viernes, 14 de agosto de 2020

Meridiano V: pandemia, paredón y después…


Polo gastronómico del cuadrado platense, de seguro el barrio donde mayor incidencia tuvo el aislamiento por la pandemia. Negocios reconvertidos, subsistencia sin clientes caminando sus empedrados y una fisonomía inédita y solitaria a cinco meses del ASPO

“¿Que sería del fútbol sin el hincha? El hincha es todo en la vida…” se pregunta Discépolo en la célebre “El Hincha”, más como queja que como irreverencia. ¿Qué sería de Meridiano V sin sus calles llenas los fines de semana, sus cervecerías al paso o sus ferias tradicionales?
Pregunta imposible de imaginar durante el último verano, cuando el covid parecía una peste lejana como tantas de países que creemos ajenos, el barrio que agrupa a miles de personas todos los fines de semana cumple cinco meses sin los tambores por el empedrado, sin la cultura abierta de la Estación Provincial, sin las tardes de música y cervezas…
La fisonomía no varía, de lunes a lunes, con su tradicional cotidiano hasta bien entrada la tarde: los pocos usuarios del TALP que viajan hacia el Conurbano o el norte de la ciudad; el Banco Provincia de 17 y 70, y el cajero, con los movimientos habituales; y los supermercados con una clientela mayor de la esperada para los tiempos que corren.
El ritmo cansino apenas varía después de las 18, en un barrio que con el correr de los años se fue transformado en un faro de la cultura y gastronomía de La Plata; sobre todo a partir de la explosión que vino de la mano de los años pos 2001 y la recuperación económica que mutó para siempre la vieja barriada del ferrocarril abandonado…
Con las actividades artísticas y musicales impulsadas por la gestión cultural del Centro Cultural Estación Provincial, la esquina de 17 y 71 se fue convirtiendo en referencia cultural indiscutible. Sus ya célebres recuerdos de carnavales con miles en las calles, las fiestas de la cerveza artesanal que por su magnitud se trasladaron desde el interior de la Estación a la calle abarrotada de clientes, los inolvidables Ciudad Alterna que marcaron un hito en La Plata… Y tantos otros eventos que impulsaron la cultural y el sustento gastronómico del barrio, con tardes de verano a lleno total en sus calles hasta ayer nomás, hasta mediados de marzo, cuando el clima precuarentena acompañaba para disfrutar de sus veredas.

La “reconversión” de Meridiano
La siempre calurosa y soleada esquina que limita Altos de San Lorenzo del cuadrado platense, en 19 y 72, muestra mucho más movimiento que el habitual. Hay vendedores de huevo, otros de aceite y papa, algún “trapito” que se la rebusca con los parabrisas en ambas manos, changarines que hasta piden un mango por barrer la vereda, chulengos con choripanes al paso o la novedad de churros rellenos por docena.
Hay un extranjero, también, colombiano él -uno por ignorancia lo asociará al éxodo de venezolanos como quien confunde a un argentino con un uruguayo bajo el paraguas genérico del “rioplatense”- que por subsistencia toca su instrumento de viento en los casi 50 segundos que permite el cambio de luces del semáforo. Me dice que “no le queda” otra. No hay circuitos, ni bares para pasar la gorra y el mango se gana también así. Todo sirve en tiempos de distanciamiento obligatorio.
Hacia adentro del barrio, la reconversión se manifiesta sobre todo durante todas sus noches. Se extraña el paso tamboril de la legendaria “Minga” desde Circunvalación hasta la entrada de “La Grieta”, a puro chico y repique, o sentarse en la vereda del Club de Cerveza, en 18 entre 70 y 71, tomando una de las mejores artesanales en plaza y a precios más que populares.
Los negocios, aquellos que subsisten y se le animaron al “take away” (sic), tienen todos la impronta de los nuevos tiempos: un cartel pequeño, impregnado de rojo y una gran “P” en blanco, que marca el nuevo monopolio de la pandemia: “Pedidos Ya”. Grandes y millonarios beneficiarios del negocio del delivery, que a fuerza de hegemonía y mercado casi que han obligado a los restaurantes, pizzerías y cervecerías, a adoptarlo como “solución”. Nadie se sorprende ya, como crónica de época, ver esa infinidad de motos estacionadas en la puerta de Loco Ponte (18 y 70), de Mozquito o la Chorizería (17 y 70), con decenas de pibes cargados con la mochila roja de la empresa a la espera de llevar el pedido por unos pocos pesos de ganancia y un negocio redondo para la empresa que parece haber barrido con Glovo o Rapi.
El Club de Cerveza sigue siendo una de las plazas más económicas en materia de artesanales y reconvirtió su negocio a fuerza de cuarentena: litro de cerveza para llevar, con envase del cliente, a sólo 150 pesos y pizzas artesanales a menos de 250 pesos la grande; otro tanto Loco Ponte, acostumbrado a sus veredas saturadas, ahora obligado al encierro y con promociones para llevar a domicilio. Otro no pudieron: Osornio, en 17 y 69, mutó y alquiló el local. Lo mismo la célebre esquina de 17 y 71 y Mira Pampa, lleno hasta ayer nomás y hoy apenas un recuerdo; también Patagonia, en 12 y 69.
Queda el recuerdo de “Lo de Edgardo”, como si hubiera presagiado cierto futuro oscuro, que le puso fin a su bodegón de celebridades y napolitanas rellenas en marzo del ’19, justo un año antes de la epidemia. “Un visionario”, me comenta un gastronómico detrás de la barra, mientras prepara las muzzarellas que espera el motoquero en la puerta.
Queda, también, la esperanza de la subsistencia y los meses calurosos por venir que abran las calles y sus veredas al consumo para recuperar tantos meses de pérdida económica. El barrio tiene con qué…











* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en El Editor Platense.

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