbolístico en La Plata. Hasta que en febrero de 1906 le serían otorgados los campos de avenida 1 entre 54 y 57, en el límite con el por entonces extenso bosque platense. Su casa de “1”, el “Jorge Luis Hirschi”, donde se mantiene inalterable como local desde hace 114 años.
El fútbol crecería vigorosamente en la ciudad; y, de la mano, la popularidad de Estudiantes, que desde 1908 había regresado a los torneos de AFA. Llegaría luego el ascenso de 1911 goleando nada más y nada menos que a Independiente, el título de Primera en la disidente FAF, en 1913, y, de la mano, la construcción de la histórica platea oficial de madera, que se mantuviera en pie sobre el lateral de calle 115 hasta su incendio en 1960.
La presidencia de Hirschi desde 1927 marcó un quiebre ineludible con obras de magnitud en todo el predio de 1 y 57, desde la extensión de la capacidad para el público, con nuevos tablones de madera, hasta la ampliación y reforma de la techada. El período de Hirschi coincidió con el famoso equipo de Los Profesores, aquel de Lauri , Zozaya, Scopelli, Ferreira y Guaita, los cuales integraron el plantel del subcampeonato en el Mundial de 1930.
Los Profesores terminaron muy cerca del título de Primera en 1928 (3ro, a manos de Huracán), en 1930 (subcampeón contra el gran Boca de Varallo, Cherro, Evaristo y compañía) y en el ’31, en el primer certamen de la Liga Profesional.
Ya en los ’40, con la aparición de Infante y Pelegrina, este llegado desde Córdoba, conseguiría sus dos primeros títulos oficiales del profesionalismo: la Copa Escobar 1944 y la Copa República (antecesora directa de la Copa Argentina actual) 1945, ganada nada menos que en una doble y accidentada final a Boca, en el Viejo Gasómetro.
El Gasómetro de San Lorenzo siempre estuvo ligado a la vida pincharrata. Allí también daría su primera vuelta olímpica en Primera en la era profesional, con el 3-0 al Racing de José para romper la famosa hegemonía de los llamados “cinco grandes”. Antes, claro, el recuerdo directo de la “Tercera que Mata”, armada por Miguel Ignomiriello en la etapa previa al arribo de Zubeldía, plantel base de la máxima conquista, la Copa Intercontinental de 1968, y del tricampeonato de América 1968/70.
Los ’70 fueron años sin títulos, pero con equipos memorables: el subcampeón de 1975 dirigido por Bilardo que pierde un increíble torneo en Vélez contra el River, la noche de Fillol y su imposible palomita atajada contra la Bruja padre; y también el equipo de 1977, semifinalista del Nacional en un campañón que sólo puedo frenar el Independiente que luego daría la vuelta olímpica en Córdoba.
Los '80 marcaron el bicampeonato 82/83 con Bilardo y Manera, el legendario empate 3-3 con cuatro jugadores menos contra Gremio para quedar, otra vez, al borde de volver a disputar un final de Libertadores, como no le sucedía desde 1971, en el final del exitoso ciclo de Zubeldía…
La vuelta a “1”, en noviembre pasado, coronó un proceso de casi 15 años con Verón en el club, tras su vuelta de 2006, que le dieron a la institución el brillo que supo tener en el fútbol argentino con dos nuevos títulos nacionales (Apertura 2006 y Apertura 2010) y, claro, la inolvidable cuarta Libertadores con Sabella en el banco y la final contra el Barcelona de Guardiola, al que Estudiantes puso en jaque hasta faltando tres minutos y otro tanto del descuento. Casi lo empata al final del suplementario, con el cabezazo del Chavo Desábato que no quiso entrar después de una batalla de más de 120 minutos. Recuerdo que aún no cicatriza en la grey pincha.
Hoy el club respira los renovados aires de la reinauguración de su cancha, queriendo volver a los primeros planos del fútbol argentino con una jugada apuesta a las divisiones juveniles y la conducción de alguien que lo aprendió todo en eso que suelen llamar “la mística del ADN”: el Chavo Desábato.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

domingo, 2 de agosto de 2020

El Fortín: “hacerse fuerte”, como su historia


Emplazado en la zona comercial de 68 y 25, el club barrial nacido en 1939 hace huella de su lema fundacional para ponerle el cuerpo a la difícil subsistencia en cuarentena

