Una conexión de ilusión repentina, para el Calamar, como la célebre frase que atraviesa la serie: “Nadie se salva solo”. En el mes de su estreno en Netflix, el club de Vicente López, localidad donde se desarrolla el núcleo de la trama, camina sobre el umbral del momento más glorioso en sus 120 años de vida al definir la final del campeonato argentino por primera vez
La primera mención al fútbol en la historieta base de Oesterheld-Solano López, publicada en 1957 en Hora Cero Semanal, la hace el protagonista principal, Juan Salvo, en un monólogo. Está en silencio, con percepción de nostalgia. Piensa sobre el devenir del campeonato de Primera División ahora que todo se cubre de blanco; del deporte; de su River -cuadro del que es simpatizante- mientras ve caer la novedosa nevada en su casa de Vicente López.
¿En qué campeonato, inconcluso si la ficción hubiera sido real, se detiene Juan Salvo mientras traza alternativas de sobrevivencia junto a su íntimo amigo y profesor de física, Alfredo Favalli?
Estamos en 1963, año en el que transcurre la nevada mortal en el guion original de la historieta, torneo que jamás hubiera visto campeón al Independiente de Manuel Giúdice, ni goleador a su “9”: Luis Artime, ni Salvo hubiera visto perder a su River el campeonato de Primera División en la última fecha contra el Rojo.
A diferencia de la primera temporada del producto de Netflix, cuando el Monumental se asoma en el último capítulo en un plano de proyección visual de Ricardo Darín (Juan Salvo), en la historieta, el popular estadio es protagonista desde el segundo combate contra “Los Ellos”, los invasores que se ciernen en voraces y antropofágicos cascarudos. Es cuando los sobrevivientes, soldados camuflados de la nieve, llegan desde Vicente López y protagonizan el “Combate de la General Paz” en el Puente Saavedra, antes de que el pelotón armado ingrese por Avenida Cabildo.
En ese triángulo imaginario formado por Vicente López y los barrios de Núñez y Belgrano, donde se desarrolla El Eternauta, es en un remanso entre batallas que Juan Salvo recuerda, alzando los escalones del Monumental para divisar un posible contraataque cascarudo, su última vez allí: “Por fuerza, me encontré pensando en el pasado otra vez. ¿Cuánto tiempo hacía? Cuando yo subía aquellas gradas buscando un buen lugar. Fue cuando el homenaje a Labruna… era un jueves y el estadio estaba lleno a pesar del día hábil. Volvió a jugar la famosa delantera de Pedernera, Moreno y otros”, reflexiona Salvo, aquella noche de 1963. Sólo habían pasado dos décadas del fastuoso equipo de “La Máquina” de los años ’40 que el protagonista rememora con fidelidad de hincha en la viñeta de la historieta.
Porque, aún la arraigada creencia popular, la cancha del Millonario ancla el predio en Belgrano, en el límite sureste de la Avenida Udaondo, que divide a aquel barrio del de Núñez, frente al complejo del Tiro Federal.
“El asedio de River”
Tal lo vivido el pasado martes 20 de mayo: River y Platense jugaron, quizás, el partido más emotivo del Torneo Apertura de la Liga Profesional. Por el final con tiempo agregado en exceso, por el empate agónico de los locales, por el resultado que devolvieron los penales y la justicia divina que evitó los garfios del árbitro Falcón Pérez para ayudar a River. El guiño de ese triángulo zonal es un puente premonitorio de la historia arraigada en 1963 y adaptada para el formato audiovisual en 2025: Vicente López-Núñez-Belgrano, Platense y River, el mes de estreno de El Eternauta, protagonistas del mejor partido del campeonato y del triunfo más trascedente de la historia del fútbol calamar. Por instancia, por volumen del rival, por ser en el Monumental y de visitante. Luego llegaría el golpe final en la semifinal con San Lorenzo del pasado domingo, justo un 25 de mayo, ¡bingo!, cuando Platense celebró su aniversario 120.
Ruperto Mosca es el obsesivo historiador del dibujo de Solano López que todo lo registra, acompañando a la división de soldados en el avance sigiloso por la nevada de Buenos Aires en busca de los alienígenas. Pregunta, anota, sugiere registros para la posteridad de la humanidad si es que algo de lo conocido queda con vida. En el número 24 de Hora Cero, de febrero de 1958, Mosca imprime el título para la gran batalla por venir: “El asedio de River”, el consagrado asedio de Platense sobre el Millonario, invadiendo y venciendo en el Monumental en el combate deportivo de los cuartos de final del Apertura en el mayo de El Eternauta.
