sábado, 15 de agosto de 2020

El Aguirre, para obligada en San Lorenzo


Sigue la recorrida por los barrios y el obligado reacomodamiento de sus clubes por el distanciamiento obligatorio. Buffet delivery de lunes a sábado, menú diario a precios populares, las claves del Julián Aguirre en tiempos de ASPO

Hay un pool en inmejorable estado, ahora recubierto para ponerlo a resguardo de la tierra que se acumula en tiempos de cuarentena. El paño punzó, tapado, le sirve al cronista como improvisada mesa. Ahí está Ricky, que convida y llega de la cocina con una pequeña cazuela de garbanzos con ají y tostadas a la provenzal. Acompañan la charla junto al bullicio de fondo que llega desde la ventana del frente. Es el primer cliente del mediodía, el que habla.
“Nos empezamos a acomodar el 6 de mayo. Creo era un miércoles. Ahí volvimos a sacarle la llave a todo esto. Parecía todo arrasado. Y arrancamos como todos, con delivery, como ves –marca la ventana abierta de la foto por donde despachan el morfi-, para ir saliendo. No nos quedaba otra”, cuenta Ricky.
“Dos pascualinas”, se escucha a parte de la escuadra, el gran llamador del lugar, con tartas individuales a sólo 120 pesos pero tamaño porción para dos. ¿La escuadra? La familia de Ricky, que tiene a cargo la concesión del club y le puso el cuerpo en pandemia teniendo que incluso que mudarse.
“Así solo sirve para subsistir. Como concesión rendía, claro, imaginate que estamos desde principios del ‘18. Pero, hoy por hoy, por los ingresos que tuvimos en estos tiempos, y los alquileres, nos tuvimos que venir a vivir acá –acá es propio club- con toda la familia”, grafica.
El Julián Aguirre abre de lunes a sábado, en doble horario; al mediodía, hasta las 14. Y de 18 a 22. Ofrece todos los días un único menú, que se repite en el doble turno: puede ser pollo, pastas con fideos, canelones o ñoquis; también albóndigas. Todo casero. El menú es a 220 pesos y en cuantiosa cantidad. Y, al paso, siempre para llevar, hay pascualinas y tartas, empanadas, milanesas, pizzas y porciones de matambre o fiambre.
No hay dudas de las dificultades para ponerle el cuerpo cuando todo parecía cerrarse, dice Ricky, mientras prepara el menjunje para unas carnes que servirá el sábado.
“El inicio de la cuarentena, esos casi dos meses, fueron durísimos. Nos gastamos todos los ahorros que teníamos. Pero, bueno, con ayuda de los familiares, también, empezamos a salir. Hasta el 6 de mayo no hubo ningún ingreso de nada; casi dos meses”.
Sumado, claro, que las actividades propias del club, como los talleres de tango, danzas o peluquería, quedaron suspendidos hasta nuevo aviso de reunión, eventos que siempre son otro foco de paso de gente y eventual consumo en la barra del buffet del Julián Aguirre, el conocido club de fútbol infantil de Altos de San Lorenzo que empodera a decenas de pibes con la camiseta del Vélez porteño jugando en LISFI o LIFIPA todos los sábados.

Julián Aguirre atiende en 25 entre 73 y 74, por la ventana, con comidas para llevar; al WhatsApp: 221 591 4206 / 221 5053874; o al fijo: 426 4253.





* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

viernes, 14 de agosto de 2020

Meridiano V: pandemia, paredón y después…


Polo gastronómico del cuadrado platense, de seguro el barrio donde mayor incidencia tuvo el aislamiento por la pandemia. Negocios reconvertidos, subsistencia sin clientes caminando sus empedrados y una fisonomía inédita y solitaria a cinco meses del ASPO