¿Cómo empezar una nota sobre instituciones barriales por un tornado? Así: uno de los clubes insignia de la barriada sureña, el Fortín de Zona Sur, fue testigo directo en sus tiempos fundacionales.
“El club, en realidad, se había formado en la casa de un vecino, en 25 y 67. Ese fue el primer lugar físico del Fortín. Pero en 1937 hubo un huracán en La Plata que arrasó con gran parte de la ciudad; y también con el club, que quedó totalmente destruido”. Lo cuenta Gustavo como gran anécdota, responsable del mando del club de calle 68, quien nos atiende adelante del mostrador mientras acomoda unas tortillas de papa y varias empanadas aún tibias en los exhibidores de plástico.


El buffet del histórico Fortín –no confundir con “Fortín Sur”, en la calle 27 sobre el barrio Cementerio- fue reabierto en la etapa precuarentena, en los primeros meses de 2019, como parte del emprendimiento cooperativo que nuclea a estos clubes de cuotas societarias casi a voluntad, con ingresos escasean. Y ahora, tras casi dos meses de puertas cerradas, se animaron al primer locro para llevar el pasado 25 de mayo. Como para probar y que empezara a entrar algo de plata a una economía casi en cero.
“La cuarentena nos agarró de lleno y dejamos de tener los ingresos por las tantas actividades que se hacen acá –señala hacia atrás, Gustavo, marcando el amplio salón lindero al patio donde todavía se mantiene en pie la canchita de fútbol- así que el buffet nos ayuda a, por lo menos, quedar al día con los números”, dice.
Entre las tantas actividades que esperan volver a realizar una vez que los protocolos y el devenir de la pandemia lo permitan, hay karate, zumba/fitness, patín artístico, clases de folklore. Y la biblioteca, innegable para la mirada hasta desatenta del peatón o el automovilista que surca la poblada arteria 68 hacia el San Juan de Dios, el otro punto neurálgico del barrio.


La biblioteca homenajea a Benito Lynch, desde que el club comenzó a cobrar el subsidio estatal de la dirección de bibliotecas y el espacio tenía que tener un nombre propio. Nadie que haya pasado por el colegio Nacional y secundarias similares a dejado de leer “El inglés de los güesos”. De él, es. De Lynch. Platense que hasta es homenajeado por su gauchesca emancipadora con el nombre de la escuela de calle 35 entre 14 y 15.
Volvamos al día a día del Fortín de Zona Sur para subsistir en cuarentena: el buffet, recubierto ahora de las mamparas transparentes de protección vía protocolo covid, abre desde el mediodía, de lunes a sábado. Ofrecen tartas, tortillas de las caseras, empanadas, sándwiches de milanesas, pastas... Y los feriados o días patrios, guisos para llevar como el increíble y abundante locro de la foto.

Fortín de Zona Sur abre de lunes a sábado, desde el mediodía, en 68 entre 24 y 25. O a los teléfonos 221 507 6499 / 221 458 2652.


* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

martes, 28 de julio de 2020

La cuarentena del Tranviario Automotor


Como tantos otros bodegones de barriadas platenses, el popular “Manteca” de calle 50 se adapta ofreciendo sus clásicos guisos y asados a domicilio. De los jueves y viernes con salón abarrotado, a la incierta realidad del aislamiento obligatorio.