Si los humanos sobreviven y se las ingenian con inquebrantable espíritu de camaradería, es porque, como postula Galvani (1), “el grupo se mantiene unido y solidario. La desesperación y el ‘sálvese quien pueda’ llevan a los soldados a la muerte: en uno de los episodios donde aparece una máquina que produce alucinaciones, todos los soldados salen corriendo, desbandados, y quedan a merced de los cascarudos, que los estaban esperando con un rayo mortal. Todos, excepto los de la división de Juan Salvo (que, además, eran civiles reclutados), quienes se quedaron a auxiliar a Favalli que había quedado atrapado entre unos escombros”.
Como dice Favalli en la voz del actor uruguayo César Troncoso, en la escena de mayor strolls: “Lo viejo, funciona”. Y en el plantel de Platense se hace esencia logrando que el espíritu colectivo, de equipo, buscando el objetivo común (salvar la vida, en la serie; ser campeón, en el fútbol), sea mucho más que la suma o los arrebatos de las grandes individualidades que el mercado ofrece y que sobran en River.
Los guiños premonitorios al Calamar en el estreno de mayo de la serie: en el primer capítulo, cuando los amigos se trasladan a lo de Favalli en Vicente López para el clásico “viernes de truco”, cruzan por Avenida Cabildo, límite exacto de Núñez y Saavedra, el barrio con mayor identidad calamar, donde se erguía su histórico estadio (fue entre 1917 y 1971, en el cruce de Manuela Pedraza y Crámer) hasta la mudanza definitiva a Vicente López, del otro lado de la General Paz; y la camiseta de Platense que usa el joven Pablo (Aron Park) cuando Salvo y Elena (Carla Peterson) lo encuentran encerrado en el aula de la escuela, en la escena en la que el chico ve la muerte nevada de sus amigos por la ventana del patio, esos mismos que, paradójicamente, le salvan la vida haciéndole bullying.
Enseguida, y final, la reflexión de un soldado, en otra viñeta de la historieta: “Alcanzamos una victoria… pero… ¿qué es haber conquistado River Plate?”. Lo habrá hecho así plantel y cuerpo técnico calamar apenas consumada la hazaña del Monumental del 20 de mayo en “El asedio de River”, en un viaje en el tiempo de la ficción de 1963 a la realidad del fútbol argentino en 2025.
Y se vuelve a preguntar, el soldado: “¿Qué podríamos hacer nosotros contra semejante adversario?”
El domingo, contra Huracán, la respuesta al acertijo que mantiene detenido el tiempo de la historia de Platense y sus hinchas.
(1) Galvani, Iván: “El Eternauta como representación de la masacre”, UNLP, UNSM.
(2) El Eternauta: Juan Salvo era hincha de Platense y alentaba en Pedraza y Cramer, en la versión de Oesterheld y Alberto Breccia de 1969 para Revista Gente”, Saavedra Online, 2025 (https://www.saavedraonline.com.ar/el-eternauta-juan-salvo-era-hincha-de-platense-y-alentaba-en-pedraza-y-cramer-en-la-version-de-oesterheld-y-alberto-breccia-de-1969-para-revista-gente/ ).
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Cuando El Eternauta fue Calamar
Así como se infiere que Salvo es fanático de River en el guión original por su célebre reflexión sobre Labruna y la delantera de “La Máquina”, mientras su columna combate en el Monumental, la reversión publicada por la revista Gente en 1969, ya con dibujos de Alberto Breccia, tiene a un Juan Salvo hincha de Platense.
“O sea que somos apenas unos pocos cientos de hombres luchando contra lo desconocido. Sin saber siquiera si somos o no la última resistencia que se apaga. Qué poco me dura el optimismo de hace un momento (la victoria en Puente Saavedra en el “Combate de la General Paz”). Avanzamos unas veinte cuadras por Cabildo, el ya tan habitual paisaje de muertos de vehículos en cualquier posición. Hasta que, al llegar a la altura de Manuela Pedraza, allí donde tantas veces bajé del colectivo para ir a la cancha de Platense”, confiesa en un monólogo de la edición 213.
Otra premonición y la ruleta del inimaginable destino: en 1969, Salvo vive en Vicente López y es un conspicuo simpatizante de Platense, la ciudad donde el club estrenará su estadio y tendrá su arraigo bonaerense definitivo diez años después, en 1979, como porteños que invaden la Provincia cruzando la General Paz del otro lado del barrio de Saavedra…
* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.
* Unos garabatos sueltos, pensados y publicados en 90 Líneas.