“¿Que sería del fútbol sin el hincha? El hincha es todo en la vida…” se pregunta Discépolo en la célebre “El Hincha”, más como queja que como irreverencia. ¿Qué sería de Meridiano V sin sus calles llenas los fines de semana, sus cervecerías al paso o sus ferias tradicionales?
Pregunta imposible de imaginar durante el último verano, cuando el covid parecía una peste lejana como tantas de países que creemos ajenos, el barrio que agrupa a miles de personas todos los fines de semana cumple cinco meses sin los tambores por el empedrado, sin la cultura abierta de la Estación Provincial, sin las tardes de música y cervezas…
La fisonomía no varía, de lunes a lunes, con su tradicional cotidiano hasta bien entrada la tarde: los pocos usuarios del TALP que viajan hacia el Conurbano o el norte de la ciudad; el Banco Provincia de 17 y 70, y el cajero, con los movimientos habituales; y los supermercados con una clientela mayor de la esperada para los tiempos que corren.
El ritmo cansino apenas varía después de las 18, en un barrio que con el correr de los años se fue transformado en un faro de la cultura y gastronomía de La Plata; sobre todo a partir de la explosión que vino de la mano de los años pos 2001 y la recuperación económica que mutó para siempre la vieja barriada del ferrocarril abandonado…
Con las actividades artísticas y musicales impulsadas por la gestión cultural del Centro Cultural Estación Provincial, la esquina de 17 y 71 se fue convirtiendo en referencia cultural indiscutible. Sus ya célebres recuerdos de carnavales con miles en las calles, las fiestas de la cerveza artesanal que por su magnitud se trasladaron desde el interior de la Estación a la calle abarrotada de clientes, los inolvidables Ciudad Alterna que marcaron un hito en La Plata… Y tantos otros eventos que impulsaron la cultural y el sustento gastronómico del barrio, con tardes de verano a lleno total en sus calles hasta ayer nomás, hasta mediados de marzo, cuando el clima precuarentena acompañaba para disfrutar de sus veredas.

La “reconversión” de Meridiano
La siempre calurosa y soleada esquina que limita Altos de San Lorenzo del cuadrado platense, en 19 y 72, muestra mucho más movimiento que el habitual. Hay vendedores de huevo, otros de aceite y papa, algún “trapito” que se la rebusca con los parabrisas en ambas manos, changarines que hasta piden un mango por barrer la vereda, chulengos con choripanes al paso o la novedad de churros rellenos por docena.
Hay un extranjero, también, colombiano él -uno por ignorancia lo asociará al éxodo de venezolanos como quien confunde a un argentino con un uruguayo bajo el paraguas genérico del “rioplatense”- que por subsistencia toca su instrumento de viento en los casi 50 segundos que permite el cambio de luces del semáforo. Me dice que “no le queda” otra. No hay circuitos, ni bares para pasar la gorra y el mango se gana también así. Todo sirve en tiempos de distanciamiento obligatorio.
Hacia adentro del barrio, la reconversión se manifiesta sobre todo durante todas sus noches. Se extraña el paso tamboril de la legendaria “Minga” desde Circunvalación hasta la entrada de “La Grieta”, a puro chico y repique, o sentarse en la vereda del Club de Cerveza, en 18 entre 70 y 71, tomando una de las mejores artesanales en plaza y a precios más que populares.
Los negocios, aquellos que subsisten y se le animaron al “take away” (sic), tienen todos la impronta de los nuevos tiempos: un cartel pequeño, impregnado de rojo y una gran “P” en blanco, que marca el nuevo monopolio de la pandemia: “Pedidos Ya”. Grandes y millonarios beneficiarios del negocio del delivery, que a fuerza de hegemonía y mercado casi que han obligado a los restaurantes, pizzerías y cervecerías, a adoptarlo como “solución”. Nadie se sorprende ya, como crónica de época, ver esa infinidad de motos estacionadas en la puerta de Loco Ponte (18 y 70), de Mozquito o la Chorizería (17 y 70), con decenas de pibes cargados con la mochila roja de la empresa a la espera de llevar el pedido por unos pocos pesos de ganancia y un negocio redondo para la empresa que parece haber barrido con Glovo o Rapi.
El Club de Cerveza sigue siendo una de las plazas más económicas en materia de artesanales y reconvirtió su negocio a fuerza de cuarentena: litro de cerveza para llevar, con envase del cliente, a sólo 150 pesos y pizzas artesanales a menos de 250 pesos la grande; otro tanto Loco Ponte, acostumbrado a sus veredas saturadas, ahora obligado al encierro y con promociones para llevar a domicilio. Otro no pudieron: Osornio, en 17 y 69, mutó y alquiló el local. Lo mismo la célebre esquina de 17 y 71 y Mira Pampa, lleno hasta ayer nomás y hoy apenas un recuerdo; también Patagonia, en 12 y 69.
Queda el recuerdo de “Lo de Edgardo”, como si hubiera presagiado cierto futuro oscuro, que le puso fin a su bodegón de celebridades y napolitanas rellenas en marzo del ’19, justo un año antes de la epidemia. “Un visionario”, me comenta un gastronómico detrás de la barra, mientras prepara las muzzarellas que espera el motoquero en la puerta.
Queda, también, la esperanza de la subsistencia y los meses calurosos por venir que abran las calles y sus veredas al consumo para recuperar tantos meses de pérdida económica. El barrio tiene con qué…











* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

martes, 4 de agosto de 2020

115


De aquellos pioneros que crearon un club para jugar al fútbol en La Plata, al presente con la vuelta a “1”, un repaso por los hitos futbolísticos de la vida pincharrata

Querían seguir pateando -jugando al fútbol, bah- aquellos veinte inspirados socios fundadores que durante el transcurso del viernes 4 de agosto de 1905 fundaron el por entonces “Club Atlético Estudiantes”. Muchos eran socios de Gimnasia y jugaban en sus distintas divisiones. Pero, al Lobo, la Provincia le reclamó los terrenos de la hoy Facultad de Ingeniería, en 1 y 47, y aquellos pibes se quedaron sin cancha para practicar… Fue entonces que Gimnasia optó por abandonar el fútbol como disciplina para volver a sus aires fundacionales de los juegos de salón.
Su primer presidente, Miguel Gutiérrez, fue elegido la noche de la constitución del acta fundacional, redactada por el primer socio albirrojo de la entidad, Alfredo Lartigue. Jorge Contreras, Félix Díaz (el designado primer presidente), Alberto Fernández, Emilio Fernández, Hugo Ferrando, Antonio Ferreiroa, Saúl Ferreiroa, Carlos Alfredo Isla, Jorge Isla, Alfredo Lartigue, Florentino Moreda, Antonio Mouzo, David Ramsay, Carlos Sagastume, Raúl Salas, Ricardo Sancet, Joaquin Sesé, Tomás Ismael Shedden, Horacio Tolosa, Uberto Vignart, los veinte primeros socios que pusieron la firma…
Enseguida llegaría la localía provisoria en la hoy plaza Malvinas, la decisión de usar los colores rojo punzó y blanco del mítico Alumni, y el debut futbolístico en La Plata. Hasta que en febrero de 1906 le serían otorgados los campos de avenida 1 entre 54 y 57, en el límite con el por entonces extenso bosque platense. Su casa de “1”, el “Jorge Luis Hirschi”, donde se mantiene inalterable como local desde hace 114 años.
El fútbol crecería vigorosamente en la ciudad; y, de la mano, la popularidad de Estudiantes, que desde 1908 había regresado a los torneos de AFA. Llegaría luego el ascenso de 1911 goleando nada más y nada menos que a Independiente, el título de Primera en la disidente FAF, en 1913, y, de la mano, la construcción de la histórica platea oficial de madera, que se mantuviera en pie sobre el lateral de calle 115 hasta su incendio en 1960.
La presidencia de Hirschi desde 1927 marcó un quiebre ineludible con obras de magnitud en todo el predio de 1 y 57, desde la extensión de la capacidad para el público, con nuevos tablones de madera, hasta la ampliación y reforma de la techada. El período de Hirschi coincidió con el famoso equipo de Los Profesores, aquel de Lauri , Zozaya, Scopelli, Ferreira y Guaita, los cuales integraron el plantel del subcampeonato en el Mundial de 1930.
Los Profesores terminaron muy cerca del título de Primera en 1928 (3ro, a manos de Huracán), en 1930 (subcampeón contra el gran Boca de Varallo, Cherro, Evaristo y compañía) y en el ’31, en el primer certamen de la Liga Profesional.
Ya en los ’40, con la aparición de Infante y Pelegrina, este llegado desde Córdoba, conseguiría sus dos primeros títulos oficiales del profesionalismo: la Copa Escobar 1944 y la Copa República (antecesora directa de la Copa Argentina actual) 1945, ganada nada menos que en una doble y accidentada final a Boca, en el Viejo Gasómetro.
El Gasómetro de San Lorenzo siempre estuvo ligado a la vida pincharrata. Allí también daría su primera vuelta olímpica en Primera en la era profesional, con el 3-0 al Racing de José para romper la famosa hegemonía de los llamados “cinco grandes”. Antes, claro, el recuerdo directo de la “Tercera que Mata”, armada por Miguel Ignomiriello en la etapa previa al arribo de Zubeldía, plantel base de la máxima conquista, la Copa Intercontinental de 1968, y del tricampeonato de América 1968/70.
Los ’70 fueron años sin títulos, pero con equipos memorables: el subcampeón de 1975 dirigido por Bilardo que pierde un increíble torneo en Vélez contra el River, la noche de Fillol y su imposible palomita atajada contra la Bruja padre; y también el equipo de 1977, semifinalista del Nacional en un campañón que sólo puedo frenar el Independiente que luego daría la vuelta olímpica en Córdoba.
Los '80 marcaron el bicampeonato 82/83 con Bilardo y Manera, el legendario empate 3-3 con cuatro jugadores menos contra Gremio para quedar, otra vez, al borde de volver a disputar un final de Libertadores, como no le sucedía desde 1971, en el final del exitoso ciclo de Zubeldía…
La vuelta a “1”, en noviembre pasado, coronó un proceso de casi 15 años con Verón en el club, tras su vuelta de 2006, que le dieron a la institución el brillo que supo tener en el fútbol argentino con dos nuevos títulos nacionales (Apertura 2006 y Apertura 2010) y, claro, la inolvidable cuarta Libertadores con Sabella en el banco y la final contra el Barcelona de Guardiola, al que Estudiantes puso en jaque hasta faltando tres minutos y otro tanto del descuento. Casi lo empata al final del suplementario, con el cabezazo del Chavo Desábato que no quiso entrar después de una batalla de más de 120 minutos. Recuerdo que aún no cicatriza en la grey pincha.
Hoy el club respira los renovados aires de la reinauguración de su cancha, queriendo volver a los primeros planos del fútbol argentino con una jugada apuesta a las divisiones juveniles y la conducción de alguien que lo aprendió todo en eso que suelen llamar “la mística del ADN”: el Chavo Desábato.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