“Cerré por un par de días, pensando que a lo sumo eran quince… y se hicieron tres meses”, nos narra el Manteca, no sin una palpable resignación que pudo transformar para “sobrevivir” en pandemia, mientras prepara y adoba prolijos filetes de merluza que servirá en un rato como menú de miércoles. Detrás del mostrador ahora vacío, donde sobresale una vieja edición amontonada de un diario cualquiera del mes de marzo, apenas se ven botellas vacías, fotos encuadradas entre algún polvo y decenas de copas que esperan la vuelta de los comensales.
Impresiona el salón, apenas iluminado por el tubo blanco de la barra que parece mutar la mañana en la que estamos hablamos por la noche más profunda. Hay una decena de mesas apiladas sobre los rincones que todavía tienen los manteles de hule rojo; el televisor apagado; el paso a la parrilla y los baños del patio del fondo cortado por las sillas ahora sin uso…
- ¿Cómo te reinventaste?
- Como a todos, como a la mayoría, nos agarró de golpe. No entraba guita, pero tampoco se gastaba. Me llamó un amigo, un cliente de años, como al mes y medio de la cuarentena. Me pidió si podía cocinarle; hacerle el asado de siempre, bah, el que comen todos acá cuando vienen los jueves y viernes. Querían ocho porciones como para once tipos. Y ahí le dije: para esa cantidad, te hago y te vendo…
- Surgió casi sin buscarlo...
- Ese día fue un viernes. Y ahí nomás se empezó a ‘correr la bola’ entre mensajes y el WhatsApp. Terminé cocinando como para cien clientes. No lo podía creer. Esa noche tuve que salir a buscar carne, de acá para allá, para poder completar los pedidos. Todo porque mi hija había empezado –dice y ríe a la vez- a comentar en distintos grupos que me había puesto a hacer asados de nuevo…
Las míticas noches del Tranviario Automotor de 50 entre 21 y 22, a salón lleno, mutaron por ahora a los pedidos a domicilio; con el mismo menú pero otra metodología. Lo cuenta él mismo: “Los martes hago porciones de olla, como le suelo decir, con lentejas, mondongo o locro, tanto al mediodía como a la noche; los miércoles el clásico filet de pescado al limón; los viernes, pata y muslo de pollo; y los sábados, el variado de parrilla con asado, vacío o tapa, cerdo y achuras. La parrilla sale 600 la porción abundante que te contaba, que viene además con una guarnición grande de papas fritas, y el resto siempre a 350 pesos”.
Detrás del apodo del “Manteca” está Norberto Aristú, un bahiense hincha de Olimpo, platense por adopción, que hace al menos dos décadas tomó la concesión de la cocina bodegón de este mítico club. Ahora acomoda las bandejas de plástico –ese extraño objeto importado a fuerza de cuarentena obligada y delivery- una a una sobre la mesa donde sirve los pedidos. Y aunque celebra haber reabierto, sabe que la diferencia “para que quede un mango”, en este tipo de emprendimientos, la termina dando la bebida y el postre: “Es lo que más rinde, siempre, por eso es tan complejo todo esto, porque no sólo que tenés cerrado sino que en el delivery no podés tener la entrada por venta de alcohol que sí tenés cuando abrís al público, que es lo principal en estos bares o clubes con mostrador…”

La historia del Tranviario y Automotor
La casa-club donde funciona “Lo del Manteca” pasa desapercibida en la cuadra de calle 50 casi 22. Tiene cerámicos naranja en el frente y una única identificación, de bronce, a la altura del marco superior de los ventanales, una placa de 1952: “Asociación D. S. y M. Tranviario Automotor”. No necesita más nada para atraer a los comensales que se saben de memoria el itinerario…
El lugar, con una sobresaliente cancha de bochas que marca toda la geografía del club, fue fundado, en pleno auge comercial del transporte, por los viejos choferes de tranvías de la empresa “La Nacional” en los terrenos que a principios del siglo XX -época fundacional de La Plata- pertenecían a la familia Tettamanti. Todo estaba en esa zona: la sede de la empresa funcionaba en la vieja casona del actual Colegio de Agrimensores (51 entre 20 y 21); y los talleres tranviarios, en los galpones de ladrillo a la vista que hoy se usan como depósito de chatarra de Control Urbano, en 49 entre 20 y 21.
Un pedazo de historia de La Plata que se adapta y resiste.

