domingo, 20 de junio de 2021

De Montoneros, crimen y globos pinchados


En La Plata, hace 35 años, en un Estudiantes-Huracán, Gregorio Noya era el primer muerto de la última dictadura en una cancha; la tarde que la JP cometía una osadía imperdonable para la Junta: mostrar banderas de Montoneros en la visitante del estadio de 1; hubo cacería policial y militar adentro y afuera: uno de esos balazos mataría a Noya por la espalda (*)

“Vayamos a la platea, mejor, cerca de los locales”.
Algo intuía Noya; jamás ese final. Se lo sugirió al hijo entre el típico almuerzo apurado de un domingo de otoño con fútbol y el viaje a La Plata.
El razonamiento conservaba algo de lógica paterna ineludible: había escuchado que ese 16 de mayo de 1976, los pinchas buscarían emboscar a los quemeros para quedarse con algún “trofeo”. Lo repitió, incluso, ya sentado en el tren que los dejaría en La Plata: que la barra del Globo estaba al tanto de todo y que era preferible evitar “quilombos”.
Pero los cruces no serían entre las hinchadas, ni siquiera como insinuación.
“Mejor, así. Entramos por otra puerta, sin la barra, y después salimos enseguida”, convenció a su hijo.


Los pocos relatos que existen son coincidentes: la Juventud Peronista tenía más que buena simpatía dentro de la hinchada de Huracán. Por eso planearon el viaje juntos y llegaron a La Plata en varios camiones. Se estaban por cumplir dos meses del Golpe de Estado y Montoneros, ya declarada “ilegal”, mantenía su clandestinidad desde septiembre de 1974.
En la previa del Ducó, la barra había acordado cómo sería el ingreso a la cancha y quiénes lo harían, esta vez, cuidando cada detalle de los bolsos con las banderas largas.
“Las blancas van acá, ¿ven?”, prepoteó uno. “Todas confundidas entre las rojas más finas”.
Los tirantes de color se desplegarían antes de empezado el partido, sobre los paravalanchas. Los que sabían el plan, conocían el dato desde mucho antes: los jóvenes de la JP custodiarían y estarían a cargo esa tarde de todos los bolsos pesados. El eventual enfrentamiento entre las barras de ambos equipos sonaba a coartada.



Con la breve excepción de la edición del lunes 17 del diario La Prensa, los medios gráficos publicaron, sin filtros, el parte que el gobierno militar difundió sobre “los episodios sucedidos en La Plata”; un comunicado escueto, con responsabilidades ajenas, previsibles, para cerrar el caso: Gregorio Noya, argentino, de 38 años, domiciliado en avenida Riestra al 5900 de la Capital, había sido alcanzado por una bala disparada por “delincuentes subversivos, mediante la utilización de armas de fuego de forma indiscriminada”, que habían respondido al accionar del ejército y la policía cuando éstos intervinieron para impedir “que un grupo de sujetos que se hallaba en el exterior del campo de juego elevara, mediante la utilización de globos, una inscripción similar a la secuestrada”.
“Montoneros”, en letras negras sobre fondo blanco, se leía en la primera bandera, la que se alcanzó a ver antes del entretiempo del partido, minutos después de las cuatro y cuarto de la tarde de ese domingo 16 de mayo, desplegada desde la parte superior de la torre de iluminación hacia el alambrado, sobre el sector lateral que une la tribuna con la platea en la esquina de calle 57.
La crónica de La Prensa puso dudas sobre el origen de los incidentes –aunque refería “presuntamente a la acción de un grupo de personas subversivas” (sic)-, narró los episodios a partir del relato de testigos y bajo el previsible amparo del potencial: “Los incidentes comenzaron cuando efectivos policiales se dirigieron a una de las torres de iluminación ubicada sobre la tribuna que da espaldas a la avenida 1, de la que pendía una improvisada gran bandera del tamaño de una sábana en la que en gruesos caracteres se podía leer el nombre de una organización terrorista. Dicha bandera, que se hallaba en el lugar desde las 14.30, fue descolgada mientras se jugaba el partido por un policía de civil al que secundaban otros uniformados (…) A las 16.20, cuando los futbolistas se hallaban en el descanso, se escucharon una serie de detonaciones de armas de fuego que provenían de la calle 1 (…) En ese momento, se observó el ascenso de un atado de globos inflados con gas, con los colores celeste y blanco, que tenía como misión elevar por sobre el estadio otra bandera de un grupo subversivo, la que habría quedado enganchada en los árboles de la calle. Allí intervinieron efectivos policiales que se enfrentaron con un grupo de personas que pretendía desengancharla”.
La tapa de El Día muestra el que, quizás, sea el único documento fotográfico que exista sobre los hechos. Se lo observa a Noya recostado sobre una camilla que fue alcanzada desde el sector de los bancos de suplentes. Ante los gritos y las señas de los plateístas que lo acompañaban en el parte superior, minutos después de haber recibido el tiro, los auxiliares subieron por el alambrado la única camilla disponible en el estadio, la que usaban los médicos para los futbolistas lesionados.
“Incidentes” o “confuso episodio”, el uso tácito para deslindar eventuales responsabilidades oficiales, los medios en general (Clarín sólo publicó un recuadro sobre un “herido de bala” y nunca confirmó el crimen) cerraron el caso, el martes 18, con el informe oficial emitido por la Policía Bonaerense al mando de Camps. A Noya lo habían asesinado “delincuentes subversivos” que comenzaron a tirotear a la policía en el exterior de la cancha mientras intentaban infiltrar una bandera con “el nombre de una agrupación terrorista” (sic).



