viernes, 5 de julio de 2019

La casa abierta del Gauchito Gil



Camino a Olmos, casi imperceptible en el cruce de 66 y 185, asoma un minutero de los de antes que ofrece platos abundantes y más que baratos, solamente al mediodía

Se puede arriesgar que quienes llegaron por primera vez años atrás lo hicieron sobre todo movidos por la curiosidad, por un "¿y ahí que hay?" implícito, o después de preguntarle a algún vecino de la zona qué era esa antigua casona de color azul marino, con techo de tejas, semioculta tras una tupida enredadera que corona la entrada de la finca. Pero en los últimos tiempos es probable que ese modo de aproximación haya cambiado, a partir de la colocación de un cartel de esos genéricos que invitan a pasar, sobre una tranquera que da a la vereda de pasto y a la 66, que a esa altura ya es más la ruta provincial 10 que la avenida que atraviesa el ejido platense. El letrero devela eventuales incógnitas: "Parrilla: atención, calidad y buen precio".


Parrilla hay siempre, y con los anexos necesarios. Es simple, abundante y rendidora. Las dos mujeres que religiosamente atienden el salón todos los mediodías de lunes a viernes -y excepcionalmente los sábados, si la afluencia de camioneros desde la cercana ruta 36 lo amerita- se limitan a ofrecer no más tres o cuatro menús. Las milanesas y los cortes asados al carbón pueden acompañarse con alguna guarnición de ensalada o papas fritas, y también se puede optar por algún guiso o estofado con pastas.


Cubiertos y vasos heterogéneos, y manteles de hule de colores varios -algunos hasta cuadriculados- visten las mesas, que están fabricadas con un pino en desuso que aporta lo suyo a la tonalidad sepia del lugar, ya de por sí bastante oscuro, aunque la resolana del mediodía insista en colarse por los dos ventanales de doble hoja de madera que dan al patio. Al fin y al cabo, lo que importa es el morfi: se come abundantemente por algo más de cien pesos, a los que debe sumárseles la bebida, en botellas grandes de vino, cerveza o gaseosa que tampoco superan los $100. En resumen, del Gauchito salen dos personas bien comidas por menos de $400.
La excursión vale la pena. Pero si aún faltara algún aval para convencernos de agarrar la 66 al fondo, pasando la terminal de la línea 307 y el predio El Cardón, y llegar con el apetito abierto hasta el salón de 185, bastará con pensar en el de la multitud de laburantes rurales y camioneros de panza exigente que lo visitan, con plena satisfacción, todos los días de la semana.

 * Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en Tuco.