“Lo del Manteca” hace delivery y entrega de domicilio, de martes a sábado (jueves cerrado), al teléfono 221 605 2353.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

miércoles, 22 de julio de 2020

Cuando La Plata fue toda mundialista


Uruguay 1930 marcó un hecho jamás repetido en la historia del Seleccionado: la presencia simultánea de pinchas y triperos en un plantel argentino durante una Copa del Mundo. Un hito del que se están cumpliendo 90 años


Buenos Aires se sacudía un 12 de julio de 1930 con un impactante accidente tranviario cuando la formación intentaba cruzar el Puente Bosch sobre el Riachuelo: hubo casi 60 muertos y una gran conmoción nacional. Yrigoyen todavía ejercía la presidencia mientras se cocinaba la primera asonada cívico-militar y, en Montevideo, el Seleccionado Nacional jugaba el primer partido de su historia en una Copa del Mundo.
Hace nueve décadas, en un invierno tan crudo como este, se jugaba un Mundial que, en esa necesaria retrospectiva de la historia, se volvería legendario para el fútbol de nuestra ciudad.

Ferreira y Varallo
La cita por la conquista de la Jules Rimet había empezado el 13 de julio con la goleada de Francia contra México (4-1) y el gol de Laurent con el primer grito de la cita mundialista. 48 horas más tarde, en el Parque Central de Nacional, Argentina salía a la cancha para su debut y dos jugadores de La Plata configuraban el once ideal del fútbol argentino: Estudiantes y Gimnasia, de la mano de Manuel Ferreira y Francisco Varallo, decían presente en el primer partido de la historia de los mundiales. Allí se los ve en la foto, juntos, con la pelota en manos del capitán albirrojo de Trenque Lauquen: “el Nolo”, a la derecha; “Pancho”, a su izquierda, al lado de Natalio Perinetti, ídolo del mejor Racing de “La Academia”.
Esa tarde en la cancha de Nacional, en el barrio de Blanqueada, Argentina le ganó 1-0 a Francia y alistó a: Ángel Bossio; Ramón Muttis y José Della Torre; Pedro “Arico” Suárez, Luis Monti y Juan Evaristo; Natalio Perinetti, Francisco Varallo, Manuel Ferreira (c), Roberto Cherro y Mario Evaristo. Los dirigían la dupla de entrenadores y técnicos, Olazar y Tramutola.
No fue el único partido, aquel del triunfo contra los franceses, en el que pinchas y triperos jugaron como compañeros desde el arranque: Ferreira y Varallo también coincidieron como titulares en el 3-1 contra Chile que cerró la fase inicial; y en la recordada final con derrota (2-4) frente a Uruguay. Varallo, además, dijo presente e hizo un gol en el 6-3 frente a México, el 19 de julio en el recién inaugurado Estadio Centenario, partido que “El Nolo” se perdió por aquella increíble anécdota de decidir viajar a Buenos Aires ¡en pleno Mundial! para rendir un examen de su otra pasión: la carrera de escribanía.
Además de aquel gol de “Pancho” que inscribió al Lobo en la historia del primer Mundial, Estudiantes revalidaría esas cartas teniendo presencia por duplicado en el 6-1 de Argentina a Estados Unidos de semifinales. Fue la tarde del 26 de julio de 1930, cuando firmaron planilla Manuel Ferreira y Alejandro Scopelli, reemplazante justamente de Varallo. Dos pinchas titulares en un partido de Copa del Mundo. Algo que sólo volvería a suceder 80 años más tarde, en Sudáfrica 2010, cuando Clemente Rodríguez y Juan Sebastián Verón salieron entre los “11” en el 2-0 frente a Grecia de la zona de grupos.
Tres partidos mundialistas, tres encuentros compartidos entre un tripero y un pincha. Un hecho anclado en aquel lejano 1930 de furibunda rivalidad rioplatense; años de duelos bravos, tanto adentro como afuera de la cancha, entre argentinos y uruguayos en Juegos Olímpicos, Mundiales y Copas Américas.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.

