miércoles, 11 de agosto de 2021

El olvidado hotel tilcareño de los campeones '86


La leyenda del último Mundial victorioso para Argentina nació en un caluroso enero jujeño de 1986: una impetuosa pretemporada en Tilcara, a casi 2.500 metros de altura, para recrear el clima a vivirse en el DF. El Hotel Turismo, hoy, y el mito de la promesa incumplida a la Virgen

La geografía del Angosto del Perchel, en el extremo norte del departamento de Tilcara, sorprende incluso a quienes ya conocen ese montaje montañoso y transicional rumbo a la Puna: un monumental accidente geográfico, que estrecha al mínimo la Quebrada sobre el Río Grande, formando un pucará natural que, estratégicamente, fue usado como frontera de resistencia desde las invasiones incaicas hasta las batallas por la independencia contra los realistas españoles de principios del siglo XIX.
En ese, por entonces, inhóspito paisaje de la Quebrada de Humahuaca, en enero de 1986, catorce jugadores seleccionados por Carlos Bilardo, su cuerpo técnico y algunos asistentes, viajaron a Tilcara para simular una pretemporada con el clima y la altura que, desde mayo, vivirían en el Distrito Federal mexicano. Una quimera con final feliz, y la Copa del Mundo en manos de Maradona, que apenas en ese círculo íntimo se creía posible a meses del Mundial…

El Hotel del Turismo
Un pequeño pueblo que hacia la década de 1980 apenas superaba, regularmente, los 2.000 habitantes, alojó a la Selección de Bilardo en la aventura del verano de 1986. Se hospedaron en el Hotel del Turismo, único alojamiento de esa amplia zona de la Quebrada con instalaciones medianamente aptas para recibir a futbolistas profesionales y a una altura similar a la capital mexicana; desde siempre ubicado en la trocha principal tilcareña, la calle Belgrano, que desemboca en las orillas del recurrentemente seco Río Grande, salvo en las contadas pero abundantes crecidas.
35 años después de aquella épica, pocos son los recuerdos de la inédita visita de los de Bilardo. Las generaciones actuales ni siquiera recuerdan los nombres de aquellos campeones del mundo que, cinco meses antes del 3-2 a Alemania en el Azteca, estuvieron en ese insólito punto del norte argentino, conviviendo entre hojas de coca y bica para no apunarse, tamales, cabritos y empanadas criollas.
Sin los jugadores argentinos del fútbol europeo (Maradona, Valdano, Burruchaga y Passarella) porque sus campeonatos no tienen receso invernal, el entrenador diagramó una procesión de la “Armada Brancaleone” con lo mejor del fútbol local. Que no era poco: valiosos talentos de los últimos campeones del fútbol nuestro: Bochini, Giusti y Clausen, por Independiente; Batista y Borghi, de Argentinos; Ruggeri y Héctor Enrique, por River; Garré, de Ferro; y los créditos pincharratas de su campeón ’82: Brown y Trobbiani, sin Russo, descartado por una lesión de último momento. Se sumaban Oscar Dertycia (Instituto) y Jorge Comas (Boca), dos que quedarían al margen de la lista final que viajó a México. Todos ellos rumbo a Tilcara, por avión hasta San Salvador y el tramo final, en colectivo, por la vieja ruta 9 Panamericana aún con largos cursos de ripio.
En el Hotel del Turismo donde se alojó el plantel no hay recuerdos. Se diría, incluso, que el mito sólo pervive porque aquella guardia inicial de jugadores, entrenando entre el viento y el calor seco de la Puna, quedaría en la gloria mundial cinco meses más tarde.
“El poco recuerdo que había, que era casi nada, se fue yendo con las distintas gerencias del hotel y el paso de los años, que fueron dejando de lado lo poco que había de fotos, anécdotas o algún presente que pudo haber quedado de esos días”, me confirma, entre lamentos, uno de los empleados, 35 años más tarde.
El ambiente invita igual al orgullo de cada uno de los empleados que hoy tiene el viejo Hotel Turismo, apasionados en rememorar, aunque sea con recuerdos orales, aquel paso del plantel de Carlos Bilardo; mas no sea a partir de “lo que me contó mi viejo que le dijo mi abuela…”, en palabras de otro empleado que ni siquiera había nacido cuando Maradona tocó la gloria en México ’86. Para los lugareños, sin embargo, sobre todo los más jóvenes, a más de 30 años, aquellas historias suenan a un apéndice utópico de cualquier leyenda de OVNIS y el viejo Zerpa que pronosticaba la invasión final en el antiguo canal 9 de Romay.
El hotel fue reformado con el paso de los años y, hoy, es uno de los alojamientos más económicos de esa zona turística, con habitaciones dobles desde los 2.000 pesos la noche. Tiene una amplia explanada en su entrada y balcones que, desde el contrafrente, permiten una vista privilegiada de las montañas y el paisaje que devuelve la Quebrada de Humahuaca.
Aquel reducido plantel de 14 jugadores se entrenaba desde muy temprano en una improbable, a ojos de hoy, cancha de tierra junto a créditos de la zona que oficiaban de sparrings para completar los 22 dentro de la cancha. Fueron diez intensos días donde la Selección de Bilardo jugó dos partidos (ambos los ganó por goleada) contra un combinado local entre los dos clubes más representativos de la ciudad de Humahuaca (37 kilómetros al norte de Tilcara): Comercio y Ciclón del Norte.
El hotel se había transformado, en aquellos días, en el epicentro del sueño de ese puñado de futbolistas amateurs de la Quebrada que, meses después, contarían haber sido compañeros de cancha de los campeones del mundo de México. Ni más ni menos… Se entrenaban en doble turno, en Tilcara, en la única cancha “en condiciones” del pueblo. Y los dos amistosos se había decidido jugarlos en el predio del Estudiantes de Humahuaca, de las pocas canchas de esa zona montañosa con algo de césped.

El mito de la Virgen
En marzo de 2018, antes del Mundial de Rusia, varios integrantes del plantel campeón ’86 viajaron a Tilcara para cumplir la supuesta promesa jamás cumplida. ¿Cuál? Aquella que afirma que no volvimos a ser campeones del mundo porque, durante la gira tilcareña de enero de 1986, se le habría prometido, a la virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, regresar con la Copa. Si se ganaba el Mundial, sería ofrendada y bendecida. Algo que jamás sucedió hasta este último viaje, auspiciado por Coca Cola, en la previa de la Copa del Mundo de Rusia. Nacía, así, “la maldición de Tilcara” y un mito que perduró por más de 30 años.
Vuelvo a la puerta del hotel. Saludo al conserje por los datos, intento no hacer promesas imposibles de cumplir y me aclara.
“Pasó, en realidad, que alguno de los jugadores dijo en alguna charla informal que le iban a pedir ayuda a la Virgen, ‘esa famosa que tienen acá’, para ganar la Copa. Pero nunca fueron a la iglesia a prometer nada. Es parte de la leyenda”, me sugiere y confirma, coincidiendo con los testimonios posteriores de los Pumpido, los Tapia y parte de la comitiva iniciática a aquel Tilcara 1986.
El resto es mito, como todo lo que rodea al hoy concurrido Hotel del Turismo, con una mayoría de peregrinos y trotamundos que ni siquiera imaginan, mientras lo caminan y habitan, la historia que sus espacios reservan para contar.

* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.