Un sobreviviente de la dictadura, que participó de la operación de agitación y propaganda para infiltrar las banderas en la cancha de Estudiantes, se reencontraría décadas después con el luctuoso episodio a partir de los documentos de la DIPPBA, desclasificados por la Comisión Provincial por la Memoria, que dan cuenta de aquella jornada del 16 de mayo de 1976. Lo tenían “marcado” por “Monto” en el legajo 13.168, redactado el 27 de agosto de 1981 por la Comisión Asesora de Antecedentes de la ex Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.

Nombre: Adolfo Vicente Bergerot.
Nombre de guerra (sic): “Fito”.
D.N.I: 11.367.754.
C.I: 10.221.449.
Nacionalidad: Argentino.
Nacido en: Capital Federal.
Fecha: 8 de diciembre de 1954.
Profesión: Estudiante.
Conclusiones: “Registra antecedentes ideológicos marxistas que hacen aconsejable su no ingreso y/o permanencia en la administración pública. Militó en Mendoza y La Plata en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), funcionando, por última vez, en las Tropas Especiales de Infantería (TEI)”.

Bergerot fue detenido y secuestrado. Estuvo desaparecido. Luego fue “blanqueado” y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Se exiliaría en España y participaría de la Contraofensiva Montonera hasta romper con la Organización.
“El objetivo era izar la bandera, retirarnos y usar la cancha por la concentración de gente para poder hacer propaganda. Era una pancarta que decía ‘Videla asesino. Montoneros’. La idea era que subiera en el entretiempo, o en algún momento del partido, así toda la gente la veía”, relata. (1)
Según los informes de inteligencia de la Policía Bonaerense, el segundo grupo estaba conformado por estudiantes de las facultades de Medicina y Veterinaria de la Universidad Nacional de La Plata: entre ellos, claro, el propio Bergerot.
“En el momento en que los dos compañeros están -uno enganchando la bandera y otro los globos- llegan cinco o seis patrulleros y se ponen a tirar. Lo que había pasado era que un momento antes, adentro de la cancha, no sabemos quién, había hecho lo mismo pero en la tribuna de Huracán…”, confirma Bergerot sobre la acción de propaganda en 1 y 57. (1)
La bandera contra Videla y su dictadura nunca llegaría a desplegarse y a Bergerot lo cercarían un día después del acto proselitista: la policía falsearía las actas obligándolo a declarar que había estado presente en las afueras del estadio para justificar su detención.
“Yo mismo había trazado los planos: cómo era la cancha, cómo había que ubicarse, cómo había que llegar, cómo había que retirarse… Pero por cuestiones personales no pude estar. Había viajado a Mercedes a ver a mis viejos y me detuvieron a la mañana siguiente. Sabía que eso podía pasarme. Lo entendía y así fue: me interrogaron y me torturaron”.
El acta falseada y su posterior detención estaban redactadas de antemano.