domingo, 21 de junio de 2020

Infante, leyenda de las dos veredas


Hoy cumpliría 96 años. Goleador letal de Estudiantes, inventor de la “rabona” para la FIFA, el “Beto” se dio un gusto único: de larga simbiosis con la historia albirroja, se retiró sin embargo con la del Lobo. Un caso único entre los goleadores nativos: jugar con los dos colores de su ciudad natal…

Identificado como pocos con la historia albirroja pre-Zubeldía, huella indeleble en el largo derrotero de conquistas de la institución, el “Beto” Infante es el único de la larga lista de los diez grandes goleadores de AFA que supo vestir las dos camisetas de los clásicos rivales de una ciudad. En este caso, de La Plata. ¿Se imaginarían a Palermo con la de River? Algo similar…
Nacido un 21 de junio de 1924, la leyenda cuenta que fue tan grande el peso de la cuna tripera de su familia, sobre todo la del padre, que pese a su lineal identidad pincharrata –es uno de sus tres máximos artilleros, con 191 gritos entre ligas y copas- recaló para retirarse en Gimnasia en 1961 después de haber jugado durante quince temporadas en la Primera de Estudiantes. Quería, claro, satisfacer, de una vez, aquel sueño paterno…
En 2014, la FIFA hizo justicia con la leyenda futbolística platense y patentó para siempre la jugada que lo hizo conocido mundialmente, la que en tiempos modernos replicarían Borghi, Di María, Ronaldinho o el Ronaldo portugués: ese gesto excelso de romanticismo por antonomasia, la famosa “hachita". Fue un 19 de septiembre de 1948, contra Central y en 1 y 55. Tomó un rebote después de un tiro de Gagliardo, sobre la izquierda del área, y, diestro él, como la pelota le quedó para la zurda, cruzó el pie derecho por detrás del tobillo izquierdo y sacó un zapatazo de “rabona” que se clavó en el ángulo del arquero canalla, Botazzi.

La jugada sin nombre
Lo cuenta de manera exacta el periodista Fabián Mauri, en una vieja nota de la revista Un Caño: “Nadie sabía cómo llamar a la efectista invención de Infante: sencillamente no tenía nombre. Existe una leyenda urbana que asegura que el martes siguiente al gol apareció en El Gráfico una producción fotográfica en la que se veía al delantero vestido con guardapolvos escolar, ejecutando la jugadita con el título ‘El infante que se hizo la rabona’. La leyenda concluye que es, a partir de esa publicación, que la bendita ‘rabona’  encontró al fin su nombre”.
Sin embargo, como señala el periodista en otro extracto, en ninguna edición de la revista de ese 1948 se hizo una producción semejante y queda el beneficio de la duda de ediciones posteriores donde, quizás, se haya homenajeado a la proeza del “Beto” haciéndolo vestir de infante antes de hacerse la rabona de la escuela… Quilosá. Pero para todos, y para él, siempre fue “el gol de hachita”, por la manera de golpear la pelota en el gol.
Infante brilló en Estudiantes en la famosa línea de Gagliardo, Negri, Infante, Arbios y Pelegrina. Ganó las copas Escobar y República del 44/45 y también jugó en la Selección. Se dio el gusto de estar el Mundial de Suecia ’58 (aquel del 1-6 con Checoslovaquia y el primer baño de realidad para el orgullo del fútbol nuestro) y hasta le hizo el gol del triunfo a España, en una victoria amistosa de Argentina, en Madrid, en 1952. Este: https://www.youtube.com/watch?v=887cuZe9HBU.
Seducido por mandato paterno, el final de su carrera lo encontró en el Lobo. Se dice que para cumplir el sueño de siempre de su viejo, de verlo franjeado de azul con la histórica camiseta blanca tripera. Jugó 16 partidos y gritó seis goles. Una gran marca, también en Gimnasia, para un jugador ya de 37 años.
Como entrenador, muchos lo recuerdan enseñando y rodeado de pibes en la escuelita de fútbol del Sagrado Corazón, en los años ’80, en el patio de calle 57, mientras le contaba infinidad de veces a los curiosos infantes que iban a aprender con él, su hazaña, la de haber inventado, para siempre, el gol de “hachita”.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.