domingo, 2 de agosto de 2020

El Fortín: “hacerse fuerte”, como su historia


Emplazado en la zona comercial de 68 y 25, el club barrial nacido en 1939 hace huella de su lema fundacional para ponerle el cuerpo a la difícil subsistencia en cuarentena

¿Cómo empezar una nota sobre instituciones barriales por un tornado? Así: uno de los clubes insignia de la barriada sureña, el Fortín de Zona Sur, fue testigo directo en sus tiempos fundacionales.
“El club, en realidad, se había formado en la casa de un vecino, en 25 y 67. Ese fue el primer lugar físico del Fortín. Pero en 1937 hubo un huracán en La Plata que arrasó con gran parte de la ciudad; y también con el club, que quedó totalmente destruido”. Lo cuenta Gustavo como gran anécdota, responsable del mando del club de calle 68, quien nos atiende adelante del mostrador mientras acomoda unas tortillas de papa y varias empanadas aún tibias en los exhibidores de plástico.


El buffet del histórico Fortín –no confundir con “Fortín Sur”, en la calle 27 sobre el barrio Cementerio- fue reabierto en la etapa precuarentena, en los primeros meses de 2019, como parte del emprendimiento cooperativo que nuclea a estos clubes de cuotas societarias casi a voluntad, con ingresos escasean. Y ahora, tras casi dos meses de puertas cerradas, se animaron al primer locro para llevar el pasado 25 de mayo. Como para probar y que empezara a entrar algo de plata a una economía casi en cero.
“La cuarentena nos agarró de lleno y dejamos de tener los ingresos por las tantas actividades que se hacen acá –señala hacia atrás, Gustavo, marcando el amplio salón lindero al patio donde todavía se mantiene en pie la canchita de fútbol- así que el buffet nos ayuda a, por lo menos, quedar al día con los números”, dice.
Entre las tantas actividades que esperan volver a realizar una vez que los protocolos y el devenir de la pandemia lo permitan, hay karate, zumba/fitness, patín artístico, clases de folklore. Y la biblioteca, innegable para la mirada hasta desatenta del peatón o el automovilista que surca la poblada arteria 68 hacia el San Juan de Dios, el otro punto neurálgico del barrio.


La biblioteca homenajea a Benito Lynch, desde que el club comenzó a cobrar el subsidio estatal de la dirección de bibliotecas y el espacio tenía que tener un nombre propio. Nadie que haya pasado por el colegio Nacional y secundarias similares a dejado de leer “El inglés de los güesos”. De él, es. De Lynch. Platense que hasta es homenajeado por su gauchesca emancipadora con el nombre de la escuela de calle 35 entre 14 y 15.
Volvamos al día a día del Fortín de Zona Sur para subsistir en cuarentena: el buffet, recubierto ahora de las mamparas transparentes de protección vía protocolo covid, abre desde el mediodía, de lunes a sábado. Ofrecen tartas, tortillas de las caseras, empanadas, sándwiches de milanesas, pastas... Y los feriados o días patrios, guisos para llevar como el increíble y abundante locro de la foto.

Fortín de Zona Sur abre de lunes a sábado, desde el mediodía, en 68 entre 24 y 25. O a los teléfonos 221 507 6499 / 221 458 2652.


* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.