No sería la primera vez en que se aprovecharía un evento deportivo para denunciar a la dictadura. Tres años tardó “el gran golpe” de Suiza, en un partido amistoso que la Selección Argentina disputó contra Holanda en el estadio Wankdorf de Berna. “La gran revancha del Mundial”, lo vendieron como propuesta publicitaria, para ser transmitido en vivo y en directo para todo el país en ese mismo ’79 de la Contraofensiva, al cumplirse un año de la obtención de la Copa del Mundo de Fútbol de 1978.
Televisado por ATC, colgados estratégicamente en las tribunas cabeceras, se pudieron leer dos carteles ideados por los exiliados políticos, también con letras negras en imprenta: “Videla Asesino”, armado letra por letra para evitar los controles censores del estadio; y “Los militares son miseria y represión”. Los mensajes se vieron durante buena parte del partido pese a los esfuerzos de los técnicos de control del canal estatal, que apenas pudieron tapar la denuncia con un sobreimpreso oscuro publicitando un show de Les Luthiers. Se lo puede chequear, hoy, a mano en YouTube. El objetivo se había cumplido.

“Como la protesta no iba a pasar desapercibida para los televidentes, Enrique Quintana, embajador en Suiza, el contraalmirante Carlos Lacoste y el resto de la comitiva argentina presente en el estadio intimaron a los organizadores que sacaran las banderas y carteles o, de lo contrario, la Selección no saldría a disputar el segundo tiempo. Un grupo de policías se metió en la tribuna donde estaban los hinchas para adueñarse de los carteles, pero se encontraron con una gran resistencia latinoamericana, ya que los argentinos fueron respaldados por uruguayos, chilenos, bolivianos y paraguayos presentes en la tribuna, más algunos suizos. Todos juntos mantuvieron en alto el reclamo de justicia”. (2)

La bandera blanca con las diez letras en negro que reproducía el nombre de la Orga era similar a aquellas. Pero, en La Plata, debía ser camuflada para esquivar el cacheo previo de la policía.
“Se cuelga cerca de la ochava. Va atrás de la de ‘Globo Campeón’”.
El Hugo, de injerencia en la estructura de la Juventud Peronista, dio instrucciones y la ubicaron tapada con la otra más grande que se sostenía entre la torre de iluminación y el alambrado lateral, en el mismo sector de la antigua entrada de la esquina de 1 y 57.
Pasadas las cuatro y cuarto de la tarde de ese 16 de mayo de 1976, desplegada desde la parte superior de la torre, un grupo de personas izó la bandera con la inscripción quemera. Segundos después surgiría la insignia escondida: “Montoneros”.

Noya le acercó la mano al hijo apenas recibido el balazo. Los dos estaban de espaldas, en las filas superiores de la platea de 1, junto al resto de los hinchas que ya habían empezado a refugiarse al notar el despliegue de la policía. No había arrancado aún el segundo tiempo.
Sí la cacería: policías de civil y algunos uniformados se movilizaron sobre el pasillo de ingreso de la visitante, arrancaron la bandera y detuvieron a dos personas, presuntamente las encargadas del izamiento, entre corridas e intercambio de disparos.
Todavía faltaba la segunda parte del plan, sobre 57 y 1: hacer ingresar una bandera similar, desde la calle y por sobre la cancha, amarrada con globos. La operación que décadas después confirmó el propio Adolfo Bergerot.
Los forcejeos y disparos se trasladaron, de los tablones del sector de Huracán, a la esquina. La policía hizo un rápido cerrojo y disparó sobre los sospechosos de colaborar con la remontada de la segunda bandera. Algunos de los militantes se escondieron sobre la copa de los árboles, procurando que la operación se completara desenganchando los globos. Pero fueron vistos. Les dispararon desde la vereda de avenida 1 hacia arriba. La altura de los árboles coincidía con la ubicación de las últimas filas de la platea.
“Me dieron en la espalda”, alcanzó a decir Noya.


“Estudiantes de La Plata-Huracán, balazo calibre 9 policial ingresado por la espalda y disparado por personal que venía a reprimir un acto de suelta de globos organizado por los Montoneros: Impune”.
Gregorio Noya emerge como el fallecido número 98 en el listado de “Salvemos al Fútbol” sobre las más de 330 muertes por la “violencia en el fútbol argentino”, desde la primera reconocida, de 1922. Es uno de los miles de asesinatos impunes que quedaron del accionar represivo de la última dictadura; la primera en un estadio de fútbol.
La denuncia de la ONG tiene un hilo conductor ineludible en la investigación del periodista Amílcar Romero: a mediados de la década del ’80 publicó el revelador “Muerte en la cancha”, donde describe, entre otros, el reportaje que le realizó, años después del asesinato, al hijo de Noya para la indagación de fuentes y la posterior publicación.


Las crónicas del partido marcaron la figura del juvenil arquero visitante, Eduardo Jurkevicious, mérito directo para que el Pincha de Bilardo no pudiera quitarle el invicto al Huracán puntero en el durísimo cruce de candidatos del Metropolitano 1976.  Lo revela la -inédita para la época- cantidad de expulsados que tuvieron los 90 minutos: tres por Estudiantes, dos por el Globo.
Con el 0-0 como chapa definitiva, se anunció por los altoparlantes que la policía cerraría los accesos de las dos tribunas para evitar la desconcentración del público: serían palpados de armas y se revisarían sus documentos de identidad; uno por uno.
Los “sospechosos”, a arbitrariedad militar, y aquellos sin DNI, fueron demorados y trasladados a dependencias policiales de la zona. Mientras tanto, las radios que cubrían el partido instaban a los familiares de los hinchas, retenidos en el interior del estadio, a concurrir a la puerta con las identificaciones de sus parientes para que fueran autorizados a retirarse. Así de grotesco e inimaginable.
Ya de noche, pasadas las 20 y abiertas las puertas para que los hinchas desconcentraran en fila de a dos, Noya comenzaba a ser intervenido en un hospital cercano. Agonizaría y moriría después del mediodía del lunes 17 de mayo de aquel 1976.
Con culpables, sin condena.

Notas
- Diarios El Día, La Prensa, Clarín y La Nación
- Revista El Gráfico
- Web de ONG Salvemos al Fútbol: http://salvemosalfutbol.org/
- Romero, Amílcar. “Muerte en la cancha”. Buenos Aires, Nueva Alianza, 1986.
- Bergerot, Adolfo. “El archivo y el testigo”. La Plata, Comisión Provincial por la Memoria, 2018: https://www.youtube.com/watch?v=5pVaCGdDyGw&ab_channel=Comisi%C3%B3nporlaMemoria 
- “Bandera en Berna”. La Plata, Comisión Provincial por la Memoria, 2021: https://m.facebook.com/cpmemoria/videos/2606976546277196/?refsrc=https%3A%2F%2Fm.facebook.com%2Fcpmemoria%2Fvideos%2Fbandera-en-berna%2F2606976546277196%2F&_rdr 
(1) Bonomi, P. y Sahade, J. “Una tardecita de fútbol”. La Plata, Revista Puentes, Año 8, N°25, Dossier Documentos #12: De lo secreto a lo público, 2008: https://studylib.es/doc/6653938/12.-una-tardecita-de-f%C3%BAtbol
(2) “Escrache en Berna”. Buenos Aires, Diario Página/12, 2012: https://www.pagina12.com.ar/diario/deportes/subnotas/188553-57989-2012-02-29.html

(*) La crónica original, ampliada para este trabajo, fue publicada en la revista Animals! como parte de un concurso de investigación sobre Deporte, Violencia y Política de la FPyCS de la UNLP, en 2015.


* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.

domingo, 6 de junio de 2021

Todo por amor en un legendario bar platense

El viejo reducto de los hermanos Aguilar en Meridiano V, administrado desde el fin del aislamiento estricto por Eduardo y Claudia, comenzó una campaña para ayudar a personas en “situación de calle”

La atmósfera es inquebrantable y se repite en decenas de bares similares donde la bohemia es una causa de vida cuando se apagan los ánimos y baja el sol. Pocos como Ross y Luna lo sintetizaron en, no más de un minuto, en “Hit”: amigos, truco, tragos, vivir jugado, al límite, sin retaguardia, sin paso atrás, expuesto a la soledad…
El bar se distingue sobre la mano izquierda de calle 70, llegando a 24, por un antiguo toldo de chapa clara que se abre y se cierra según juegue el sol o la lluvia. Al entrar, entre cortinas tornasoladas verdes, sobresalen, en cada una de las mesas, un cenicero, un servilletero que indistintamente nos marca Coca Cola o Quilmes a cada lado y un alcohol en gel, raspón ineludible de los tiempos pos marzo 2020.
Detrás de la barra, formada en “L” sobre dos heladeras Villar desenchufadas, ya sin uso, hay varias botellas de Hesperidina, cañas Padilla, anís 8 Hermanos, vodkas y whiskys ligeros que permiten la medida del habitué a sólo 100 pesos; la infaltable tablita para alguna picada; y, hoy sábado, una amplia fuente de empanadas caseras, cortadas a cuchillo con la mano única de Claudia, listas para repartir en el obligado formato delivery.
Otros tiempos, la pandemia y el distanciamiento obligatorio formatearon todos estos clásicos reductos -habituados al ruido y a la charla infinita entre copas- y se adaptaron con otros ritmos y costumbres. El viejo bar de Oscar, ahora de Eduardo y Claudia, se abre al invierno dando una mano para personas en “situación de calle” con desayunos gratuitos. Ante la necesidad, la solidaridad que nunca falta.
“Empezamos el lunes pasado. Lo veníamos hablando con Edu, mi marido, que tenemos el bar, de poder hacer desayunos para gente que esté en ‘situación de calle’. Nos llena el alma y nos gusta la idea. Y gracias a los vecinos que donan, a los clientes que siguen viniendo y colaboran mucho, hacemos meriendas también”, enfoca Claudia. Mientras la grabo en la cocina, sumerge las empanadas en grasa para completar uno de los tantos pedidos del día.
“Como mucha gente no sabe o no conoce, además empezamos a salir a repartir los desayunos. Hoy –por ayer- después de las 7 estuvimos por la zona del San Juan de Dios, por el Hospital San Martín, y entregamos casi veinte viandas con café y paquetitos de galletitas”, agrega.
- ¿Qué se encuentran cuando salen a la calle?
- Hay mucha gente… te da mucha tristeza, sinceramente. Pero la gente es muy agradecida…
- ¿Vienen muchas personas?
- De a poco, sí. Muchos se fueron enterando por el cartel y por los comentarios o los mensajes que se van mandando. Y, además, muchos otros que conocen la iniciativa se acercan a donar. La gente del barrio es muy atenta, muy agradecida. Hoy nos trajeron yerba, galletitas, de todo…
¿El barrio? La bajada de la 70, entre 23 y 24, arteria troncal del paso del Meridiano V al San Juan de Dios. Allí, desde las 7.30, de lunes a sábado, Eduardo y Claudia le meten el cuerpo al frío ayudando a los que más lo necesitan: café caliente, un bizcocho, tostadas recién horneadas, gratis y con la mayor solidaridad.

Un proyecto presentado en Diputados
Los primeros días de abril, se presentó, en la Cámara de Diputados de la Nación, el proyecto de ley Integral para Personas en Situación de Calle, como parte de una reunión informativa de las comisiones de Derechos Humanos y Garantías, Acción Social y Salud Pública de la cámara baja.
La iniciativa propone la creación, en el ámbito del Ministerio de Desarrollo Social, de una coordinación interministerial que aplique políticas transversales de salud, vivienda y trabajo para la gente en ‘situación de calle’.


* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.